Análisis

Un hombre de palabra y de alma intacta

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Alberto Manzano
ESCRITOR

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«Es mi profunda amistad con Alberto lo que me trae aquí, para decir que estamos ante un libro de intensa poesía, que estoy seguro que dará alicientes nuevos para continuar en la lucha. Alberto, esto es una guerra», concluía el prólogo que Morente había escrito para mi libro de poemas, Puente del alma y la luna (2009).

Como siempre, sus palabras fueron inspiradoras de proyectos. Durante la cena que compartimos tras su último recital en el Palau de la Mùsica, ofrecida por su amigo Pasqual Maragall, le llevé la propuesta de llevar al flamenco un repertorio de Canciones de Guerra (Robert Wyatt, Steve Earle, Jackson Browne, Leonard Cohen), un proyecto que hoy, fatalmente, se ha visto truncado por la inabarcable ausencia del gran cantaor letrado del flamenco.

Enrique era un hombre de palabra: «Cuando rompes tu palabra, se rompe un trozo de tu alma», me había dicho en otra solemne ocasión, tras su concierto en el Festival Mil·lenni 2006, y, contra una repleta agenda de conciertos, enfrentándose a su mánager, se comprometió a cantar en Lorca una canción de Leonard Cohen durante la gira de homenaje al músico-poeta canadiense que estaba a punto de producir con el título de Acordes con Leonard Cohen (Discmedi, 2007), en el marco de un cartel que incluía un elenco de artistas nacionales e internacionales, pero, sobre todo, una pléyade de artistas flamencos: Son de la Frontera, Mayte Martín, Duquende, Pasión Vega y el gran Toti Soler.

Así fue como Enrique apareció, conduciendo directamente desde Madrid, para estar con sus amigos. Subió al escenario y, acompañado a la guitarra por el magistral Raúl Rodríguez (hijo de Martirio), interpretó la versión más hermosa que haya oído nunca del tema Sacerdotes, de Cohen, eslabonada con un poema de Lorca: 'El lenguaje de las flores' (Bodas de sangre).

Sacerdotes era una de las cuatro perlas de Cohen que Enrique había ensartado en su disco Omega (1996), sin duda, una de las obras maestras de la música española. Morente, que era un enamorado de la música de Cohen, porque Cohen era un enamorado de la poesía de Lorca y del flamenco, no dudó un ápice en embarcarse en Omega, algo que él mismo consideró «una chifladura, algo totalmente lunático. Porque fue al escuchar el Pequeño vals vienés de Cohen cuando comprendí la poesía surrealista de Lorca en Poeta en Nueva York, un libro donde rompe con su manera anterior de escribir y crea un estilo nuevo, más próximo a la pintura que a la poesía. Por eso no pude afrontar Poeta en Nueva York con una guitarra y una voz, y me decidí por una música eléctrica y ácida, de la mano de Lagartija Nick, pero siguiendo el rock de Cohen».

En el Hotel Palace de Madrid en 1993, tuve el honor de establecer un puente de encuentro entre Enrique Morente y Leonard Cohen -que se repetiría en el Festival de Benicàssim en 2009-. En un estrecho abrazo entre ambos artistas, Morente dio su palabra a Cohen de llevar su música al flamenco, a lo que Cohen replicó: «Me encantaría verme mezclado con el flamenco, porque amo esa música, es el estilo que más respeto en el mundo. Tanto que, si volviera a nacer, me gustaría ser un cantaor flamenco».

Enrique es un hombre de palabra. Y la palabra se hizo carne.