ENTREVISTA

Oriol Pla: «Me gusta la gente que lucha contra el abismo»

El actor catalán alimenta su ascendente carrera con el papel de un joven y ambicioso inmigrante en la Barcelona de los años 60 y 70

ORIOL PLA

ORIOL PLA / periodico

Inés Álvarez

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Es, sin duda, uno de los mejores actores del panorama actual y solo tiene 25 años. Porque Oriol Pla (Barcelona, 1993) mamó la profesión de sus padres, el 'comediant' Quimet Pla y la 'picatrons', Núria Solina, y la hizo crecer junto a él en el teatro de calle. Ahora acaba de bajar el telón de 'Be god is' con éxito y protagoniza el anuncio más mediterráneamente veraniego. En la serie de Movistar+ 'El día de mañana' –basada en la novela homónima de Ignacio Martínez de Pisón–, da vida de una manera brillante a un joven inmigrante con una ambición desmedida al que el telespectador no sabe si odiar o no.

Estará feliz con un personaje tan poliédrico como Justo...

Es difícil que este personaje tenga coherencia; es difícil no juzgarle, amarle con sus contradicciones y sus negruras. Pero es que no existen los personajes buenos ni malos: somos esta mezcla en constante movimiento de lo oscuro buscando la luz. Y es genial poder componer en ficción algo que tenga estas capas, porque, a veces, tendemos a ver cosas en dos dimensiones. Pero cuando hay detrás una novela, un trabajo de guion,  un director y un personaje de base como estos, es mucho trabajo, pero divertido.

A uno Justo le parece una mezcla del Pijoaparte de Juan Marsé...

¿...?

Es el protagonista de 'Útimas tardes con Teresa'... Y también de Mr. Ripley.

Sí, Mr. Ripley era un referente; DiCaprio, en 'Atrápame si puedes'; Jordan Belfort, en 'El Lobo de Wall Street'; Daniel Day-Lewys y 'Pozos de ambición'. Y era un referente, hasta que supimos de dónde venía toda esa oscuridad, Kevin Spacey y los personajes de House of cards. Lo que pasa es que luego dices: ¡ay, cabrón, es así de chungo porque tú eres así de chungo! Todo estos personajes que son así…

Y que de algún extraño modo acaban cayendo bien...

No lo sé. La pregunta es si Justo acaba despertando compasión o no. Tú piensas: no te apruebo nada de lo que has hecho en tu vida, pero te tengo compasión, porque no has sabido hacerlo mejor. Has vivido lo mejor que has podido y has hecho lo que has hecho con lo que sabías en ese momento. Y ese es el reto. 

¿Había leído el libro de Martínez de Pisón antes?

No, pero después lo hice casi tres veces. La primera, antes de tener una reunión con producción; luego, ya justo antes de empezar los ensayos, y la tercera, para ir revisando. Es una historia que me emocionó muchísimo y me gustó, porque está  llena de miseria. Y como yo, tengo esta parte pesimista de que normalmente las cosas no van bien,  me gustan estas  historias de gente que está luchando contra el abismo. Entonces, me atrapó poder contar la historia de un pobre hombre que tiene un talento espectacular para crear y para generar cosas, pero que está sin guía y que van dándose hostias por las paredes para encontrar su camino.

"Es genial componer en ficción un personaje con tantas capas como Justo Gil, protagonista de ‘El día de mañana’»

Esa época no la ha vivido. Pero ¿cómo se la explicaron sus padres, que eran tan bohemios?

Pues sí, mis padres hacían teatro de calle, 'cercaviles'. Mi madre era de Picatrons y mi padre, de Comediants. Ella me contaba que corrían delante de los grises, que iban en caballo y con pistola. Acudían a la manifestación, se separaban y se encontraban en un bar. Y si alguien faltaba, lo llamaban o iban a buscarlo. Mi vecino me contó cómo lo torturó la Brigada Político-Social y,  con solo 16 años, estuvo tres días en el calabozo con su chica. Y los movimientos comunistas clandestinos, cómo estaba prohibido el derecho de reunión, cómo el catalán estaba denigrado, la hipocresía de la  burguesía catalana de construir una ciudad... Así que la foto cruda yo ya la tenía, porque es mi ciudad y es nuestro pasado. No estamos hablando de 1800, sino que es la historia de nuestros padres, madres y sus amigos y de su generación.

De ahí la importancia de documentarse bien, ¿no?

Sí, para entender. Y, sobre todo, para saber qué significaba ser joven en esta época. Porque lo bonito y el reto de interpretar estas cosas es saber ver por los ojos de ellos. Porque, con la distancia, eres capaz de juzgarlo, de manipularlo y tienes que aceptar que son así, y que ellos  ven Barcelona como una ciudad que se abre y con muchas oportunidades. Quieren vivir, enamorarse, festejar, disfrutar, aprender, trabajar... Yo me centré mucho más en eso. El principal trabajo de recreación histórica era mucho más de guion, de arte, de dirección... Nosotros, sobre todo a nivel social, teníamos que tener claro cosas clave como cuáles eran los límites de espacio personal, de las convenciones sociales, cuáles eran los sueños; cómo funcionaba la libertad sexual... Pero, aparte de eso, me centré mucho en la parte emocional y en la psicológica.

Y mientras hervía la Barcelona de los años 60 y 70 en el rodaje, lo hacía la del 2018 en la calle...

Lo viví, por supuesto. A veces me entraba la risa con cosas que pasaban. No me lo podía creer. Y era emocionante estar centrado en la historia de Barcelona y Catalunya y llegar a casa y enterarte de cosas que iban pasando.

"La foto cruda de la Barcelona de los años 60 y 70 ya la tenía, porque es la historia de nuestros padres»

¿Comparte con Justo el ser talentoso y luchar por su sueño?

Es importante encontrar lo que amas y dejar que te mate, como decía Jodorowsky. Es importante saber disfrutar esto, porque también pasa que la presión y la aceptación de este trabajo te pueden afectar mucho. El viaje es largo y es lo que  mola. Todo sale mal, raramente sale algo bien, y es importante no abandonar, seguir caminando, y atravesar las cosas, no resistirse, y dejar que te atraviesen. 

¿Con su trabajo y el anuncio del verano

¡Chico de moda! ¡No me gusta nada eso! [ríe]. Estoy muy contento. Tengo mucho trabajo del que estoy muy orgulloso. Vivo en una ciudad primermundista. Es estupendo. La  base es genial. Con la obra Be god is agotábamos las entradas... Sigo con proyectos muy bonitos, con gente preciosa; se te abren puertas y la gente confía en ti.

Y mucho. En 'Incerta gloria', trabajaba con grandes y competía con grandes, pero se fue usted el que se llevó el Gaudí...

En el fondo era una palmadita en la espalda de mis compañeros y compañeras para decirme: «Bien hecho, tío. Sigue trabajando...».