Nueva tendencia de los veteranos del rock

Los clásicos del pop buscan cobijo en las raíces del blues y el folk

De izquierda a derecha, los músicos Robert Plant, Eric Clapton, Neil Diamond y Tom Jones.

De izquierda a derecha, los músicos Robert Plant, Eric Clapton, Neil Diamond y Tom Jones.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Son veteranos que ya lo han conseguido todo en el campo comercial y tienen su ración de ego bien servida. Saben lo que es coleccionar discos de oro, llenar grandes recintos y satisfacer, en fin, los deseos del gran público. Se han pasado décadas trabajando codo a codo con productores y arreglistas para diseñar ese sonido que compita en el top 10 y gane todas las partidas. Y ahora, almacenados los trofeos y hartos de competir con nuevos ídolos de laboratorio y productos efímeros, han dicho basta. Sus nuevos discos se distancian del pop de consumo, de la superproducción y de la idea de hit, y buscan inspiración, gratificación y, quizá, credibilidad en las raíces de géneros como el folk, el blues y el gospel.

Neil Diamond fue un pionero de esta tendencia cuando, en el 2005, fichó a Rick Rubin (productor de los valiosos discos de madurez de Johnny Cash) y desnudó sus artes en un disco basado en su voz y su guitarra acústica, 12 songs. A raíz de esa apuesta por la austeridad, Diamond hizo declaraciones certeras. «Sin darme cuenta, mis discos se habían hecho más y más grandes, y mis canciones, más y más pequeñas», reflexionó entonces. Una ácida crítica a las superproducciones discográficas que habían envuelto su carrera durante décadas. Kris Kristofferson siguió sus pasos con el intimista This old road (2006), producido por Don Was.

BUSCANDO LAS ESENCIAS / Ahora, en el otoño del 2010, han coincidido en el mercado media docena de lanzamientos destacados que siguen esa consigna. Trabajos de estrellas otoñales del pop y el rock (todas se sitúan entre los 60 y los 70 años) que dialogan con conceptos como feeling, esencias, autenticidad y raíces.

Años atrás habría sido inimaginable que una figura pop como Elton John grabara un disco a medias con el respetadísimo pero semidesconocido Leon Russell, un tipo que en los años 60 y 70 jugó un papel en grabaciones de Phil Spector, Joe Cocker, Eric Clapton y los Stones. Ni que contara con gente como T-Bone Burnett, prestigioso productor de Los Lobos y Elvis Costello, y de creadores de culto como Joe Henry y Gillian Welch. Hoy, esa triple alianza es posible y se concreta en un disco, The union, que sale mañana a la venta.

El trabajo combina géneros como el blues, el gospel y el rock'n'roll con la balada eltoniana de coros épicos (como en la pieza When love is dying), y confirma el alejamiento del músico británico respecto al pop más directo y los arreglos electrónicos, y el regreso al piano como corazón de su propuesta. Un giro insinuado en sus discos publicados en la última década, como Songs from the west coast.

Más abrupto es aún el cambio consumado por Tom Jones en su nueva obra, Praise & blame. Tras vivir, en los 80 y 90, un par de repuntes de popularidad (su versión de Kiss, de Prince, y el disco de dúos Reload), y explotar su papel de eterno depredador sexual, el galés sorprende con un disco crudo y oscuro, con ambición mística. Adapta piezas de John Lee Hooker y de la cantante de gospel Rosetta Tharpe, y se acerca al sonido viscoso de un Daniel Lanois. Una aventura que no desató la euforia en las oficinas de Island Records. David Sharpe, vicepresidente de la discográfica, que fichó a Tom Jones el año pasado por un millón y medio de libras (1,7 millones de euros), mandó un mail a sus colegas, tras escuchar el disco, en el que lo calificaba de «broma enferma» y exigía la congelación del proyecto. «Paradlo inmediatamente o devolvedme mi dinero», pidió el directivo discográfico (sin éxito).

SIN NOSTALGIA / Otro caso llamativo es el de Robert Plant. Su carrera en solitario nunca llegó a cuajar, y el recital de reunión de Led Zeppelin en Londres, en el 2007, tenía aspecto de antesala de una gira mundial. Pero, precisamente entonces, Plant estaba muy motivado con su proyecto roots con Alison Krauss, así que dejó plantado a Jimmy Page para seguir apostando por una línea de trabajo que ahora cristaliza en Band of joy. Un disco donde tira de folk, bluegrass y otras especias rompiendo puentes (no sabemos si para siempre) con su ya lejano papel de sex symbol del rock duro.

También Eric Clapton se refugia en las raíces. El guitarrista se acercó a los temarios clásicos en From the cradle (1994) y Me and Mr. Johnson (con canciones de Robert Johnson, 2001). En su nueva obra, significativamente titulada Clapton, hace borrón y cuenta nueva con su pasado de estrella del rock. Es una grabación con sabor, lejana a los discos que le colocaron en la lista de ventas en otros tiempos, cuando llegó a contar con Phil Collins como cómplice. Y, en términos de ventas, es el mejor recibido de sus últimos cinco trabajos.

Producciones naturales y viajes a los orígenes de la música popular. Operaciones que ligan con el gusto de un público que crece en paralelo a las estrellas. Los nuevos y austeros discos de estos clásicos del rock son también bienvenidos por los castigados departamentos de tesorería de las discográficas.