ENTREVISTA DEL 'TELETODO'

Quim Masferrer: "¡Dios nos libre en 'El foraster' de reírnos de nadie!"

El actor y autor teatral de Teatre de Guerrilla habla de su experiencia en el programa de TV-3

QUIM MASFERRER

QUIM MASFERRER / JOAN CORTADELLAS

INÉS ÁLVAREZ / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Lleva 14 años en el Teatre de Guerrilla haciendo un humor que desprende el delicioso aroma de lo rural, aunque sus espectáculos y trabajos en la tele tocan temas de lo más univeral. Ahora, además de seguir con los bolos de 'Temps' y 'El xarlatan' (el domingo, 24, representa esta obra en Les Franqueses del Vallès), rebusca con 'El foraster' (TV-3) pequeñas grandes historias en pueblecitos catalanes. Nadie mejor que Quim Masferrer (Sant Feliu de Buixalleu, la Selva, 1971) para hacer de guía, con gracia y sensibilidad, por ese tan increíble paisaje humano.

–No se quejará, en Catalunya ''El foraster' le está ganando la batalla a Chicote y su 'Top Chef'.

–Estamos contentos por la respuesta y las audiencias. Hay a quien le gusta y a quien no, pero hemos recibidos muchos 'imputs' positivos.

–Y eso que el primer programa recibió críticas. Se les acusaba de frivolizar el asunto de la mosca negra.

–Con ello pretendimos decir: en Benifallet hay un problema que viven sus vecinos y yo he sufrido en mi propia piel. Y no me he puesto crema Natural Honey porque estaba en la tele. No obstante, este no es un programa de denuncia, sino de entretenimiento, y su objetivo es que la gente se ría, reciba emociones y conozca Catalunya.

–Aunque a través del humor se puede hacer denuncia también.

–El poder del comediante es un arma infalible. Contra el poder, contra la crisis económica... El bufón era el único que se podía reír del rey.

–Se comentó si Manolo era un personaje demasiado grosero.

–Intentamos plasmar la autenticidad. Manolo, de Benifallet, es un tío simpatiquísimo, que a las nueve de la mañana me explicó que le gustan los pechos de las señoras y que ve películas porno con su mujer. Quizá sea grosero, pero también auténtico. ¿Qué hay de malo en que le gusten los pechos? A mí también.

–¿Y qué pasó cuando se vio, en el teatro, en la gran pantalla?

–El alcalde me dijo que al día siguiente ya se dejaba hacer fotos y que circulaba en quad pitando por Benifallet como cuando el Barça gana la Champions. Yo sé quién es el Manolo de mi pueblo. Aunque no tiene tanto salero, porque en la Catalunya interior nos cuesta más.

–¿El que no quiere salir, no sale?

–Son poquitos, pero están en su derecho. Lo triste es quienes por cuestión de contenidos, de edición o de tiempo no podrán salir.

–Hace un monólogo sobre ellos y se ríe con ellos, pero no de ellos...

–En el momento del monólogo ríen y aplauden al ver lo que ellos me han contado y la exageración que yo hago de ello. Se produce una catarsis colectiva muy chula. Pero ¡que Dios nos libre de reírnos de nadie!

–También nos brinda imágenes tan bellas como la de los ancianos que cada tarde bailan en su casa al son de 'Para que no me olvides'.

–Eso es un regalo que no te encuentras en cada pueblo.

–Hay quien ve similitudes con 'El convidat'. La música, la voz en off...

–Al elegir el nombre del programa ya vimos que se podrían crear paralelismos: 'El convidat' y 'El foraster'. Pero, aunque ambos tocan fibra humana, son propuestas diferentes. En mi caso, es un colectivo, gente de la calle. En 'El convidat', de Albert Om, a quien admiro, se trata de humanidad, muy bien tocada, en gente popular o personalidades.

–Y, siendo de pueblo, ¿también es para ellos un forastero?

–Sí. Había un señor que llevaba 50 años viviendo en un pueblo y aún era el forastero. Incluso lo es un repartidor de helados. No es uno de los nuestros; es un intruso. Mi padre aún dice: «Ese coche, ¿de quién es? ¿Qué vendrá a hacer?». No es desconfianza, puede ser que le digan al extraño: «¿Le puedo ayudar?».

–¿Es lo que le ha pasado a usted?

–Sí. Pero yo he notado que la gente sabe que soy de pueblo, que les resulto cercano. Cuando llego, abordo a alguien y me dice: «Tienes que hablar con aquel». Se establece como un circuito. Tú llegas sin guion, sin nada producido, y esa gente te facilita ese viaje por dentro del pueblo. Eso te hace sentir muy a gusto.

–Se ve que está disfrutando.

–Para mí este programa es un chollo, porque tiene lo que me gusta: la tele, el teatro y los pueblecitos.

–¿Le absorbe mucho su profesión?

–Mucho. Me cuesta desconectar. A veces tengo ganas de hacer vacaciones de mí mismo.

–Trabaja con material delicado, el humano. ¿Cómo lo maneja?

–Con mucho tacto y alabando su autenticidad. Cuando alguien te explica algo de forma auténtica, lo que te importa es la manera cómo lo hace, la pasión que le pone. Ellos son los guionistas. Y es ahí donde aparecen las emociones y algo que todos tenemos: sentido del humor.

–¿Eso de lo que dicen que carecemos los catalanes?

–El sentido del humor es inherente a la especie humana. Pero Catalunya es muy diversa. No es igual el Pirineu, donde hace frío, que el delta del Ebre, porque allí la gente está fuera durante muchos meses y, por tanto, más predispuesta a hacer cosas colectivas. Los sureños tienen el carácter más abierto y en zonas de frío son más cerrados. En este programa se ve toda esta diversidad.

–¿Se siente forastero en la urbe?

–Seguramente. Y algo extraño. Pero me gusta mucho Barcelona.

–¿Qué le agrada de la ciudad?

–Todo tiene inconvenientes y cosas a favor. En Sant Feliu de Buixalleu recorría 30 kilómetros para ir al cine. Y para acudir a una reunión en Barcelona tengo una hora en coche. Pero también es cierto que así tengo tiempo para pensarla. Y en el pueblo, además, en invierno, no hay nadie, paseas por el bosque... Me gusta esa mezcla ciudad-pueblo.

–¿Se siente forastero en España?

–España me entusiasma y me encanta ir de gira, porque tiene la misma diversidad y pluralidad que Catalunya. Una riqueza absoluta.

–¿Su pueblo no tendrá 'foraster'?

–El alcalde dijo que debía ir, pero yo ahí no sería un forastero. Es complicado. Aunque igual hay fórmulas.

–¿Cuál sería su perfil?

–Sería el popular, sin duda, y ese activista que hay en todos los pueblos. De hecho, pertenezco a la comisión de fiestas. Aunque es tan pequeño que solo somos dos.

–¿Qué se llevará de 'El foraster', además de esos 13 episodios?

–En cada programa me salen como 10 amigos potenciales. Cuando acabe, haré una pequeña ruta. Porque quiero saber qué hacen aquellos niños con los pesqué en el Ebro; quiero ver cómo crecen. Y me llevo regalos como el que me hizo Martínez, de Els Muntells, que estaba triste porque no pescamos ni una anguila, cuando me acababa de brindar la bonita historia de una amistad.

–¿Y qué espera haber conseguido?

–Si hemos sido capaces de transmitirle todo eso al telespectador, habremos logrado nuestro objetivo.

(Extracto de la entrevista publicada el 16 de noviembre en el suplemento 'Teletodo' de EL PERIÓDICO)