crónica

Aerosmith, amigos para siempre

El grupo exhibió cohesión en un cómodo 'grandes éxitos' en el Sant Jordi

JORDI BIANCIOTTO / Barcelona

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Aerosmith ha descubierto que, en el rock, el público premia la longevidad y la unidad, y que las escisiones (y más aún, del cantante) se pagan. Así que solo unos meses después de tirarse los trastos a la cabeza, Steven Tyler y Joe Perry escenificaron el domingo en el Palau Sant Jordi su reencuentro armónico con un grandes éxitos más orientado al público que les descubrió en la era MTV que a sus fans de línea dura. Lleno en la sala, con 18.000 personas, el doble que en sus visitas de los 90, en sus años de esplendor.

Una noche de déjà vu impepinable para quien hubiera visto el grupo en aquellas giras. Para los demás, fácilmente más de la mitad del aforo, la colección de singles de éxito, interpretada con oficio e intensidad, era justo lo que esperaban. Empezar con Love in an elevator es despejar dudas desde el minuto uno. De las 19 canciones, solo siete eran de los 70.

EDAD DE ORO MADURA / Cayeron casi todos los sencillos de su edad de oro madura: Eat the rich, Pink, Livin' on the edge, Rag doll... Baladones melodramáticos (What it takes, Cryin', I don't want to miss a thing, esta con imágenes de Liv Tyler, hija del cantante, en Armageddon) y más de un tic susceptible de revisión: solo de batería, larguísimo momento Perry combinando la guitarra y un theremin, y una abusiva secuencia bluesística con Baby please don't go, innecesaria para una banda con tanto material propio.

Los guiños a los fans veteranos llegaron al final: Draw the line, Dream on, Walk this way y Toys in the attic. Perry se despidió con una frase irónica: «Esperamos volver, y hacerlo con nuestro cantante». Señor Tyler, no haga locuras.