ENTREVISTA DEL 'TELETODO'

Susanna Griso: " Mi madre, a sus 91 años, me envía wasaps con emoticonos"

La periodista, que presenta el magacín 'Espejo público', lleva en Antena 3 TV 16 de los 25 años que tiene la cadena

SUSANNA GRISO

SUSANNA GRISO / JOSÉ LUIS ROCA

INÉS ÁLVAREZ / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace 16 años, Susanna Griso (Barcelona, 1969) cogió las maletas para irse a Madrid, seducida por una oferta de Antena 3. Pensaba quedarse solo tres años y ya lleva 16. Ahí, en su «casa», ha estado al frente de un informativo líder y, desde hace nueve, de 'Espejo público', un magacín diario que, dice, tiene todo lo que ella le pide a un programa.

–A-3 ha cumplido 25 años, y usted lleva en ella 16. ¿Se siente cómoda? 

–Tengo la sensación de que es mi segunda casa. No es solo la cadena que me ha dado más oportunidades laborales, sino que siento que mis compañeros son parte de mi familia.

–¿Cómo recuerda la aparición de la privadas en España? 

–Entonces yo estaba en segundo o tercero de Periodismo y recuerdo sobre todo las pifias; esos primeros arranques en los que no salen las cosas como querían: se les apagaba la luz, no les entraban los vídeos... Un poco la bisoñez, la novatada, porque no es fácil. Con Roberto Arce nos echamos unas risas, porque él siempre era carne de cañón.

–Entonces ni se imaginaba que trabajaría en esa cadena..

–No, pensaba que estaría en la prensa escrita. Pero en esta profesión nunca sabes dónde recalarás.

–Quería ser espía y psicóloga. Un periodista es ambas cosas, ¿no? 

–Sí, no sé cómo se reparten las dosis, pero creo que tengo un poco de todo. De pequeña, como era el paño de lágrimas de mi entorno, me planteé lo de la psicología. Y más de pequeña quería ser espía, porque me gustaba ocultarme, viajar... Me he quedado a medio camino de todo.

–¿Tampoco imaginaba estar al frente de un magacín como este? 

–Eso ni planteármelo. Lo que sí tenía claro es que quería trabajar en informativos. De hecho, acepté Espejo público porque era un programa de actualidad puramente informativo. Cuando di el salto a 'Espejo...', yo estaba presentando el informativo de las tres de A-3, que, junto con el de las nueve, eran por primera vez líderes en una tele privada. En un momento muy dulce de mi carrera, daba un salto al vacío, porque pasaba a una franja, la de la mañana, que a A-3 TV se le resistía. Hay quien me llamaba suicida.

–Pero le van los retos... 

–Sí. Me apetecía probar otro tipo de formatos. Y en este se aunaba todo, porque tenía debate, tertulia política, muchos directos y se abordaban todos los asuntos de la actualidad: economía, política, sociedad...

–¿Tener detrás los servicios informativos es una garantía? 

–Para mí, absoluta. Con una productora y equipo desconocidos quizá no me hubiese atrevido. Pero el salto era con red, ya que me fui a trabajar con gente de diversas procedencias dentro de la cadena, pero todos ellos de informativos.

O sea, valiente pero no suicida. 

–También es verdad que conté con el compromiso por parte de la cadena de que este era un proyecto que nacía con la voluntad de que permaneciera en el tiempo. Y fuimos muy innovadores, porque nos convertimos en los primeros que nos fuimos a la franja de 9.00 a 13.00 horas apostando por la información. Lo que había hasta entonces eran programas de tertulia política y magacines más de corte social. Muchos decían que 'Espejo...' estaba condenado al fracaso, y fíjese.

–La apuesta fue fuerte, vamos.... 

