NOVEDAD

Mutantes en el Carmel

ERNEST ALÓS
BARCELONA

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marc Pastor, agente de la policía científica de los Mossos, sorprendió hace un par de años con La mala dona, la historia de una asesina de niños en el Raval. Ahora vuelve a hacerlo con una novela fantástica en la que explota y comparte su pasión por la ciencia ficción de los años 50 del siglo pasado y por las series de televisión de la última década: El año de la plaga (RBA / La Magrana), el relato de una epidemia trasmitida por unos misteriosos eucaliptus en la Barcelona actual, con batallas apocalípticas en lo alto del Carmel y la torre de la maternidad de Vall d'Hebron.

«El referente básico es la trilogía de la paranoia, Soy leyenda, Los ladrones de cuerpos y El día de los trífidos. El título, El año de la plaga, viene de la primera página de Soy leyenda. Allí, Robert Neville, en su casa, se pone  el disco de la ópera El año de la plaga, que por supuesto es una invención de Richard Matheson», explica.

CINE, LIBROS, TV... / Pastor (Barcelona, 1977) ha llegado a la entrevista vestido de verde (guiño), con una camiseta en la que un zombie decapitado (otra de sus pasiones) escucha un ipod. A la hora de escribir diálogos manifiesta su «envidia» por el guionista Aaron Sorkin (El ala Oeste, La red social...), la novela se abre con la letra de una canción de Martha and the Vandellas, confiesa su pasión por series que han revolucionado la narrativa audiovisual como The Wire, Lost («lloré con el final»), Fringe (estoy flipando al ver cómo va a más»)... Durante una larga conversación, cita más referentes de la cultura pop que estrictamente literarios (Calders, Perucho, Sánchez Piñol; lamenta que en catalán se explote poco la literatura de género, o la promiscuidad de las letras con el comic, internet o lo audiovisual). Pronto llevará una camiseta con una frase que pronuncia uno de sus personajes y que asume como lema personal: «Culturalmente disperso».

Una de las dificultades que ha superado Pastor es la de transitar por un tema relativamente previsible, con precedentes bien conocidos, sin que por ello el lector pierda el interés. «Bueno, todas las historias están explicadas, pero se pueden explicar de muchas maneras diferentes», reconoce. Como jugando con «la duda de si estás en el lado del bien o del mal» o utilizando como gancho la  localización geográfica: «Es la Barcelona que no sale en las guías. Igual que los abuelos son invisibles para la gente, estas zonas, Nou Barris, Carmel, Vall d'Hebron, van mutando,  tienen cambios brutales que mucha gente no ve porque están apartadas incluso físicamente  de la Barcelona que todo el mundo ve».

Pese a su profesión y a haber ganado un premio de novela negra, el protagonista no es un policía. «Tenía que se un trabajador social, porque pueden darse cuenta de cuándo hay algo que no funciona en el eslabón más débil, que son los ancianos. Tienen un nivel de confianza que no puede tener un policía».

Las series que admira se caracterizan por dejar flecos abiertos a la interpretación y la discusión. En su libro, «la evolución del personaje queda cerrada, pero el lector puede hacer sus teorías». La numeración de las páginas queda congelada durante un centenar de ellas, siempre en la  en la 214. ¿Por qué?