LETRAS

David Vann afronta el suicidio de su padre en 'Sukkwan Island'

El estadounidense David Vann, el pasado jueves en Barcelona.

El estadounidense David Vann, el pasado jueves en Barcelona.

ANNA ABELLA / Barcelona

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Alos 13 años a David Vann le cambió la vida. Su padre, un hombre depresivo y desesperanzado, divorciado dos veces a causa de su infidelidad, le preguntó si quería ir a pasar un año con él a Alaska. Él le dijo que no. «Dos semanas más tarde mi padre su suicidó», recordaba el jueves en Barcelona este profesor y escritor de franca sonrisa, nacido hace 44 años en la isla de Adak, Alaska. Para superar «el terrible sentimiento de culpabilidad» al pensar si una respuesta afirmativa lo habría evitado, recurrió a la escritura con solo 19 años y el tardío pero maduro fruto de esa «terapia literaria» fue su ópera prima, Sukkwan Island (Alfabia / Empúries). En esta escalofriante, sorprendente, contundente e imprevisible novela corta, de obligadas referencias autobiográficas bañadas en ficción, contó «la historia del niño que en vez de decir no dice que sí».

LA VERGÜENZA / «Durante los tres primeros años tras el suicidio decía que mi padre había muerto de cáncer porque me avergonzaba de ello y no quería que nadie lo supiera», confiesa Vann, que estuvo una década reescribiendo la novela, y sufriendo insomnio, hasta que encontró «la fórmula de hablar de los personajes a través del paisaje», convirtiendo «Alaska en el tercer personaje» y mostrando «un mundo salvaje hacia el que el padre [Jim], que está muy desesperado, necesita escapar».

Sukkwan Island crea una atmósfera claustrofóbica y asfixiante, donde se respira el drama aún por llegar, en una remota, inhóspita, fría y solitaria isla de Alaska, accesible solo por mar y en hidroavión y a 50 millas de Ketchikan, donde Vann se crió y donde cazaba y pescaba con su padre. Roy, un chaval de 13 años, álter ego del autor, acepta la oferta paterna de pasar allí un año para reconstruir la relación. Sin embargo, Jim, divorciado dos veces y «reflejo de mi padre -afirma-, que siempre fue un inconsciente que no pensaba en las consecuencias de lo que hacía», no prevé la escasez de comida, la peligrosa cercanía de los osos o los inevitables imprevistos en un lugar al que ningún adulto responsable llevaría jamás a un niño.

CATARSIS / Para Vann, que intentaba «comprender la desesperanza de su padre», el relato «tuvo un efecto maravilloso y catártico». «Me ayudó a superar toda la vergüenza y la ira que había sentido y tuvo otro efecto, el de volverlo a traer a la vida -explica-. El libro es casi una carta que quería escribirle a mi padre, porque un suicidio es como una conversación interrumpida».

Vann rememora la «increíble» reacción de la familia de su padre: «Yo tenía 13 años y me regalaron todas sus armas, incluso el rifle para matar osos con el que se suicidó». Y el sentimiento de culpa de su tío: «Intentó convencer a mi padre para que siguiera tratamiento psicológico y viajó a Alaska para separarle de las armas de caza pero él le convenció de que no era necesario». Y cómo su padre llamó a su madrastra antes de matarse para decirle : «Te quiero pero no voy a vivir sin ti». Para ella, llovía sobre mojado: «La madre de mi madrastra mató a su marido porque le era infiel y luego se pegó un tiro».

ÉXITO TARDÍO / Vann tardó 12 años en lograr publicar Sukkwan Island, que formaba parte de los relatos Leyenda de un suicidio, que se editarán pronto en España. En el 2008, una elogiosa crítica en The New York Times le catapultó al éxito al llamar la atención de la poderosa Harper Collins, que le fichó. El libro acaba de ganar en Francia el prestigioso premio Médicis escalando las listas de ventas, y se ha traducido a 10 idiomas.

A Vann le encanta el mar, navegar y construir barcos pero la vorágine literaria (está a punto de publicar libro y tiene otro en marcha) le ha quitado la idea de dar la vuelta al mundo en solitario en catamarán. «Ahora veo que es algo bastante peligroso».