POLÉMICA POR UN LIBRO

Pola Oloixarac, la autora de 'Las teorías salvajes', cree que la critican por ser mujer, joven y atractiva

ELENA HEVIA
BARCELONA

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Pola Oloixarac es a Argentina lo que la Generación Nocilla a España, un intento de modernidad transgresora. Solo que en la escena del país latinoamericano hay que poner muy alto el listón del atrevimiento porque allí los maestros, César Aira, Fogwill o Ricardo Piglia, ya han cruzado no pocas fronteras. Sea o no merecido, el runrún despertado al otro lado del Atlántico –en Argentina tiene tantos detractores como admiradores–, labombaPola Oloixarac ha puesto en el mapa el libroLas teorías salvajes, editado por Alpha Decay, un sello cada vez más volcado en las nuevas voces.

Oloixarac tiene 33 años, un diploma en Filosofía, inteligencia a raudales, pedantería juguetona, pocos prejuicios narrativos respecto al sexo, humor a lo bestia, ganas de dinamitar las creencias de sus mayores y, de paso, epatarlos. Para acabar de redondear el personaje, la autora tiene un físico que le permitiría trabajar como modelo.

Precedida de estas credenciales, la Pola Oloixarac que se presenta a la entrevista parece un clon angelical de la autoradestroyerque se esperaba a tenor de la novela. Incluso la clave de ese seudónimo exótico que se niega a revelar es casi un ingenuo recurso de instituto: en su pasaporte reza Paola Caracciolo y el Oloixoarac es simplemente su apellido al revés con el añadido de una equis exótica.

Lo que más ha impresionado delfenómeno Oloixaracen su país es la crítica que ella vierte, con tintes grotescos, sobre la politizada generación de sus padres. «Tenía ganas de pensar la violencia con un espíritu crítico y, en ese sentido, creo que mi discurso prolonga el de Piglia, que con su novelaRespiración artificialhizo un libro fundamental sobre el tema. Solo espero no haber hecho un libro excesivamente local».

La novela fue presentada en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires por un exmontonero, que aceptó de buen grado el varapalo generacional que le propinabaLas teorías salvajes. Pero junto a ese recibimiento y la bendición del propio Piglia también ha habido desconfianza e incluso animadversión.

Desmontar la épica

«Que se retracte», clamaba algún artículo. «Jamás había visto que a una primera novela se la tratara como si fuera un documento estalinista. En Argentina hay un gran interés porque el pasado revolucionario marxista tenga una épica que no se pueda desmontar y a mí precisamente eso es lo que me interesaba: desmontar», afirma, sorprendentemente, con total dulzura.

Tras esas consideraciones, Oloi-

xarac sospecha que nada de esto hubiera ocurrido si ella fuera un escritor con toda la barba y no una mujer joven y atractiva. «Muchos pensaron que César Aira o Fogwill, o ambos a cuatro manos, habían escrito la novela y que yo simplemente había prestado mi cara para la promoción. Jamás había pensado que mi país fuese tan neandertal». Tras la furia vindicativa, arría velas: «Pero no quiero aparecer como una víctima. Espero no haberme pasado».