UN 'THRILLER' DUBLINÉS

Espectros irlandeses

La escritora y actriz Tana French juega al engaño con los demonios familiares de la nueva y la vieja Irlanda en la inquietante novela negra 'El silencio del bosque'

Actriz y novelista 8 Tana French, el pasado miércoles en el bar biblioteca del Central Hotel de Dublín.

Actriz y novelista 8 Tana French, el pasado miércoles en el bar biblioteca del Central Hotel de Dublín.

ERNEST ALÓS
DUBLÍN

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Tres niños se internan en un bosque cerca de Dublín, en 1984. Uno de ellos sale con las zapatillas ensangrentadas y la memoria en blanco. De los otros no se vuelve a saber nada. Veinte años más tarde, el niño amnésico es un policía de homicidios y debe volver a ese bosque: una niña ha aparecido muerta, junto a una mesa de sacrificios prehistórica. Este es el inquietante planteamiento de entrada de El silencio del bosque (RBA), el debut literario de Tana French que le valió el premio Edgar (el Oscar del género negro) a la mejor primera novela.

De esta apertura podría haber salido una novela fantástica a lo Stephen King. French, una actriz teatral nacida en 1973 en EEUU, que ha vivido en Italia y Malawi y se asentó a los 17 años en Dublín, amaga con ello, pero prefirió el género negro. Aunque precisamente, explica sentada en el bar-librería del centenario Central Hotel de Dublín, porque «una de las ventajas de la novela criminal de hoy respecto a la de hace 50 años es que las fronteras son más borrosas y se pueden integrar elementos de distintos géneros sin quedar aprisionado por las convenciones de este». Efectivamente, esta actriz y escritora evita más de una regla de oro de la novela negra, algo que en tiempos de producción en serie se agradece. Una de ellas, la que dice que al lector le gratifica que todos los misterios queden resueltos al final. Uno, y grande, queda inquietantemente abierto.

French tampoco plantea una cadena lineal de deducciones, sino una decena de pistas paralelas: ¿se trata de un caso de abusos de menores, de violencia familiar, de agresiones entre niños, está detrás una banda de moteros, un sangriento ritual, un caso de especulación urbanística? Una pista es cierta, las otras una absorbente orgía de macguffins a lo largo de casi 600 páginas.

Como French es irlandesa y no islandesa, no ha creado un policía alcohólico, depresivo y pasado de peso, sino una pareja de detectives (Rob y Cassie, protagonista ella de su segunda novela) que se achispan alegremente y mantienen una tensión sexual a lo Mulder y Scully. Y es que Irlanda tiene sus propios demonios que exorcizar sobre el papel. «Muchos. Muchos», asiente. «El tipo de crímenes de una sociedad dice mucho de ella. Lo interesante de la novela criminal es que es un medio para mirar al interior de una sociedad, para explicar cuáles son sus miedos y prioridades».

El tópico debería llevar a la aparición como abusador de un sacerdote siniestro o a un padre que se sopla la paga en el pub mientras las criaturas moquean en casa. Pero sería «un recurso barato» al que ha renunciado y además esta, aclara Tana French, no es la Irlanda del siglo XXI, el tigre celta hoy amansado. En la calle, las omnipresentes banderolas del día del orgullo gay (junto a las decoraciones alusivas al Mundial de fútbol ganan por goleada al Bloomsday joyceano) lo confirman. «Para mi generación, la autoridad de la Iglesia católica no significa casi nada en nuestra vida cotidiana. Otras autoridades y otra religión, la del dinero, han ocupado su lugar. Y esto ha tenido consecuencias morales: durante el boom, si eras rico no eras una persona más afortunada sino una persona mejor», explica.

Vicios de nuevos ricos

Por si no hubiera suficientes paralelismos reconocibles para el lector español, en la novela flota un escándalo de recalificaciones y obras públicas que pringa a políticos locales. «En 15 años hemos vivido cambios radicales, un boom económico que convirtió a Irlanda en un país de nuevos ricos seguido de una caída. Si alguien ha vivido en la miseria y de repente le toca la lotería pero sigue manteniendo vivo el miedo al hambre, no tendrá una manera sana de vivir la riqueza». Y además de la avaricia, otro trauma que late en el corazón de la sociedad irlandesa es una relación «muy extraña» con el poder: «Somos una antigua colonia: tendemos a obedecer a la autoridad, y a buscar a la vez cómo esquivar sus reglas». Sí, suena bastante más familiar que las investigaciones entre nieves, islas y fiordos.