NOVELA

El alimento de los dioses

John Banville despliega en 'Los infinitos' la belleza de su prosa para retratar un mundo asfixiante donde todo gira alrededor de un matemático moribundo

SERGI SÁNCHEZ

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No se trata de reírse con los dioses, como hace Robertson Davies, sino de que los dioses se rían de nosotros. Ese es el truco de perro viejo que John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) utiliza para justificar una omnisciencia obscena e invasiva, en la que Hermes se viste con el traje de un hombre invisible pero barroco para narrar enLos infinitosun día eterno en la vida de la familia Godley. Más cerca deLa señora Dallowayde Virginia Woolf, que delUlisesde Joyce, Banville se aprovecha de la inspiración divina para ponerse la corona de laureles que premia su elitismo literario y a la vez ironiza sobre su papel de privilegiado demiurgo.

Como enEl mar, todo ocurre a cámara lenta para que el poso de la literatura duerma en las solapas de los humanos, pobres diablos que nada saben de la vida celestial. La prosa de Banville se regodea en ese efecto ralentí que nos permite descubrir la decoración exacta de una habitación, el modo en que un rayo de luz descansa en un bol de cereales o los pensamientos que bullen entre las sábanas de un matemático moribundo, verdadero deus ex máchina de un libro que se acaricia su propio lomo en un gesto entre lúbrico y perturbador.

El referente deLos infinitoses elAnfitriónde Plauto, luego adaptado por Molière y Heinrich von Kleist. La actualización de la tragedia clásica revela el oculto sentido del humor de un escritor que aparenta tomarse mucho más en serio de lo que sería menester. Tras la extrema belleza de la prosa y su monumental solipsismo, la novela parece retratar un mundo asfixiante, casi propio de un cuento de terror gótico, que se somete a las leyes de un vodevil siniestro, donde los personajes aparecen y desaparecen en escena alrededor de un fantasma que aún no sabe que lo es, un matemático moribundo que hizo de la infidelidad y el deseo prohibido un estilo de vida. A todos nos gustaría escribir como Banville, y ese es, tal vez, su principal defecto: sabe muy bien que se erige como modelo, es el primero de la clase porque conoce la gran limitación de sus competidores, que no es otra que no poder enmendarle la plana. Es Dios, y no se avergüenza de serlo.

3 LOS INFINITOS / ELS INFINITS SFlbJohn Banville. Trad: Benito Gómez Ibáñez / Eduard Castanyo. Anagrama / Bromera. 290 / 247 páginas. 19,50 €