LA OPINIÓN

Nolan, el cineasta de la psique

JULIÁN García

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Las primeras críticas publicadas en Estados Unidos sobre Origen ponen, literalmente, el vello de punta. Abundan las cinco estrellas y las inflamadas exclamaciones de elogio: «Magistral», «estimulante», «hipnótica» o «endiabladamente convincente». Las comparaciones y referencias apuntan a la solemne profundidad de un Kubrick o un Tarkovsky, pero también al irresistible sentido del espectáculo de Matrix o Casino Royale. Todo nos lleva a pensar, pues, que estamos ante una obra mayúscula del género fantástico, tan capaz de engrasar la maquinaria mental del espectador como de triunfar en la taquilla.

Origen relata los avatares de un tipo, Leonardo Di Caprio, cuyo trabajo es apropiarse de los secretos del subconsciente justo en el momento en que su víctima duerme. En este sentido, Origen se vislumbra como la feliz culminación del arriesgado viaje a los meandros de la mente humano que Christopher Nolan inició en 1998 con su ópera prima, Following, pequeña perla del film noir sobre un escritor obsesionado en seguir a gente al azar; y que continuó con Memento, ese fascinante puzle cíclico sobre un hombre incapaz de recordar lo que había hecho cinco minutos antes.

El cine de Nolan es una compleja indagación de la psique combinada con una extraña habilidad para el entretenimiento, como lo demostró en Batman begins y El caballero oscuro, donde sentó al Hombre Murciélago, como no podía ser de otro modo, en el diván del psiquiatra.