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Sentir el universo

CARLES Duarte

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Impresionante, la fotografía del universo del telescopioPlanckdivulgada la semana pasada. El calor invita a contemplar el cielo de noche y son habituales en agosto los encuentros para ver las lágrimas de San Lorenzo, cuando fragmentos de polvo del cometaSwift-Tuttle, llamados Perseidas, entran en contacto con la atmósfera de la Tierra. La inauguración del Observatori Fabra dio un impulso a los trabajos astronómicos en nuestro país y, más de cien años después, continúa siendo un punto de referencia para los amantes de la astronomía, que durante el verano encuentran la posibilidad de escuchar conferencias al aire libre y hacer observaciones con el telescopio.

Desde nuestras dimensiones personales, concretas, el universo nos confronta con el infinito. Teniendo en cuenta la gran distancia que nos separa de muchos astros y pese a la enorme velocidad de la luz, mirar las estrellas es ver el pasado, o sea una imagen de hace millones de años. Cuando dejamos navegar nuestra mirada por el mapa que los astros dibujan dentro de la noche, nos sentimos empujados hacia un doble impulso, uno racional y científico, que nos lleva a comprender y describir el universo, y otro dominado por la imaginación y la fantasía, que llevó a los griegos a asociar a los astros historias mitológicas, como las de las Pléyades y las Híades, que Zeus situó en el cielo conmovido por su llanto a raíz de la muerte de su hermano Híes en una cacería.

Se conservan documentos antiguos del estudio de los astros, como las tablillas babilónicasEnuma anu enilo el atlas chinoDunhuang, y fueAristarco de Samosel primero en postular que la Tierra giraba en torno al Sol, a pesar de que el modelo geocéntrico deTolomeono fue cuestionado definitivamente hastaCopérnicoyGalileo,ya en el siglo XVI. Ahora la investigación astrofísica nos plantea el modelo de un estallido inicial a partir del que el universo se expande y revisa la interrelación entre el espacio y el tiempo. Pero las constelaciones continúan evocando a héroes y amores antiguos, y estrellas con nombres árabes nos hablan de pastores y nómadas que hallaban en ellas un mapa donde orientarse. Y en palabras tan corrientes como lunes o viernes nombramos a la Luna o a Venus.