UN INSTITUTO MODÉLICO

25-N: 1.118 minutos de silencio por 1.118 asesinadas

El Instituto Son Ferrer, de Mallorca, un modelo de convivencia e igualdad sin precedentes en el mundo educativo, recuerda, desde hace 18 años, a cada víctima de violencia de género

El centro, con 700 alumnos y 60 profesores, fue pionero en la creación de una Comisión de Convivencia y Coeducación, con alumnos mediadores, que resuelven todo tipo de conflictos

Son Ferrer

Son Ferrer / EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Emilio Pérez de Rozas

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Llueve. Llueve mucho. Las calles de Son Ferrer, la ciudad dormitorio de Calvià, uno de los municipios más ricos de España, están inundadas. Muchas vías carecen de alcantarillado. Llueve, sí, pero en el interior del Institut d’Ensenyament Secundari (IES) Son Ferrer hace sol. Un sol virtual. La luminosidad se debe a otros rayos que no son los solares.

Hace 18 años, justo cuando se puso en marcha el contador de víctimas por violencia de género, a raíz del escandaloso caso (todos son escalofriantes) de la muerte a manos de su esposo de Ana Orantes, se guarda un minuto de silencio en todas las aulas, a las 12.30 horas del día siguiente de ese asesinato, en el que 700 alumnos, multitud de ellos de infinidad de países de procedencia, y 60 profesores homenajean a la víctima. Llevan, pues, 1.118 minutos desde el 2003.

“Es un instante estremecedor, precioso, durísimo, en el que, sin duda, desde los peques de 11 y 12 años a los adultos expresan su dolor en silencio”, explica la bióloga Xisca Fornés, profesora desde hace 24 años en este centro que, tras tres días conviviendo con ellos, tienes la impresión de que más que una escuela es un templo de la educación, la igualdad, el equilibrio, el mimo, la sensibilidad y, sobre todo, la cuna donde mecen a las “personitas”, como califica Aina, de 16 años, estudiante de 1º de Bachillerato, a los más pequeños “que muy pronto, saldrán ahí fuera, a tratar de convertir este mundo en un lugar mejor”.

El ambiente ideal

Nadie en España ha hecho más y mejor por la enseñanza y, sobre todo, por la educación de los niños y jóvenes que este instituto. Nadie tiene, desde hace 18 años, un programa, una Comisión de Convivencia, creada y dirigida por Fornés, integrada por otros 11 maestros, cuyo objetivo no es otro que crear el ambiente propicio para aprender, promover la igualdad de género, erradicar la violencia machista y la homofobia. Han creado un numeroso grupo de alumnos, en su mayoría de 15 y 16 años, que ejercen de observadores, mediadores, cibermentores, detectores de conflictos, malas actitudes y prácticas inadecuadas.

“La única manera de que nuestros alumnos aprendan, estudien, se eduquen y se formen”, relata Fornés, “es que estén tranquilos y seguros en el instituto, que acudan contentos, felices, a sus clases. Queremos que aprendan, ¡claro que sí!, pero también que sean personas con valores y que defiendan las causas que consideren justas. Deben estar tranquilos. Tú no puedes aprender si continuamente te están haciendo ‘bullying’, se mofan de ti, te insultan, te minusvaloran, te encierran en un armario o te ponen chinchetas en la silla. Es imposible”.

La bióloga Xisca Fornés, profesora e impulsora del programa Comisión de Convivencia, junto a Aina, Ana y Augusto, tres de los mediadores del IES de Son Ferrer (Mallorca).

La bióloga Xisca Fornés, profesora e impulsora del programa Comisión de Convivencia, junto a Aina, Ana y Augusto, tres de los mediadores del IES de Son Ferrer (Mallorca). / EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Es evidente que cuando Fornés y sus compañeros, apoyados inmediatamente y sin contemplaciones por la dirección del centro (otra cosa son la carencia de medios, pues tanto Xisca como sus generosos colegas ejercen esta función a deshoras, fuera de sus clases y restando tiempo a sus familias para formarse fuera del instituto y atender todos los casos), pusieron en marcha esta iniciativa los problemas eran múltiples y muy diversos, empezando por los conflictos que los propios alumnos vivían en casa. “Ni que decir tiene”, señala Fornés, “que buena parte de la manera inadecuada de comportarse de los alumnos era por culpa de lo que veían y oían en sus casas, culpa de sus padres, cosa que ahora ha cambiado muchísimo”.

Padres orgullosos

“Nuestros padres”, cuenta Aina, “se sienten muy orgullosos de nosotros y de la función que desarrollamos en el instituto, pues saben que lo fundamental en nuestra educación es que seamos solidarios, cómplices, buena gente y, sobre todo, ayudemos a que el mundo sea mejor. No es que soñemos con un mundo ideal, es que debemos contribuir a él y la experiencia que vivimos aquí nos hará mucho mejores cuando salgamos ahí fuera a ganarnos la vida y tratar de impedir que exista tanto desequilibrio e injusticia”.

