DRAMA

'Carancho' , violencia cotidiana y corrupción

Quim Casas

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El cineasta argentino Pablo Trapero ha ido suavizando posturas desde que debutará en 1999 con la independiente Mundo grúa. Sin variar de postura ética y estética, sus siguientes filmes han buscado un mayor calado popular barajando temas más reconocibles y coqueteando con un tipo de cine más industrial, algo que por otro lado le ha ocurrido a casi toda la desafiante hornada de directores argentinos de la que forma parte con Lucrecia Martel.

Con Carancho, más que en su anterior Leonera (un drama carcelario), Trapero logra equilibrar los modos del cineasta airado con los del realizador absolutamente profesional que realiza una película para el gran público. La presencia de Ricardo Darín, formando antagónica pareja con Martina Gusman, esposa de Trapero y productora de la película, ayuda en este sentido, pero lo que vale es la desnudez con la que filma la violencia cotidiana, la corrupción del sistema y las reacciones al límite.

Darín es un picapleitos que vive de provocar accidentes de tráfico que se producen en Buenos Aires para estafar a las aseguradoras, mientras que Gusman encarna a una asistenta médica que se ve involucrada en sus turbios asuntos. Lo dicho, dos personajes antagónicos sumidos en una espiral de situaciones límite relatadas entre la tragedia urbana y el thriller seco y funcional.