crÓnica

El FIB se redime con Gorillaz

Damon Albarn ofreció uno de los mejores conciertos de la historia del festival

Damon Albarn, líder de Gorillaz.

Damon Albarn, líder de Gorillaz.

ÁLVARO GARCÍA MONTOLIU
BENICÀSSIM

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Las caras de alegría en la caseta de la organización lo decían todo. Gorillaz acababan de dar, el domingo, uno de los conciertos más importantes de la historia del FIB, lo que  sirvió de redención en un año algo descafeinado en lo musical y con un 37% menos de asistentes.

FESTÍN AUDIOVISUAL

Lo de Gorillaz fue una actuación que queda grabada a fuego. El despliegue de producción era descomunal, con sección de cuerdas, orquesta siria y estrellas invitadas: Kano, Little Dragon, De La Soul y Bobby Womack. Todo ello aderezado con espectaculares proyecciones obra del dibujante Jamie Hewlett, que lanzó videoclips y la imagen de algunos de los ausentes (Shaun Ryder de Happy Mondays y Snopp Dogg). Si esto no bastó para convencer al público, los de Damon Albarn, con dos exmiembros de The Clash, Paul Simonon y Mick Jones, alternaron con eficacia diversos estilos: hip hop, electrónica sutil, dubstep y sus habituales pildorazos pop.

REGRESIÓN LISÉRGICA

Que los 90 han vuelto ya no lo duda nadie. Los cabezas de cartel del sábado, The Prodigy, incendiaron el escenario Verde a base de ritmos atronadores. Una de las bandas de la época que faltaba por regresar, Leftfield, alargó la fiesta de Gorillaz con similares armas. No estuvo Afrika Bambaataa, ni el otro miembro, Paul Daley, pero Neil Barnes se sirvió de una solvente banda. Lo que sí había eran unos visuales cibernéticos de escándalo. Y el cierre con Phat Planet fue de lo mejor que le pasó al festival en esta edición.

TEMIBLE 'ROJA'

El triunfo de la selección se notó. Aterrador fue ver a un individuo con la camiseta de España y la máscara de Scream. Hot Chip y Mumford & Sons felicitaron al equipo. Uno de los miembros de The Temper Trap vistió la Roja, lo mismo que Kano, que escogió el dorsal 6 de Iniesta con su nombre detrás.

CITA INTERNACIONAL

Con un 60% de extranjeros, el idioma oficial del festival volvió a ser el inglés. Tanto, que los empleados se congratulaban cuando alguien les hablaba en castellano. Entre los foráneos hubo de todo, gente amabilísima o lanzadores de vasos con orina. Ayudó a aguantar los empujones que hubiese menos gente y más espacio. Por la vía que conecta el Verde con el resto de escenarios se andaba con fluidez y coger buen sitio en los conciertos fue tarea fácil.