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Arte y retos éticos

CARLES Duarte

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El arte actual tiene a menudo una dimensión transgresora e interpeladora. No le basta con crear belleza, sino que se convierte en un revulsivo que reclama una respuesta ética ante un presente volcado en el individualismo consumista o en la exacerbación de adhesiones religiosas, étnicas o ideológicas desde las que se niega al otro el derecho a ser diferente.

No se trata de poner el arte al servicio de una causa partidista, sino que contribuya a hacer emerger la conciencia cívica. La Fundación Vallpalou, constituida hace dos años alrededor de la pintora Teresa Vall Palou, es un ejemplo conseguido del compromiso de la sociedad civil en el impulso del mundo artístico. Desde su sede en Lleida lleva a cabo un interesante programa de actividades. El viernes pasado se inauguró una exposición del artista serbio residente en Francia Mihael Milunovic, con una sólida trayectoria de muestras individuales en varios países, pero no muy conocido entre nosotros.

Con el título Accumulate/Acumular, Milunovic nos presenta objetos concebidos como acumuladores de energía positiva, máquinas buenas de una apariencia que, como señala Joan-Francesc Ainaud, recuerda el constructivismo. Milunovic parte de dibujos que interpreta como mapas de la mente, que evolucionan hasta convertirse en arquitecturas.

Las obras de Milunovic incluidas en esta exposición contrastan con las que ha dedicado a cuestionar el modelo de sociedad basado en el antagonismo, que estimula el odio, y plantea, en palabras de Lóránd Hegyi, «una explicación casi mitológica del Bien y el Mal, el Yo y el Otro, el Amigo y el Enemigo» que proporciona una legitimación moral para cualquier acto cruel y brutal contra el Enemigo. Nacido en Belgrado el 1967, vivió la caída del régimen comunista y la violencia que alimentó una guerra que destruyó la convivencia y provocó matanzas espeluznantes. El trabajo de Milunovic, sin caer ni en el cinismo ni en el nihilismo, denuncia la irracional y perversa toxicidad del odio y los prejuicios, y responde a ello con una deconstrucción de la simbología usada para lanzar a una comunidad contra otra. La propuesta de Milunovic es, pues, estética, pero no olvida la vocación humanista del arte.