TÚ Y YO SOMOS TRES

Turismo político

Ferran MONEGAL

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"Mira, es la primera bandera de España que veo desde que he llegado», le decía la sevillana Isabel a Rosario, una de sus anfitrionas catalanas. Paseaban por el barrio de La Guardia de Sant Vicenç dels Horts. Y añadió la de Sevilla: «¡Qué hermosa la bandera de España!». Y la catalana preguntó: «¿Has escuchado el himno que canta Marta Sánchez?». Y la sevillana, con mucha retranca, sentenció: «La Marta Sánchez ese día se podía haber acostado. ¡Y con la cabeza tapada!».

¡Ah! Estas cuatro andaluzas que Jordi Évole ha transportado a Catalunya, a los pueblos donde el independentismo está más afincado  (Bienvenidas al norte, La sexta) ha tenido momentos meditables. En el monasterio de Montserrat, por ejemplo, se toparon con el pare Bernat. Sus palabras no gustaron ni a las andaluzas ni a las independentistas catalanas. Le preguntaron cómo se hace eso de fundir la religión con una opción política determinada. Y Bernat tuvo que hacer virtuosos equilibrios para salir del trance. Decía: «Montserrat nunca se ha pronunciado a favor ni en contra. Lo único que dice el Monasterio es que hay que encontrar una fórmula para que la gente pueda expresarse». Esta tibieza incomodó a la catalana Mercé. Advertía: «Ha estado modosito. Todo lo que ha dicho ha sido para no mojarse». Tampoco quedó satisfecha la sevillana Eugenia. Sentenció: «Mezclar religión y política es jugar sucio. Es chantaje». O sea, una percepción dispar de las palabras del pare Bernat. Para una fue escapista. No transmitió el mensaje de que La Moreneta era independentista ni nada. Y para la otra fue todo lo contrario.

Cuando llegaron las andaluzas a Berga, los primeros instantes yo creo que les embargó lo que podríamos llamar el pasmo del turista ante la novedad del paisaje. Lazos amarillos, esteladas, pintadas reivindicativas en las tapias... Se hacían selfies junto a los árboles llenos de pancartas.  Una exclamó: «Eso es como pasear por Hernani, en el País Vasco». Luego ya se fueron dando cuenta de que el amarillo y las banderas no era una decoración, sino un arraigo. Una forma de combate.

El otro día, Julia Otero, en Onda Cero, entrevistó a la independentista Mercé. Le pidió que resumiera esta experiencia de recibir a las andaluzas. Dijo que había sido todo muy cordial. Pero añadió que, las ideas, cada una las seguía teniendo las mismas de antes del viaje. ¡Ah!