PUBLICACIONES LEGENDARIAS QUE HAN MARCADO A VARIAS GENERACIONES DE LECTORES

Bruguera cumple 100 años

UNA GRAN FAMILIA. Entre los que ayer celebraron los 100 años de Bruguera había dibujantes, guionistas y familiares de algunos ya fallecidos. De izquierda a derecha, Enrich, Jordi Bayona, Joso, Alfons López, Toni Guiral, Rafael Cortiella, Francisco I

UNA GRAN FAMILIA. Entre los que ayer celebraron los 100 años de Bruguera había dibujantes, guionistas y familiares de algunos ya fallecidos. De izquierda a derecha, Enrich, Jordi Bayona, Joso, Alfons López, Toni Guiral, Rafael Cortiella, Francisco I

ANNA ABELLA / Barcelona

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Aunque Mortadelo y Filemón están en plena forma, empieza a ser difícil explicar a las nuevas generaciones abducidas por el manga y los videojuegos qué era Pulgarcito o quiénes son Las hermanas Gilda, Zipi y Zape o El capitán Trueno. Pero si ustedes han superado la barrera de los 35 años, como decía ayer en la Fundació Suñol, en Barcelona, el periodista y especialista en cómic Antoni Guiral, «seguro que reconocerán más de una de las publicaciones de Bruguera» porque «forman parte de la educación sentimental de todos» y «forjaron la identidad social y cultural de millones de personas».

Ayer fue día de celebración. Este año Bruguera adquiere la condición de editorial centenaria y el regalo llegó de la mano de Guiral, que presentó 100 años de Bruguera, un volumen ilustrado, publicado por Ediciones B, en cuyas 168 páginas ha condensado con voluntad divulgativa la historia de la legendaria empresa familiar, fundada en 1910 por Juan Bruguera, cuyo bisnieto, Joan Bruguera, arropaba ayer al autor. Ante ellos, un nutrido auditorio en el que, además de miembros de la familia, no faltaron dibujantes y guionistas históricos de Bruguera, como Francisco Ibáñez, Víctor Mora, Jan, Rafael Cortiella y Jordi Bayona.

VÍNCULO CON LA REPÚBLICA / Guiral, que recalcó el espíritu y las ganas de Juan Bruguera, «un «joven emprendedor de 25 años, que decidió fundar una editorial en un país con una tasa de analfabetismo del 60%», recorre la trayectoria de una empresa que nació con el nombre de El Gato Negro y que en 1940, tras los «difíciles años de la guerra civil en que faltaba papel y materias primas», se rebautizó como Bruguera. Los motivos del cambio, aunque según la familia pudieron ser porque «sonaba más serio», el autor opina que hay que buscarlos «en la necesidad de romper el vínculo entre el gato y la República».

Tras morir el fundador en 1933, sus hijos, Francisco y Pantaleón, perpetuaron la herencia editorial. El primero «luchó en el bando republicano y estuvo prisionero -apunta Guiral-, y durante la guerra El Gato Negro fue intervenida por la CNT y publicó coleccionables en los que salían militares del Ejército Popular e incluso el cómic Rataplán, que era un símbolo de la República».

ACERCAR LA LITERATURA / Guiral insistió en «la voluntad de la editorial de acercar la literatura a la gente». «Eran productos muy populares y a precios bastante económicos que permitieron a muchos el acceso a la cultura». Porque además de tebeos como Pulgarcito, Din Dan y El DDT, cromos, recortables y folletines por entregas, Bruguera editó colecciones que «hicieron que los jóvenes se interesaran por la lectura, como Joyas literarias juveniles e Historias Selección», que adaptaban clásicos de Verne, Salgari o Twain combinándolos con cómic. O la acertadísima colección Libro Amigo, nacida en 1965, que «aportó literatura de calidad de todos los tiempos y los países». Entre los grandes del catálogo, Baroja, Balzac, Borges, Capote, Cela, Cortázar, Flaubert, García Márquez, Kafka...

Y llegó la Escuela Bruguera, como la bautizó Terenci Moix, que marcó el mundo de la historieta en España con una nómina de autores inolvidable. Ya en los 70 Bruguera enviaba a los quioscos más de cuatro millones de revistas mensuales.

En 1986 empezó la tercera gran etapa de la empresa hoy centenaria. Ediciones B, editorial del Grupo Zeta, adquirió el fondo de Bruguera. Hoy sigue reeditando títulos y series emblemáticas y publicando nuevas historias de Mortadelo y Filemón, gracias a un activo Francisco Ibáñez, o renacidas viñetas de El capitán Trueno (con el permiso de Víctor Mora y Ambrós), de la mano de Joan Boix y Ricard Ferrándiz.

El propio Ferrándiz, viendo ayer reunidos a tantos insignes de Bruguera, apelaba a «la nostalgia» de quienes como él crecieron «leyendo tebeos como Tío Vivo o Pulgarcito y las Historias Selección» para recordar unas publicaciones que han hecho historia. Su éxito quizá haya que buscarlo en el libro de Guiral, que cita palabras de Francisco González Ledesma, quien prohibido por la censura publicó una prolífica serie del Oeste con el seudónimo de Silver Kane. «Las publicaciones de Bruguera fueron algo nuevo, burbujeante y divertido, que halló el terreno más abonado del mundo, y que además tuvo mérito, porque supo interpretar la sociedad que las acogía. Todos los problemas reales de los años 40 y 50 (el hambre, la vivienda, el machismo, la prensa sometida, la vida del matrimonio) (...) estaban presentes por primera vez en unas páginas donde cabía todo el mundo».