"Aquí no vienen solo a estudiar, por eso debemos dotarles de las herramientas adecuadas para que mejoren el mundo"

— Xisca Fornés / Bióloga y responsable de la Comisión de Convivencia del IES Son Ferrer

Aina, que está acompañada por Ana y Augusto, ha aprendido que detrás de un insulto “incluso cuando te llaman puta o maricón sin querer ofenderte, simplemente porque lo han oído por ahí, no hay una intención de denigrarte, pero han de saber que no deben decirlo”. “Muchos de los conflictos en los que intervenimos se producen por falta de información, por ignorancia”, añade Augusto.

“El primer paso es que los conflictos los resuelvan entre los propios alumnos y solo acuden al profesorado en aquellos casos en que se ven incapaces de sacarlos adelante”, cuenta Fornés, en el centro de un hall donde hay un inmenso corcho donde se describen, con viñetas, los derechos humanos, un mural con multitud de libros titulado Biblioteca Coeducativa, retratos de mujeres únicas (o casi) que cuelgan del techo y una escalera donde, escalón por escalón, hay un texto de Mario Benedetti: “Porque yo te quiero, porque no estás sola, porque esta es la hora y el mejor momento, porque cada día es un comienzo nuevo, aún hay vida en tus sueños, aún hay fuego en tu alma, aunque el sol se ponga y se calle el viento, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda. No te rindas, por favor, no cedas”.

"Nuestros compañeros jamás, ¡nunca!, nos han visto como chivatos, sino como personas que buscamos el bien de todos"

— Aina, de 16 años, de 1º de ESO

Fornés, cuya madre, Francisca, de 92 años, comadrona, fue de las primeras mujeres universitarias en Mallorca, le llama a esto “lluvia fina”. Para los 60 maestros del IES de Son Ferrer, referentes en la isla aunque ellos lo niegan, lo más importante es no dejar nunca de ayudar a los jóvenes y confiar ciegamente en ellos. “Son muy buenos y quieren ser mejores. Quieren ayudar. No deberíamos fallarles ni dejarlos solos”.

Imagen del acto celebrado hoy, en el Polideportivo del IES de Son Ferrer, en recuerdo a las 1.118 víctimas de violencia de género.

Imagen del acto celebrado hoy, en el Polideportivo del IES de Son Ferrer, en recuerdo a las 1.118 víctimas de violencia de género. / EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Esa lluvia fina les hace sentirse unos privilegiados: "Hace mucho tiempo que estamos recogiendo los frutos de todo lo sembrado. Al inicio, cuando yo interrumpía una clase y le pedía al profesor que me dejase sacar del aula a dos de sus alumnos, hasta mi compañero me miraba mal. Y, sí, también a él debía explicarle que era más importante resolver el conflicto que tenías, por pequeño que fuese, que la clase de matemáticas. Eso caló muy pronto, sí, pero no fue fácil ponerlo en marcha”.

Guiar, no adoctrinar

Fornés intenta que sus alumnos sean conscientes de la suerte que tienen. “Sé que mucha gente puede pensar que aquí adoctrinamos a estos chicos, nada más lejos de la realidad. No solo damos clase, no solo enseñamos, también queremos educarles, sensibilizarles frente a las injusticias y ante los comportamientos detestables y horribles que se producen más allá de estas cuatro paredes. No adoctrinamos, les ofrecemos las herramientas para que reflexionen, que sean buena gente. Yo no puedo enviarte a buscar setas si no te cuento qué es una seta y qué setas debes coger. Si no te lo cuento, irás al bosque, pasaras junto a un ramillete de preciosos ‘rovellons’ y no los cogerás porque nadie te ha dicho qué son setas”.

Todos ellos han aprendido que no es normal que te controlen el móvil, que te llamen maricón, que te digan que eres una puta porque llevas minifalda, que llamen “puto moro” a un amigo, que te aíslen en el patio porque, según uno de ellos, “le has robado el novio a mi amiga”. “La mayoría de conflictos o situaciones a resolver”, explica Augusto, “ni siquiera las detectamos nosotros, sino que son nuestros propios compañeros los que nos buscan y tratamos de resolverlas entre nosotros”. “Jamás, ni siquiera en el inicio del proceso, fuimos vistos como unos chivatos ¡nunca! Siempre se nos consideró compañeros, gente que busca el bienestar de todos y el beneficio del grupo”, añade Ana.

Esas 'personitas'

A Ana le encanta cuando le toca ejercer de tutora de los ‘peques’. “Ellos, con 11 y 12 años, ya empiezan a entender muchas cosas, muchas”, explica esta estudiante de 16 años, de 1º de Bachillerato. “¿Por qué estamos con ellos?, porque ellos nos ven como hermanos, como alguien cercano, no somos los profesores, con lo que pueden sentir cierto distanciamiento. Por eso se confiesan con nosotros o nos cuentan sus cosas ¡que ya puedes imaginarte qué problemas son!, pero, como dice Aina, esas ‘personitas’ ya empiezan a necesitarnos y nosotros debemos estar ahí, a su lado”.

