Violeta La Burra

Acaba de inugurar Carles Flavià nueva guarida en BTV, intitulada Jo què sé. Recibe a personal muy variopinto. Practica con ellos la conversación pura, es decir, el placer de charlar sin edulcorantes ni aditivos. Nos ha gustado en casa, mucho, que el viernes haya invitado a Violeta La Burra, criatura que se definía como «soy... ¡la noche!», y que tiene toda la razón: desde los años 60, cuando llegó de Sevilla con su maleta de madera, hasta hoy, Violeta es el mejor sismógrafo ambulante de lo que era, y lo que ha acabado siendo, eso que podríamos llamar Barcelona la nuit. O sea, desde aquellos años en que yo había visto a Violeta llenar hasta la bandera el Teatro Arnau, hasta ahora, que me la encuentro en un pequeño restaurante de la calle Enric Granados, tocando las castañuelas, repartiendo claveles, y dejando pasmados a la clientela de comensales jovencitos. «¿Cómo quieres que te llame, Pedro o Violeta?», le decía Flavià ensayando el arte del ser y el parecer. Y ella contestó: «Llámame Violeta, que es nombre de florecilla». O sea, Así és, si así os parece que decía Pirandello. En 1980 Paco Umbral le dedicó a Violeta una de sus barrocas columnas (El País). La definió como «petenera desvencijada y violetera contracultural». Yo prefiero la definición que da ella de sí misma: «Soy artista». Estamos de acuerdo. Ni travesti, ni drag queen. Pedro se viste de Violeta cada noche, y como que ahora ya no existe aquella Barcelona de Los Cabales y el Arnau, circula por el Ensanche pijito y les canta a los niños de papá aquella coplilla titulada La tomate: «Me llamaban La tomate porque vine de Orihuela / Y a pesar de nacer bizca yo era chica de buen ver», y la acomodada chiquillería flipa. Violeta La Burra, artista. Sobreviviente de un naufragio colectivo. Agradezco el tono de la entrevista que le ha practicado Flavià. Es otro que sobrevive. Como yo mismo.

LA ATAREADA MINISTRA -. Ha reiniciado Cristina Puig su 59 segons en La 2 de TVE entrevistando a la ministra Carme Chacón. Hubo un momento muy bueno, cuando la periodista preguntó: «¿España está preparada para tener una presidenta de gobierno? ¿Y Catalunya para la Generalitat?». Y la ministra, con hermoso regocijo, decía: «Sí, naturalmente, faltaría más». Entonces Cristina añadió: «Pues, dígame, ¿usted aceptaría ir a La Moncloa o a la Generalitat?». Y para salir del trance la ministra argumentó: «¡Es que esta cartera me ocupa 24 horas seguidas!». ¡Ah! bienvenida ocupación, sí.