RELATOS

Secundaria de lujo

JORDI PUNTÍ

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Me atraen los secundarios muy secundarios de las películas. Son como paredes de frontón para que los protagonistas puedan jugar y lucirse. Aparecen dos minutos, sueltan cuatro frases. Nunca aprendemos el nombre de esos actores y, un día, vemos su necrológica en el periódico, recordamos esa cara. ¿En qué película salía? Este es, en parte, el papel que juega Olive Kitteridge en los relatos de Elizabeth Strout (Portland, EEUU, 1956), ganadora del Pulitzer 2009. El título, pues, quiere reconocerle la presencia subliminal pero decisiva en el libro.

Las 13 narraciones se sitúan en un pueblo costero de Nueva Inglaterra, y en época actual. Compartiendo el modelo que hizo famoso Sherwood Anderson (Winesburg, Ohio), la autora narra episodios de diversos habitantes y así, persona a persona, construye una geografía física –el muelle, la escuela, el piano-bar, la farmacia, la iglesia– y a la vez moral. El retrato cotidiano que se obtiene es detallista, gracioso y sentimental (pero no cursi). La reflexión que destila sobre los estados de ánimo hace buena la sentencia de que en lo más local está lo universal. A menudo la realidad se pone en cuestión por efecto de los recuerdos, de una figura que vuelve del pasado para sacudir el presente: así, en el espléndidoMarea creciente, un joven regresa al pueblo que abandonó de pequeño, tras el suicidio de su madre.

El cuento número 14, podríamos decir, es el retrato de Olive Kitteridge que se perfila a lo largo del libro. Olive es cotilla, dominante, impertinente. La primera impresión no es de simpatía. Sin embargo, poco a poco los matices ganan peso y la hacen más compleja. En algún cuento aparece solo para hacer las preguntas necesarias para que la historia avance. En otros su presencia es clave para que los personajes se luzcan. EnUna pequeña alegría, uno de los mejores textos, su hijo acaba de casarse. Olive escucha a su nuera hablar con unos amigos sobre el hijo. La nuera dice: «Lo pasó mal, ¿sabes». La frase la turba y la lleva a revisar el amor que siente por su hijo... Es este un territorio de las emociones que la tradición norteamericana domina como ninguna. Strout escribe en la línea de Charles Baxter, por ejemplo, a la sombra de Alice Munro.

OLIVE KITTERIDGE

Elizabeth Strout. Trad.: Rosa Pérez / Esther Tallada. El Aleph / Edicions de 1984. 324 / 377 p. 20 €