"Somos tutores de los 'peques', conocer sus inquietudes, pues nos ven más cercanos que a los profesores"

— Ana, de 16 años, 1º de Bachillerato

¿Qué conflictos, qué situaciones resuelven con la ayuda de la Comisión de Convivencia? “Pues, por ejemplo, algo tan sencillo”, explica Aina, “como el descubrimiento del tráfico de fotos íntimas, personales, de compañeros y/o compañeras. ¿Cómo lo sabemos?, no porque las enseñen, sino porque en ocasiones estamos hablando entre nosotros de alguien que no está en el grupo y salta alguien y dice ‘vaya, pues yo tengo una foto desnuda de esa chica’ ¿cómo? y enseguida intervenimos”.

Otro día, Ana y Augusto descubren que dos compañeras no pueden ni verse porque han acumulado problemas en su relación. “Y no solo, no, que se han quitado el novio la una a la otra sino problemas de estudios, de amigos, de clase, de convivencia, que, cuando intervenimos y tratamos, no ya de que se reconcilien y se conviertan en amigas inseparables, ¡milagros no hacemos!, nos damos cuenta que es pura tontería todo y, por tanto, como poco logramos que cada una haga su vida y no se amarguen más la existencia”.

La falda de Mikel

Hay casos que surgen de pronto y que provocan la satisfacción de sus profesores. Los hay recientes y los hay de hace dos o tres años. Por ejemplo, aquella ‘perfomance’ que organizó Jorge, otro alumno de 1º de Bachillerato, cuando impulsó que los chicos se presentasen en el instituto con falda solidarizándose con Mikel, un estudiante vasco que se vistió con una falda en su colegio de Bilbao y el director lo envió inmediatamente al psicólogo. Mikel publicó la historia en Tik-Tok, la vieron casi medio millón de estudiantes, y Jorge revolucionó Son Ferrer.

O cuando un bar musical cercano a Son Ferrer publicó en instagram que las chicas entraban gratis. Decenas de estudiantes del instituto enviaron mensajes críticos a esa cuenta, reivindicando que ellas no eran un reclamo ni gancho sexual. El bar “pidió perdón y puso la entrada gratis para todo el mundo hasta las 11 de la noche”. Ni que decir tiene que todo fue espontáneo. “Nosotros jamás contamos lo que hacemos, dónde, cuándo o con quien intervenimos”, señala Ana, “otra cosa es que, a menudo, la gente se suele enterar, pero jamás es motivo de debate. Se ha resuelto y punto”.

"Ahora ya son los propios compañeros los que nos buscan para que intermediemos en los problemas que aparecen"

— Augusto, 16 años, 1º de Bachillerato

Fornés lamenta que, así como en casa, las cosas parecen haber mejorado bastante “aunque todo el mundo puede comprobar que el peso del hogar, la carga, la sigue soportando la mujer”, la sociedad y, muy especialmente, la publicidad no ayuda demasiado en esta misión de sensibilización contra las desigualdades. “Por no hablar de la locura del móvil, de las redes. Ahora hay dos realidades: el mundo real y el mundo de las redes, donde todo vale porque no solo es anónimo sino que ni te ven”.

“A menudo, insisto, afortunadamente cada vez menos, a la ideología de los padres, se suma la publicidad”, comenta Fornés. “Esa publicidad que cosifica a las mujeres y sexualiza a las niñas. Y es que hasta para vender un coche o un perfume sacan a una mujer impresionante, contorsionándose, que es una manera de llamar tontos a los hombres, pensando que van a comprar ese coche y/o ese perfume pensando con el pene, no con el cerebro”.

Rosalia y Pedroche

La publicidad, las redes, el móvil, Tik-Tok, Instagram, la música, los vídeos… todo, cuenta Fornés, ayudaa reforzar la educación de nuestros jóvenes. Esta bióloga, que parece que agita la marmita de Obélix en la aldea de Astérix donde se educan 700 estudiantes, preferiría, por ejemplo, “aunque ellas son tremendamente libres de hacer lo que quieran ¡faltaría más!” que, por ejemplo, la carismática Rosalia, "cuyas letras son feministas" o la popular Pedroche le echasen una mano a la hora de no creer que su empoderamiento, es decir, es una manera de ser feministas.

"Reivindicamos que se nos valore como valoran a los hombres por su capacidad intelectual, artística, comunicativa… y el hecho de que media España esté esperando qué traje lucirás en las campanadas cuando, al final, es un ‘no traje’, en el que enseñas el culo y las tetas, no tiene nada de feminista. Y esa imagen desmonta en dos minutos todo lo que hemos trabajado en años”, lamenta Fornés.

Suena la banda de ‘Super detective en Hollywood’, de Eddie Murphy. Nos vamos al polideportivo donde hay un acto reivindicativo con motivo del 25 de noviembre, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las mujeres. Por suerte, no se producirá, el doloroso minuto 1.119: asesinan a más de una mujer por semana: 58 muertes al año por 52 semanas. Uno de los ‘peques’, Unai, de 12 años, de 1º de ESO, lee un manifiesto contra la violencia de género y África, de 14 años, estudiante de 3º de ESO, recuerda los nombres y edades de las últimas víctimas.

Como dice Aina, esas ‘personitas’ contribuirán a un mundo mejor en nada, pronto, ¡ya mismo!

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