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Sergi Pàmies regresa con sus relatos más autobiográficos

El escritor Sergi Pàmies, ayer en la sede de la editorial Acantilado.

El escritor Sergi Pàmies, ayer en la sede de la editorial Acantilado.

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Sergi Pàmies (París, 1960) conoció a la que hoy es su mujer porque ella le avisó de que llevaba los cordones de los zapatos desatados. Desde entonces afirma que lleva mocasines. Sus padres le engendraron después de ver la película de Fellini Las noches de Cabiria. Fue un niño del exilio republicano, que lleva el apellido de su madre, la escritora Teresa Pàmies, porque su padre, el líder del PSUC Gregorio López Raimundo, vivía en la clandestinidad. Hace tres años su padre murió y para él fue muy importante elegir la corbata con la que lo enterraron. Todas estas historias

autobiográficas y otras que no lo son forman parte de La bicicleta estàtica La bicicleta estàtica(Quaderns Crema), el nuevo, y breve, libro de relatos del escritor catalán, que llegará mañana a las librerías.

PEDALEAR SIN AVANZAR / Cuatro años después del celebrado Si menges una llimona sense fer ganyotes (premios Ciutat de Barcelona y Lletra d'Or), Pàmies vuelve con un título que tiene que ver con su generación. «La bicicleta estática aparece cuando uno tiene entre 40 y 50 años porque el médico te dice que hagas ejercicio pero acaba en un rincón recordándote todo lo que no has hecho, -explicaba ayer en una entrevista con este diario-. Es un objeto absurdo porque pedaleas pero no te mueves. Es como una ironía sobre el sentido de la vida, el pedalear sin avanzar».

Son 19 cuentos cortos en los que Pàmies se ha esforzado «por eliminar toda amargura» aunque contienen «ideas tristes». ¿Por qué ahora la autobiografía? «Siempre he sido muy reacio, prudente y pudoroso a dar información sobre mí. Pero piensas, ¿por qué inventarme un hombre si hablo de mí? No son memorias pero he usado información propia convirtiéndola en ficción para reflexionar sobre el amor, la muerte...».

El amor, la pareja, un tema que antes le obsesionaba y ahora, dice, disecciona: «Me limito a describir situaciones relacionadas con el desamor, el amor estropeado y el defectuoso. Si hubiera una manifestación contra el amor y sus expectativas, iría. Le damos mucha importancia, genera grandes expectativas y el resultado es decepcionante. Es un gran espectáculo, pero luego dices: 'Devuélvame el dinero'. La gente lo relaciona con ser feliz y eso es una estafa, márketing existencial. Esa presión hace infelices a muchas parejas».

La reflexión no acaba ahí: «A los 50 te das cuenta de que el 90% de tu vida consiste en cuidar a los padres, los hijos, la pareja; en atender la intendencia que dice que hay que pagar las facturas. Debo procurar que todo esto me haga feliz. Reivindico esa intendencia como el sentido de la vida».

¿Y la nostalgia y la esperanza extirpadas a un paciente en uno de los cuentos? «Juntas son nocivas. Mi canción protesta sería contra la nostalgia prefabricada del 'Chanquete ha muerto' o el creer en cosas imposibles». El libro cabe en el bolsillo pero las ideas «intensas, como explosiones» rezuman: el suicidio ante el pánico a las responsabilidades, el papel de los chats o la incapacidad de leer, entender y mitificar El principito.

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