–Sí, pero también es cierto que los resultados han acompañado. Y este formato ahora está siendo copiado en otras franjas y cadenas. También influye, quizá, que hayan cambiado los usos, ya que la necesidad de informarse es permanente. La gente ya no quiere el titular, quiere el contexto, el análisis, con lo que estás obligado a ir más allá. Este es nuestro valor añadido.

–Los sucesos dan mucha audiencia, pero es fácil extralimitarse

–Espejo público hace honor a su nombre y refleja lo que interesa en cada momento, por lo que el contenido ha ido variando. Los sucesos y la investigación tuvieron un peso importante, pero ahora la política lo invade todo. Cuando el suceso tenía más peso –quizá coincidiendo con juicios mediáticos–, me aplicaba la norma de ser muy sensible con la víctima, con la familia. Por décimas de audiencia no merece la pena molestar o traspasar determinadas líneas. Las líneas rojas las tengo muy claras, y también la cadena.

–Cada vez da más su opinión. 

–Cuando empecé, como venía de informativos, opté por una presentación más neutral. Pensaba que mi función era repartir juego y dejar que fueran los otros los que opinasen. Pero ciertos asuntos me pueden. En estos años he querido levantar la voz para denunciar injusticias sociales: desahucios, corrupción... Hay momentos en los que el periodista debe salir de esa zona de confort y opinar. Yo también he ido acumulando rabia, indignación, crispación... y reconozco que cada vez más doy mi opinión.

–¿Da voz a quien no puede hablar? 

–Eso me han dicho alguna vez y no sé si define 'Espejo...', pero me resulta un comentario muy gratificante.

–Las audiencias también lo son. 

–Cuando las audiencias soplan a favor, te relajas y haces el programa que tú quieres al margen de la presión, porque no sientes el aliento del share en tu cogote. Te las miras con cierta distancia. Pero lo que más me satisface es que cuando pasan grandes cosas, la gente nos escoge. Tras el ataque a Charlie Hebdo fuimos primera opción y el programa tuvo una cuota del 23,5%: fue el más visto en su historia.

–¿Y ya no mira las de sus rivales? 

–Que no me preocupe no significa que no me ocupe. Guardiola decía que por mucho que hubieses ganado la Liga anterior tenías que ganar cada uno de los partidos. Nunca te puedes dormir en los laureles. De la misma manera que la presión es constante y el grado de autoexigencia brutal, también miras por el retrovisor lo que hacen los otros.

–En la tele se define republicana: no cree en tronos ni reinas. 

–Una vez, María Teresa Campos me dijo, ofendidísima, que por qué yo no quería ningún cetro ni ser reina de las mañanas. Le contesté que ese concepto se aplicaba a formatos muy diferentes a lo que yo hago. Pero si ser reina supone que cuando hay un gran acontecimiento la gente nos escoge, bienvenido sea. Además, eso de reina tiene un punto de vanidad que no va conmigo. Yo piloto un equipo formado por grandes periodistas y no me quiero arrogar el mérito. De hecho, no se llama 'El programa de Susanna Griso'.

–¿Es cierto que se reunía con sus rivales: Montero, Quintana...? 

–Fue idea de Concha García Campoy. Fueron tres o cuatro comidas. Y nos reíamos, porque como se supone que hay tanta rivalidad entre nosotras... Tras fallecer Concha, que era el alma, ya no hicimos más.

–¿No le tienta volver a TV-3? 

–Hubo un momento que se planteó. Yo vine a Madrid solo para tres años, que es lo que pacté; también en casa. Cuando ya llevaba 10 o 11, surgió una oportunidad y me hizo dudar. Tengo ganas de ver más de una vez al mes a mi familia, pero, claro, profesionalmente estoy en un momento muy dulce y me cuesta pensar en un formato como este en otra franja y cadena. Porque si me pregunta qué programa querría presentar, diría que Espejo público.

–Pese a darle algún disgusto, reprimenda del Consell de l’Audiovisual de Catalunya incluida. 

