Los recuerdos

Al político, al cantautor, al amigo

Joan Saura

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AJosé Antonio Labordeta lo conocí por primera vez en el año 1976, en una fiesta popular en L'Hospitalet de Llobregat. Debía de ser una de las primeras veces que escuchaba Canto a la libertad y me emocionó. Como cantante y como artista, siempre estuvo fuertemente arraigado a los problemas de Aragón, pero también fue uno de esos tantos cantautores que contribuyeron a recuperar la democracia y la libertad, y sus canciones han acabado por convertirse en un canto universal.

Más tarde, tuve la suerte de coincidir con Labordeta en el Congreso de los Diputados -él en representación de la Chunta Aragonesista (CHA)-, y de sentarme a su lado en el hemiciclo durante tres años, entre el 2000 y el 2003, una legislatura dura que estuvo salpicada por la guerra en Irak. Allí descubrí al hombre: honesto, optimista, humilde, conversador, amigo de sus amigos; y al político, un diputado molesto e incómodo para el gobierno del Partido Popular (PP). Su contundencia, su coherencia y su claridad, con episodios inolvidables como el famoso «¡A la mierda!», conectaron fuertemente con la mayoría.

Hace 20 días visité a Labordeta en su casa, en Zaragoza, por última vez. La enfermedad se hacía claramente presente, pero él continuaba siendo el mismo José Antonio de siempre, un hombre lúcido, conversador, consciente de la gravedad de su situación. Recordamos episodios y anécdotas vividas, algunas recogidas en Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados; me dedicó su último libro Regular, gracias a Dios, y nos despedimos.

Ya de regreso a casa, escuché de nuevo las canciones Canto a la libertad y Somos y, 34 años después del primer encuentro, me volví a emocionar recordando al cantautor, al político, al amigo.