El festival de cine fantástico de Catalunya

'Secuestrados' impacta con su visión de un violento asalto

El filme de Miguel Ángel Vivas llegó ayer a Sitges tras su éxito en el Fantastic Fest

Miguel Ángel Vivas, director de 'Secuestrados', abraza a Manuela Vellés, Ana Wagener y Fernando Cayo, ayer.

Miguel Ángel Vivas, director de 'Secuestrados', abraza a Manuela Vellés, Ana Wagener y Fernando Cayo, ayer.

JULIÁN GARCÍA / Sitges

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El Fantastic Fest de Austin, en Tejas, es uno de los principales escaparates mundiales del cine fantástico y de terror. Hará cosa de diez días, una película española, Secuestrados, del sevillano Miguel Ángel Vivas, se hacía con el premio a la mejor película y al mejor director. «Me lo dijeron y te juro que pensaba que era una broma. ¡No podía ser!», explica Vivas a este diario. Está por ver si en Sitges, donde ayer fue proyectada en la sección oficial a competición, rebañará algún galardón, pero al menos dejó en el Auditori el impacto de su atrevida propuesta: el relato hiperrealista, a través de 12 planos secuencia, de un violento asalto doméstico a cargo de tres encapuchados con escasos miramientos por la vida ajena.

A medio camino entre la efectividad y el efectismo, Secuestrados perturba por su realismo sin concesiones. «Esto ha sido un salto al vacío. Pero conmigo han saltado los actores. No es que finjan lo que les está pasando, es que lo sienten», asegura un eufórico Vivas, que solo tuerce el gesto cuando se le pregunta por qué ha puesto nacionalidad albanesa a los asaltantes. «Puf, me sentiría fatal si se hiciera una lectura negativa o política de eso. Decidí que fueran así porque, según lo mucho que he leído sobre el tema, en el 90% de los casos los asaltantes son de esa nacionalidad».

TRIUNFO FINLANDÉS / La sección oficial se completó ayer con dos, digamos, rarezas. La primera, Rare exports: a Christmas tale, de lo mejorcito, si no lo mejor, que hemos visto en el festival. Divertido a matar, el filme del finlandés Jalmari Helander es un perverso, tronchante cuento navideño sobre la figura de Santa Claus que destila un irresistible freakismo nórdico. No extrañará si se lleva el premio del público, si atenemos a las risas y los aplausos que acompañaron a su proyección.

La segunda, la argentina Fase 7, de Nicolas Goldbart, entraría, en cambio, en el territorio del bluff. Comedia apocalíptica sobre la gripe A con Federico Luppi, parece un corto anabolizado y, pese a algún gag brillante, se hace sencillamente interminable.