OTRO CAPÍTULO
Sátira del mundo moderno
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
JUAN MANUEL FREIRE
El jueves 21 llega a España (vía C+) la tercera temporada de Portlandia. Esta serie producida por el canal IFC es, con todas sus irregularidades, una de las mejores cosas que le han pasado a la comedia televisiva en los últimos tiempos. Como se puede intuir, su sede es Portland, «donde los jóvenes van a retirarse», según una famosa canción de la serie, y hace mofa (amable) de la rareza deliberada de esta ciudad liberal. De los modos de vida hipster (o modernillos), la excentricidad estudiada (o el «postureo», como dicen por ahí) en la que se revuelca la juventud hoy en día.
Las bromas que Portlandia, creada y protagonizada por Fred Armisen y Carrie Brownstein, hace a costa de Portland son perfectamente aplicables a casi cualquier metrópoli del mundo. El primer capítulo incluía un sketch clásico en el que dos comensales hacían hasta la última pregunta sobre el origen de su pollo; no cuesta imaginar la misma situación en un restaurante orgánico de Barcelona.
Los momentos simplemente épicos de Portlandia se cuentan a decenas. Hablamos del Desfile del Orgullo Alérgico, esa búsqueda insensata de los capítulos nunca rodados de la serie Battlestar Galactica, o esa boda cool en una cancha de baloncesto, con los novios simulando al principio que se están separando y repartiéndose los amigos como quienes escogen jugadores para un partido.
Brownstein y Armisen radiografian con precisión un mundo moderno donde todos somos DJ (y muestran a Dios pinchando con el mundo) y las reuniones de padres de alumnos derivan en discusiones sobre los discos que debería haber en el colegio: no a Mike & The Mechanics, sí a los dioses del rock experimental Neu!, que la directora no conoce. Línea memorable: «Me resulta muy estresante que la directora del colegio no conozca a Neu! ¿Y estas son las personas que enseñan a nuestros hijos?».
Se recomienda una visita a Portlandia, donde no cuesta reconocer actitudes y hábitos de los modernos que nos rodean o, en fin, que somos. Es una oportunidad inmejorable para mirarse en un espejo que tampoco distorsiona tanto. Está muy bien reírse de uno mismo, es saludable, sano y digestivo. ¿Es orgánico?
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