DRAMA

'El discurso del rey': Académico, pero intenso

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QUIM CASAS

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Sobre el papel, un duelo de actores (Colin Firth como el rey Jorge VI de Inglaterra y Geoffrey Rush como el logopeda autodidacta que le ayudó a subsanar parte de su tartamudez) y un filme de época al más puro estilo del academicismo british, con bastantes números para entrar en las nominaciones a los próximos Oscar.

Y aunque mucho hay de las dos cosas (Rush, además, es uno de los productores ejecutivos de la película y posiblemente principal instigador de la misma), El discurso del rey es también una cinta bastante interesante sobre las relaciones y diferencias de clase, sobre el papel de la voz humana (lo que significa, lo que transmite, lo que une y desune) y sobre lo individual (la superación de la tartamudez del monarca) enraizado con lo colectivo (el estallido de la segunda guerra mundial).

Cuenta también con algunas soluciones de puesta en escena que no son habituales en productos de estas características, tan apegados al texto y a la declamación actoral. Las escenas que se desarrollan en el despacho del logopeda (en realidad un terapeuta del ánimo que ayuda a las personas a recuperar la confianza en sí mismos tras bloqueos traumáticos diversos) están filmadas con ambos personajes, el rey cuando aún era duque de York y el terapeuta plebeyo, ocupando en primer plano uno de los márgenes del encuadre y mucho aire detrás de ellos, de modo que el escenario, espacioso, inabarcable, les desborda y se refuerza la sensación de distancia y diferencia entre clases opuestas.

Es solo un detalle, pero distinguido en una película que a veces abusa de los efectismos visuales. La filmación del discurso que da título al filme es otro momento sobrio, compuesto casi de manera musical.

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