Kurt Rosenwinkel, un 'guitar hero' atípico

Es muy fácil de comprobar. No hay más que escuchar un disco de algún joven guitarrista de jazz grabado en los últimos años o ir a cualquierjam sessiony esperar a que alguien enchufe una guitarra: Kurt Rosenwinkel es la referencia de las seis cuerdas en el cambio de siglo. Si las décadas de los ochenta y noventa fueron las de Pat Metheny y John Scofield, a quien siguen los guitarristas de jazz de hoy es a Rosenwinkel. La extraordinaria complejidad armónica de sus composiciones, una técnica asombrosa y, lo más importante, el tono melancólico de su música, han cautivado a toda una generación de público y músicos de jazz como solo lo ha hecho, en los últimos tiempos, su colega Brad Mehldau.

Debutó en 1996 con un álbum para la discográfica de Barcelona Fresh Sound New Talent, y su carrera recibió el espaldarazo definitivo cuando a principios de la década siguiente fichó para una multinacional. Tras firmar el contrato -«un documento de 35 páginas», recordaba en una entrevista a este periódico-, se hizo un tatuaje que le obligaba a ser fiel a lo que él llamaba «el principio artístico»; un contrato consigo mismo que se tradujo en discos tan difíciles de comercializar comoHeartcore, un experimento a medio camino entre el jazz, la música electrónica y el rock de autor.

Su idilio con una gran discográfica ya acabó y ahora va por libre, pero el prestigio de Rosenwinkel sigue intacto y crece el culto: sus seguidores estudian su arsenal de efectos de sonido y la arquitectura de sus composiciones con el mismo fervor con el que los devotos de The Grateful Dead coleccionaban las grabaciones de los solos del guitarrista Jerry García durante los años sesenta.

El disco a tríoReflections, que presenta el domingo en Luz de Gas, es una rareza dentro de su carrera. Por primera vez, Rosenwinkel aparca sus propias composiciones y graba un álbum de estándares de jazz. Eso sí, todo son baladas: no cabía esperar otra cosa de unguitar heroatípico que siempre explora el lado oscuro de la música.