–Cuando Miguel Ángel Rodríguez habló en la tertulia de «fusilamiento» a Artur Mas –algo muy desafortunado– interpreté, el directo es así, que Mas buscaba quedar como un mártir. Fue un mal símil y le dije que era un bruto, pero no pensé que pidiera que le fusilaran. No coincido con muchísimas de las opiniones que se emiten y muchas veces, más de lo que creo que debiera, lo rebato. Pero este programa no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores. Además, ¿a quién representa Miguel Ángel Rodríguez en este momento? No tiene ningún cargo en el PP ni en el Gobierno. Y que desde los medios catalanes y desde la portavocía del Gobierno catalán se le dé tanta importancia a sus declaraciones es muy llamativo. Es una lectura muy interesada.

–Recibir premios como el Ondas o el Joan Ramon Mainat significará que tan mal no lo está haciendo

–El reconocimiento de los premios siempre es agradable. Todos los que he recibido a lo largo de mi trayectoria están muy asociados a mi paso por 'Espejo...' Pero no hay que tener miedo a la polémica; al revés. Cuando recibes críticas de un lado y otro es que las cosas se están haciendo bien. Y en mi caso son generalizadas: de la izquierda, de la derecha, de Podemos; desde el españolismo recalcitrante al independentismo... Será que no me he casado con nadie. Y cuando piso callos, pienso que bien pisados están.

–¿Lo mismo pasa con sus tuits? 

–Lo que me pasaba con Twitter es que con 140 caracteres había reflexiones que no podía plasmar. Y me daba pereza ese debate maniqueísta, sin matices. Y esas tormentas sin sentido, de consumo rápido, que empobrecen el debate público. De eso estoy cansada. Pero hay otra parte que me interesa, porque es una herramienta que me permite estar muy informada y un feedback de asuntos que tratamos en Espejo...

–En su cuenta de Twitter usted se sitúa... ¡en el Puente Aéreo! 

-Es que me siento entre Madrid y Barcelona. Y como la sensación es que ahora los muros son muy grandes entre ambas ciudades, me veo ahí, subida al muro. El grado de incomprensión por ambos lados a veces es enorme, pero me he acostumbrado a vivir a la contra en todo.

–¿Siente que tiene que renunciar a algo por mantener ese ritmo? 

–¿Además de llevar una vida parecida a la de una monja de clausura? Es que hay que ser muy disciplinado con estos horarios. Porque es muy difícil llevar un programa de este tipo si no tienes energía. Mi vida social se reduce a comidas y a fines de semana, aunque a las once ya estoy bostezando. La conciliación familiar sí la llevo bien, porque soy una madre abnegada que acompaña a sus hijos al dentista, a natación... y hacemos juntos los deberes: ellos los del cole y yo me preparo el programa.

–¿Se ve, como la Campos, al pie del cañón cumplidos los 70? 

–¡Ya me gustaría llegar a los 70 como María Teresa Campos! Y no lo digo solo por su físico, también porque es una comunicadora maravillosa. ¡Tiene una cuerda y una energía que ya las quisiera yo!

–Sus genes le pueden ayudar... 

–¿Lo dice por mi madre? A sus 91 años está abonada al teatro, a los musicales; hace deporte a diario, meditación y le encanta viajar. Y como ve el programa con ojos críticos, me envía wasaps con emoticonos. Demonios, si no le gusta algo.

–Su matrimonio con 'Espejo...' es sólido, pero ¿fantasea con otros? 

–[Ríe] Fantaseas con algún novio temporal. Con compaginarlo con algún programa de entrevistas o un formato distinto. Pero esto representaría trabajar los fines de semana o dormir aún menos. Mi mente me dice que sí, pero mi cuerpo me va frenando. Es que físicamente 'Espejo...' es un maratón. Exige una dedicación total; es un sacerdocio.

-De aquí a los 70 quizá pueda. 

–Igual con el tiempo me organizo mejor y me da para más [ríe].