ESTRENO DEL DIRECTOR DE 'AMERICAN BUFFALO' EN UN TEATRO EMBLEmÁTICO DE BARCELONA

Manrique adapta a Chéjov en un debut de altos vuelos en el Romea

Xavier Ricart, Enric Serra, Gemma Brió, Cristina Genebat, David Selvas, Montse Guallar, Ferran Rañé, Mireia Aixalà, Oriol Vila, Norbert Martínez, Sandra Monclús y Norbert Ibero, el elenco de la obra.

Xavier Ricart, Enric Serra, Gemma Brió, Cristina Genebat, David Selvas, Montse Guallar, Ferran Rañé, Mireia Aixalà, Oriol Vila, Norbert Martínez, Sandra Monclús y Norbert Ibero, el elenco de la obra.

IMMA FERNÁNDEZ
BARCELONA

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Había soñado con interpretar a Yermolay Lopajin, el poderoso nuevo rico de L'hort dels cirerers, de Anton Chéjov. Pero el vertiginoso ascenso del actor como director en el último lustro le ha llevado a una empresa aún mayor: llevarla a escena en el Romea, el teatro que dirigirá a partir de la próxima temporada. Julio Manrique asume su primer montaje de altos vuelos y le acompaña un extenso reparto de 12 actores, entre ellos David Selvas, Ferran Rañé, Cristina Genebat, Montse Guallar, Norbert Martínez, Mireia Aixalà, Enric Serra  y Xavier Ricart. Mañana se inician las funciones, que se prolongarán hasta el 9 de enero.

Manrique ha vuelto a confiar en su admirado David Mamet para su adaptación de la última creación literaria de Chéjov. Suyas eran las obras Los boscos y American Buffalo, dos de los cinco éxitos que avalan su trayectoria como director (que completan Produkt, La forma de les coses y Coses que dèiem avui). Ahora ha elegido la versión del autor norteamericano, que «hace emerger todo el humor de la obra y condensa la retórica», para su presentación en la sala del Raval. Un teatro histórico, dice, que supone «el mejor escenario» para unos personajes que, representantes de la moribunda aristocracia rusa, se ven abocados a vender su finca y su pasado, acuciados por las deudas.

De la mano de Mamet, que considera la pieza una farsa, Manrique ha potenciado el tono de comedia huyendo del «trascendentalismo» que a menudo acompañan las revisiones del escritor y médico ruso. «Son unos personajes con desesperadas ganas de vivir, aunque no sepan hacerlo. Algo frikis, extravagantes, fellinianos...». Y es que, conviene el actor y director barcelonés, Chéjov es «pura vida». Ya lo apuntó el aludido en 1902, un par de años antes de fallecer de tuberculosis: «He escrito mis obras para decir a la gente solo una cosa: 'Miraros bien y fijaros en la vida inútil y triste que lleváis'. Cuando lo entiendan, construirán una vida mejor».

EL JARDÍN DE LA INFANCIA / A Chéjov (1860-1904) le gustaban mucho los cerezos. Los asociaba a su niñez en el sur, en la estepa. Lo explica Manrique para subrayar la mirada que lanza el texto a la infancia y también a la muerte. «Habla de la vida sin mayúsculas, de las pequeñas cosas que sumadas devienen el sentido de la vida». La «extraordinaria modernidad» de la obra, que aborda «cosas esenciales de la condición humana que nos siguen emocionando hoy»,   ha llevado al director a plantear una puesta en escena atemporal.

Los personajes, para cuya pronunciación contaron con una asesora rusa, son, en palabras de Manrique, «como niños ansiosos por hacer muchas cosas que luego no hacen». El más pequeño de todos es Leonid Gaev (Rañé), «que se hace querer con su caprichos y humanidad». Es el hermano de la dueña de la finca, Ranevskaia (Guallar), una «yonqui de la vida», frente a su hija adoptiva Varia (Cristina Genebat), que «amenaza monja». Luego están, entre otros, Duniasha (Gemma Brió), «la criada con alma de marquesa»; la «friki» institutriz Charlotte (Sandra Monclós); el «poderoso y tierno» Lopajin (Selvas) y el lacayo Firs (Serra), un «mueble más de la casa, a quien se le ha pasado la vida sin vivirla». El aviso del maestro Chéjov.