ENTREVISTA CON EL Cineasta

Abbas Kiarostami: "Me duele mucho lo que pasa en Irán, pero no puedo irme"

El maestro iraní acaba de obtener ex aequo la Espiga de Oro en el Festival de Valladolid con su película 'Copia certificada'

«Me duele mucho  lo que pasa en Irán,  pero no puedo irme»_MEDIA_1

«Me duele mucho lo que pasa en Irán, pero no puedo irme»_MEDIA_1

NANDO SALVÀ / Madrid

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Una mujer y un hombre que acaban de conocerse caminan y hablan. De arte y paisajes, de la pasión y la rutina conyugal. Y al cabo de un rato deciden empezar a fingir que son marido y mujer. ¿Suena raro? Es fascinante. Tras años de experimentación digital, el cineasta más importante de Irán regresa al terreno de la ficción narrativa con su película más comercial y la primera rodada fuera de Irán, donde precisamente ha sido prohibida. Del filme y de ese país al que tanto ama y que tanto le duele, el prestigioso director Abbas Kiarostami habló con este diario desde Teherán.

-¿Es cierto que Copia certificadaestá basada en una anécdota que le sucedió a usted?

-Sí, pasó hará unos 20 años, quizá algo menos. No sé si la mujer en cuestión se reconocerá si llega ver la película, al fin y al cabo solo pasamos un día juntos. Tiempo después la volví a ver en la rueda de prensa de una de mis películas. Estaba entre el público. Traté de hablar con ella pero no resultó posible. Al acabar el acto me empujaron hacia una puerta y nunca más volví a verla. Lástima.

-No habrá hecho la película porque se siente culpable…

-No, no, ya le digo que dudo de que ella se acuerde. He hecho esta película porque recuerdo que, cuando le conté la historia a Juliette Binoche, hace ya unos años en Teherán, me quedé hipnotizado por las reacciones que su rostro registraba al escucharla. Quise hacerla básicamente porque sentía la necesidad de inmortalizar esas reacciones, y ampliarlas. Suelo comparar lo que sentí con lo que sucede cuando tenemos invitados a cenar. Si les gusta nuestra comida, nos empeñamos en que coman más. Yo me quedé con hambre del rostro de Juliette. Por eso quise más.

-Es la primera estrella con la que ha trabajado. ¿Fue extraño dirigirla?

-Al principio no nos entendíamos. Ella se empeñaba en interpretar el personaje recurriendo a distintos arquetipos femeninos, pero yo le decía: «La mujer que estás interpretando es Juliette Binoche, no busques modelos externos, eres tú». Luego ella me confesó que sentía pudor de que el público la asociara con el personaje, pero finalmente puso todo su corazón en él.

-Entonces, ¿por qué el personaje no se llama Juliette? ¿Por qué no tiene nombre? Se llama simplemente «ella»...

-Sí, porque al mismo tiempo quise que cualquier mujer entre el público pudiera identificarse. Pero identificarse con Juliette, no con un estereotipo. Algunas conectarán con ella y otras no, pero creo que toda mujer y todo hombre han sufrido el tipo de falta de entendimiento en una relación que la película retrata. Esa falta de entendimiento, ese misterio, es necesaria en toda pareja. En su justa medida, claro está.

-Nunca queda clara la naturaleza exacta de la relación entre los dos protagonistas. Por supuesto, en última instancia no es relevante. Pero, ¿qué opina usted?

-Sinceramente, no tengo la menor idea. Puede que se acaben de conocer y finjan llevar 15 años juntos, o puede que sea justo todo lo contrario. Como usted dice, carece de relevancia. Lo que importa es que, mientras toman café en un bar, el propietario da por hecho que son una pareja. Supongo que eso automáticamente los convierte en una.

-Una pareja rara, en cualquier caso. ¿Hasta qué punto fue importante para usted no caer en los clichés del género romántico?

-Todas las historias de amor, y también la mía, tienen de modo intrínseco algo de cliché, provengan de Hollywood, de Bollywood, de Irán o de España. Lo que sí me importaba, y en ese sentido sí que hay algo de deconstrucción, era no caer en una narración convencional, contar la historia de una manera distinta.

-Mientras lo hace, vuelve a tocar un tema que ha estado presente en toda su obra: el artificio del cine, su capacidad para representar verdades a través de la impostación. ¿Qué le atrae tanto del tema?

-Es algo que me importa casi como un contrato ético con el espectador. Para mí es casi una obsesión que el público no caiga en la trampa del sentimentalismo que a menudo le tendemos los autores, en libros y sobre todo en películas. Quiero que en todo momento exista la conciencia por parte del público de que todo es un artificio, de que no deben dejarse atrapar por emociones impuestas. El reto que se plantea en ese momento es lograr que aun así respondan emocionalmente a lo que les cuentas.

SEnDSu película tiene conexiones muy claras con otros títulos como Te querré siempre, de Roberto Rossellini, Antes del atardecer, de Richard Linklater, y Secretos de un matrimonio,de Ingmar Bergman. Dado que se titula Copia certificada, parece pertinente preguntar si usted ha copiado deliberadamente esos modelos.

-No era la idea. Comprendo que se establezcan parentescos, pero no las tomé como puntos de referencia. Creo que nunca puede asegurarse que una película es una copia de otra. Cada obra es producida dentro de un contexto específico e irreproducible. A menudo, los críticos se refieren a otros cineastas diciendo que copian a Kiarostami, y, aunque entiendo a qué se refieren, no estoy de acuerdo. Toda película es original.

SEnDCopia certificadadefiende que una buena copia de La Giocondao del Davidde Miguel Ángel tiene tanto valor como el original. ¿De verdad está de acuerdo?

-Por supuesto, el valor de un obra original queda ratificado a través de la copia. Las copias están mucho más expuestas a las miradas, así que sirven para dar a conocer el original a mucha más gente. Y créame que cuando alguien contempla la reproducción deLa Giocondapor primera vez, la imagen que se fija en su cabeza no es la de una copia, sino la deLa Giocondaoriginal.

-Señor Kiarostami, últimamente ha sido usted muy explícito en sus críticas al gobierno iraní. ¿Tiene miedo de posibles repercusiones?

-Ya he vivido esas repercusiones. Mis películas no se estrenan en Irán, y el Gobierno no me ha dado permiso para rodar el guión de la próxima, así que la voy a rodar en Japón. El mayor peligro que yo afronto es la muerte artística.

-¿No sería más fácil para usted vivir fuera de Irán?

-Supongo que si examinas de modo objetivo las condiciones necesarias para tener una existencia pacífica, como director o como persona, la vida para mí sería mucho más fácil en Occidente, más cómoda. Pero yo no puedo pensar en esos términos. Soy iraní, pertenezco a esta patria, y lo digo sin ningún tipo de nacionalismo absurdo. Me duele mucho lo que pasa en mi país, pero no puedo irme.

-En el pasado festival de Cannes, usted afirmó que el Gobierno iraní pone palos en las ruedas de los artistas. ¿Por qué lo hace?

-Nos tienen miedo. El arte es creatividad, es imaginación, y el Gobierno teme a quien piensa por sí mismo y no se limita a obedecer.