Pep Anton Muñoz: "El detective Ayala me ha abierto las puertas a otro mundo"
El actor interpreta a un investigador y psiquiatra de principios del siglo XX en la serie de Antena 3 TV 'Gran hotel'
Veteranode lujo en laescena catalana y en el mundo deldoblaje(es la voz deHugh Grant, por expreso deseo de este,Phillip Seymour Hoffman yKevin Bacon, entre otros), Pep Anton Muñoz vivió atrapado en la tele durante nueve temporadas por culpa delPeris('El cor de la ciutat'). A los 56 años, otro personaje televisivo, undetective culto al que no le dan gato por liebre, le ha permitido probar fortuna en la tele de ámbito estatal. El caramelo se llama'Gran Hotel' (Antena 3).
--¿Ayala, su personaje, va a tener más protagonismo en esta segunda temporada?
--El personaje ha crecido. Ayala tiene sorpresas y comete errores de apreciación; hay cosas y actitudes que le sorprenden, sobre todo de gente en la que deposita su confianza y después tira por otro lado. Pero Ayala sale airoso.
--¿Veremos un final definitivo?
--Deja vías abiertas. El objetivo al final de la primera temporada era descubrir al asesino del cuchillo de oro y se sabrá quién es. Pero habrá muchas otras sorpresas y otros temas para investigar, momentos brillantes, de angustia... El final de la temporada es especial y dejará a todos con el corazón en un puño.
--¿Los nuevos episodios siguen la filosofía de la tanda anterior?
--Sí, porque tanto el formato como los personajes y las líneas de acción han dado mucha vida. Se han incorporado Alfonso Bassave, Lydia Bosch, y, puntualmente, Kiti Manver y Sílvia Marsó. Y Juan Luis Galiardo, que interpreta a un nuevo metre, y no pudo acabar su trabajo...
--¿Cómo se vivió su enfermedad?
--El personaje aparece, pero su trayectoria acabará, lógicamente, de manera diferente a la prevista. El equipo de dirección y producción recibía mucha más información de la que teníamos los actores. Fueron sorprendentes la capacidad y el poder físico de Galiardo. Cuando todo apuntaba a un desenlace, aguantó hasta última hora porque estaba convencido firmemente de que superaría la enfermedad.
--¿Llegó a tener papel con él?
--No llegamos a coincidir. Me hubiera gustado, porque Galiardo es un icono, como Concha Velasco. Son supervivientes de este oficio tan difícil, puñetero y caprichoso. Mucha gente se ha quedado por el camino y, en cambio, ellos han aguantado.
--Por cierto, ya va siendo hora de que el detective cace a Olmedo¿
--Si lo encontrase, lo tendría que encarcelar, porque hay una orden de búsqueda y captura por una acusación anterior. Pero Ayala ha empatizado mucho con él, a pesar de que le considere uno de los sospechosos de los asesinatos. Lo detendría, pero no por gusto. Por ello, todo quedó confuso en la primera temporada. Le ve, pero no va a por él.
--Ayala no tiene nada que ver con el Peris de 'El cor de la ciutat'.
--¡Afortunadamente!
--Suena a liberación.
--A Peris lo quise mucho. Estuvo en antena diariamente nueve temporadas y media. Pero es un mundo que tengo que enterrar de alguna manera con todo el cariño del mundo, como ya hice, y seguir el duelo correspondiente. Lo mío es empezar personajes nuevos.
--Pero le dio mucha repercusión...
--Lo del Peris puede pasar una vez en la vida en una carrera como la mía. No es habitual. Además de traerme mucha alegría y satisfacción como reconocimiento profesional, también me ha privado de acceder a otras cosas. Una vez se acabó, me tuve que olvidar de él para hacer otros papeles.
--¿Y ese es el caso de Ayala?
--Me ha abierto las puertas a otro mundo. No solo por la temática y el formato, sino por la lengua. Mi carrera la he desarrollado el 90% en catalán. Es mi primer personaje de largo recorrido en la televisión española.
--¿Aquí todavía es el Peris?
--Me pasa algo curioso. Me dicen: "Peris, ya te veo haciendo aquello del policía..." Pero lo entiendo. Peris caló en el imaginario de la gente con una profundidad imprevisible. Es mucho más fácil acordarse de él que de Pep Anton Muñoz.
--Algunas publicaciones de Madrid se olvidaron de su apellido y lo rebautizaron como Pep Anton a secas.
--Sí, era huérfano (ríe). Aquí el hecho de llevar muchos años y asociar el nombre a mi físico durante tanto tiempo no ha traído ninguna duda. Cuando empecé a trabajar en Barcelona, sí que me preguntaban si Anton era mi primer apellido. En cambio, en Madrid es muy corriente. Pero el error ya se ha subsanado. No tiene mayor importancia.
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