recuerdo de un concierto de verano

El 'ja sóc aquí!' del rock'n'roll

Bruce Springsteen // Barcelona, 3 de agosto de 1988 // Camp Nou

JORDI BIANCIOTO / Barcelona

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Los fans de Bruce Springsteen que asistieron a su debut barcelonés, el 21 de abril de 1981, constituyen un club odioso. La mayoría deberían ser multados por plastas: tanto «yo estuve allí y tú no», esas miradas condescendientes a los que se estrenaron en citas posteriores (Montpellier, 1985; Camp Nou, 1988...). Sí, la experienciapata negradel Palau d'Esports nunca podrá igualar en la liga de la autenticidad al baño de masas del campo del Bar-ça. Pero, ¿no es contradictorio presumir de elitismo cuando hablamos del artista de masas por excelencia? Pocas cosas hay más genuinamentespringsteenianasque un buen concierto de rock en un estadio.

Aquel recital del Camp Nou fue el feliz desenlace de una agonía. Cuando comenzó la fase europea de la gira, el 11 de junio en Turín, la capital catalana no estaba incluida en el itinerario. Las negociaciones transcurrían mientras eltour iba avanzando, y losfans se crispaban. A medida que pasaban días y semanas, cada vez se veía más negro. La prensa seguía el proceso: «Springsteen actuará a finales de julio», «definitivamente, no viene», «será el 4 de agosto», «no, el 3»... Aquel mes de julio de 1988, este cronista se cansó de introducir dinares yugoslavos y liras turcas en las ranuras de mugrientas cabinas telefónicas intentando averiguar qué demonios ocurría.

SALTO DE ESCALA / Por fin, llegó la buena nueva: la ONCE y un promotor efímero, DPM, y no Gay Mercader (organizador del recital de 1981) ni Doctor Music (que se agenciaría al artista a partir de la gira de 1992) confirmaban actuaciones en Barcelona y Madrid. Recitales en grandes estadios que suponían un salto de escala en el rock de la época. Quedaban pocas semanas, pero se despacharon 80.000 entradas para el Camp Nou en un tiempo récord.

Los recitales en estadios tienen mala prensa, pero son como las manifestaciones: a veces, son necesarios. Dan una dimensión física al asunto y te hacen sentir parte de algo más grande, que trasciende la montura de tus gafas. Tratándose de Bruce Springsteen, el portador de los grandes valores humanistas, el formato tiene todo el sentido del mundo. Aunque permita frivolidades provocativas, como iniciar elshow gritando «ja sóc aquí!» al estilo de un Tarradellas del rock'n'roll.

Los carteles anunciaban «cuatro horas de rock», como valoradas a peso, y así fue. Un recital en dos partes, donde la E Street Band se amplió con una sección de viento que introdujo sabores soul al repertorio. Empezó conTunnel of love, a la que siguieronBoom boom (John Lee Hooker),Adam raised a Cain, Downbound train... La cosecha del nuevo disco, material ochentero deBorn in the USAyThe river, y unos pocos viajes a los 70.

Una selección de manual destinada al gran público, que admitió algunas piezas interioristas del nuevo disco (All that heaven will allow, Tougher than the rest) y acabó salpicada por versiones:Chimes of freedom(Dylan),Land of thousand dances(el éxito de Wilson Pickett, fundido conLight of day),War (popularizada por Edwin Starr),I'm a coward(recreación deGino's a coward, de Gino Washington) y, en los bises,Can't help falling in love(guiño a Elvis) y los festines de música negra deSweet soul music,Raise your hand yHavin' a party, fundidos con un maratonianoTwist and shout.

Springsteen y la E Street Band (con una Patti Scialfa ya convertida enpartenaireextraoficial del ídolo, aún casado) arreglaron el desencuentro que, en 1985, dejó fuera a Barcelona de la giraBorn in the USA. Desde entonces, no han dejado de visitarnos. La última vez, 20 años después, en el 2008, doblando la apuesta con sendas noches en el Camp Nou. ¿Gigantismo? ¿Espectáculo? El rock'n'roll también es eso.