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Avatares de 'Avatar'

JORDI Puntí

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La entrega de los Globos de Oro, el pasado domingo, certificó una vez más la tendencia a premiar el dinero de Hollywood por encima de la creatividad.Avatar,deJames Cameron,el filme de los seres azules que todo el mundo ha visto, ganó el premio a mejor película y mejor director, y se perfila como favorita para los Oscar. He aquí una situación injusta.

No hay duda de queAvatardebería llevarse todos los premios técnicos, por sus efectos especiales y –dicen– su cámara innovadora. Podría incluso aspirar a los premios de mejor animación (aunque UpyThe Fantastic Mr. Foxle hacen la competencia), pero la historia que cuenta y sus actores no están a la altura de otros aspirantes de este año, comoPreciousoUn tipo serio, por citar solo un par de ellos.

A pesar de sus casi tres horas de metraje y su aureola innovadora, es difícil encontrar enAvatar alguna idea original que no sea un refrito de algo ya visto. De acuerdo, hay que darle crédito por su renovación del género en 3D, y la crítica al colonialismo belicista de Estados Unidos no está mal (aunque en tiempos deObamaes más fácil colarla a los productores), pero el resto es undéjà vuencubierto de otras películas de éxito. La idea del avatar y el sistema de teletransporte al planeta Pandora son una mezcla de El dormilónyMatrix. La historia de amor entre el colonizador rebelde y la princesa local recuerda a la dePocahontas, por ejemplo, entre muchas otras.

La recreación paradisíaca de Pandora parece salida de un videojuego no violento (sí, también existen). La fascinación por el paraíso desconocido, acompañada de una banda sonoranew age, con tambores y coros indígenas, nos remite aLa misióny la música dulzona del Cirque du Soleil. Los animales fantásticos, con un toque deParque jurásico, defienden su territorio ante el invasor como en las películas de Tarzán.

Los helicópteros sobre la jungla frondosa son un pálido reflejo deApocalypse Nowy los robots que acuden a la batalla final son hermanos de los deTransformers.

En fin.James Cameronse podría justificar diciendo que ha hecho un homenaje al cine fantástico, pero en el filme no hay ni un atisbo de ironía, y ya no digamos de humor. Lo más gracioso está en la platea: esa imagen de todos los espectadores y sus gafas de 3D.