UN DIVERTIDO EJERCICIO LITERARIO TRAS LOS PASOS DE QUENEAU

En 'Xocolata desfeta', Joan-Lluís Lluís narra de 123 formas un incidente en la calle de Petritxol

El escenario del crimen. Joan-Lluís Lluís, en la calle de Petritxol.

El escenario del crimen. Joan-Lluís Lluís, en la calle de Petritxol.

ERNEST ALÓS
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Un joven goloso (pongamos que el autor, Joan-Lluís Lluís, Perpinyà, 1963) quiere beberse su chocolate caliente en la calle de Petritxol. Pero ese jueves una joven morena, al grito de Jo també sóc de Cassà de la Selva!, lo apuñala. Dos días, después, en el hospital, un policía pregunta a la víctima si la agresora sonreía.

Hasta de 123 formas distintas explica esta microhistoria Joan-Lluís Lluís en su último libro, Xocolata desfeta. Y sus exercicis d’espill resultan no ser solo una emulación del original, los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau, sino que divierten. Que es de lo que se trataba, además de demostrar que «el catalán tiene muchos más recursos de los que la gente piensa».

Joan Lluís-Lluís explora géneros (telenovela, diario íntimo, bíblico, himno nacional, fábula, caligrama, haiku, relato de vampiros, receta de cocina, canción gospel), dialectos, trabas diversas (evitar la e, utilizar solo la a, o latinajos, o vulgaridades, o anglicismos, o monosílabos...), e imita a escritores diversos (¡y a pintores!)...

Ironía

Aquí es quizá donde brilla más, pero prefiere haberse limitado a sus autores favoritos «para no hacer solo un libro de pastiches literarios». Al modo de Ausiàs March (e me llança ab crits i vehentement lo nom d’un poble de lo septentrió), Verdaguer (al carrer Petritxol em duien mos passos), Salvat Papasseit (sina de xocolata sota la brusa blanca), J. V. Foix (vagava jo, seguint una oronella), Pla (3 de març. Sempre m’han agradat els dijous)...

Joan Lluís-Lluís también se venga de los redactores de reseñas y críticas literarias, contraportadas de libros y entrevistadores de radio. Y deja en evidencia el lenguaje políticamente correcto. «Es el capítulo más largo. Pero es que hablar políticamente correcto es agotador», se explica, sentado en la granja Dulcinea de la calle de Petritxol de Barcelona, claro.

La idea de seguir el ejemplo de Queneau fue un impulso, pero la redacción del libro ha sido laboriosa: «He tenido que hacer una exploración sistemática del catalán, en busca de arcaísmos y dialectalismos».

La conclusión a la que espera que también lleguen quienes se acerquen a Xocolata desfeta es que la lengua tiene muchas más teclas que tocar que las del «catalán de la televisión en la que se supone que tenemos que escribir todos».

Un consejo. Por más variadas que sean las aproximaciones al intento de homicidio de la pubilla de Cassà de la Selva, leer las 123 una detrás de otra puede resultar excesivo. «Espero que el lector se divierta, porque para mi escribir el libro ha sido un goce infinito, y espero que se transmita», dice Lluís. «Pero recomiendo ir picoteando un poco al azar», añade. Mojando el melindro en el catalán.