LA HISTORIA DE UN NIÑO PRODIGIO

El ilustre catedrático de 'Crónicas marcianas'

Carlos Blanco es hoy un profesor de Filosofía con tres carreras, que habla siete idiomas, ha publicado 19 libros y, desde hace dos años, es el miembro más joven de una asociación de mentes brillantes

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zentauroepp38169537 madrid 24 04 2017 entrevista a carlos blanco 170429183807 / El Periodico

INÉS ÁLVAREZ / BARCELONA

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El Festival Serielizados Fest rescataba esta edición la figura de Rubén Ramírez, el niño que fue una estrella de la tele en los años 90 y que ahora trabaja en la carpintería de su padre. Un muñeco roto. En ‘Crónicas marcianas también aparecía un pequeño de 12 años, Carlos Blanco, que maravillaba con sus discursos sobre Egipto. La tele fue para él un medio para vomitar tanto conocimiento precoz, pero no un fin, y a sus 31 años, alcanzado su sueño de ser profesor, investigador y escritor (acaba de publicar su libro número 19), recuerda aquella etapa con verdadero cariño.

Blanco siempre ha vivido la vida a zancadas. Si a los 7 meses se hacía entender con balbuceos, a los 2 años, las palabras escritas ya no tenían misterio para él. Era como si le corriera prisa ponerse a estudiar. “Lo importante no es comenzar muy pronto, sino aprovecharlo y continuar”, asegura. Nació superdotado, pero no se quedó ahí: “La capacidad es un elemento genético, pero también hace falta motivación interna por aprender, voluntad y curiosidad”, asegura este profesor de Filosofía de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. Él la tenía, y a los 21 años ya era licenciado en Filosofía, Teología y Químicas. Además, habla siete idiomas y tiene conocimientos de árabe, latín, egipcio, griego, hebreo y copto

DOS AÑOS CON SARDÀ

Su gran motivación, su obsesión, fue en un principio imbuirse de la apasionante civilización egipcia. Como muchos niños de 8 años, dirán. Sí. Pero no todos acaban siendo el egiptólogo más joven de Europa a los 12. “Cuando un tema me interesa, no puedo evitar meterme hasta el fondo, escrutarlo.... Y así lo hice con Egipto, Sumeria y Mesopotamia…”, rememora. Ana Rosa Quintana supo de tal portento y lo sacó en su programa, por entonces ‘Sabor a ti’. Días después, Ramon Mainat lo invitaba a ‘Crónicas marcianas’. “En principio iba solo para un día, para una entrevista, y me quedé casi dos años”, se congratula.

En casa no lo vieron claro. “Mi padre era más escéptico -confiesa-, pero Xavier Sardà le dijo que estaría solo, que hablaría de mis temas. Y realmente me sentí muy cómodo y estimulado”. Llegaba con sus libros (que no usaba, pero le daban seguridad) y dialogaba con su anfitirón, al que la cámara pillaba con la boca abierta. “Era como un examen semanal, pero muy divertido. Un reto”, asegura. Y aclara: “Llevaba ideas en la mente, pero, una vez allí, el esquema se rompía. En el fondo era espontáneo”.

UNA GRAN EXTRAESCOLAR

Para un niño tan ávido de conocimiento, coger el puente aéreo cada semana para acudir a la tele era la mejor extraescolar del mundo: “Aprovechaba para visitar a mi amigo Terenci Moix; viajaba a un montón de países; cenaba con personalidades...”, recuerda. Y se abrió para él un mundo nuevo: pasó de la soledad de la biblioteca a la locura de la fama. “Me escribían y llamaban a la tele... No podía ni ir por la calle. Yo, que siempre he sido muy reservado, lo pasaba un poco mal”. Aunque lo que recibía eran admiración, cariño… Aún ahora de vez en cuando le reconocen y le piden un selfi. Y él acepta con amabilidad.

Sin embargp su padre no tenía por qué temer por esa repentina fama, ya que no se dejó deslumbrar. “Era un peligro real. Pero yo lo vi solo como una oportunidad para conocer a gente interesante. Yo ya sabía lo que quería. El éxito, si viene, perfecto, pero valoro más una creación intelectual”, reflexiona. Y también no ser tratado como un ‘freaky’ en un porgrama en el que abundaron. “Sardà prometió respeto y lo cumplió escrupulosamente”, asegura, agradecido por haberle dado la oportunidad de abandonar su soledad. Y es que la vida de un niño que saca matrículas no es un camino de rosas. “La hora del recreo no era fácil, porque no tenía amigos de mi edad. Me acababa escribiendo con profesores”, dice sin amargura.

'EL GRAN QUIZ' Y '20P'

Su experiencia televisiva no acabó en 'Crónicas...'. Después trabajó en dos concursos culturales de Cuatro: ‘El gran quiz', con Núria Roca,Núria Roca, donde hacía de jurado, y ‘20p’, junto a Josep Lobató. “Fue el último test para ver si quería estar en televisión o no”. Y fue que no.  “Ahora hago participaciones puntuales, como entrevistas o algún debate de La 2, pero un programa me exigiría mucha dedicación”, dice. De hecho, cada año recibe más de una oferta que debe rechazar.

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Entre clases, conferencias, viajes y libros, poco tiempo le queda para consumir tele. Cuando lo hace, se centra en el Canal 24 horas, los informativos y programas de La 2, que encuentra interesantísimos: “Tal como está montada la sociedad, la gente busca respuestas rápidas, fáciles; información inmediata... y todo lo que sea reflexión no está tan valorado”, se lamenta este profesor de Filosofía que no es un Merlí pero tampoco un hueso: “Intento no suspender a nadie. Para qué generar un malestar”, admite. ¿Y si fuera padre de un mal estudiante? “Le amaría igual, pero preferiría que no fuera ese el caso. Aunque sería una buena cura de humildad”, reconoce.

Desde hace dos años pertenece a la World Academy of Art and Science, una asociación de sabios fundada por Albert Einstein en la que se codea con mentes brillantes. Y de la que es, una vez más, el miembro más joven. Sigue teniendo esa prisa. Por si acaso, quédense con este nombre: Carlos Blanco. Quizá suene en alguna futura edición de los Nobel.