y cierre

Minutos de oro

Imagen de la final de la Copa del Rey Barça-Madrid (TVE-1 y TV-3).

Imagen de la final de la Copa del Rey Barça-Madrid (TVE-1 y TV-3).

JUAN FERNÁNDEZ

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La próxima semana, a estas horas, sabremos si será Pep Guardiola, o será José Mourinho, el que se sentará en la sala de prensa del Wembley Stadium para hacer una demostración de estilo en la víspera de la final de la Champions. El dato es relevante, y morboso a más no poder, pero para la sección de deportes del Telediario (TVE-1) ese día habrá otra noticia, si no más importante, al menos equiparable: los quilates que alcanzó el minuto de oro del definitivo Barça-Real Madrid del próximo miércoles. Hasta en los titulares del informativo nos lo recordarán. A fuerza de oír hablar de él casi a diario, el telespectador ha incorporado a su cultura de andar por casa un concepto que acuñaron las agencias de medición de audiencias para identificar el momento de máximo consumo televisivo de una jornada. En cuanto pueden, todas las cadenas salen locas a presumir de su joyita dorada. Se comprende: hay pasta de por medio. Venderse boyantes a ojos de los anunciantes les va en la cuenta de resultados, aunque la mayoría de esos picos de audiencia correspondan a retransmisiones deportivas, donde el mérito de la emisora se limitó a enchufar la cámara y dejarla quieta. Pero en el caso de TVE, que no padece estrés publicitario, se entiende menos la manía de refregarnos el dato por la cara. ¿A quién pretenden vender sus minutos de oro? Ahora que las marcas comerciales han desaparecido de sus tarjeteros, ¿esperan que seamos nosotros los que demos un bote de alegría en el sofá al saber que ayer reunieron equis millones de miradas durante 60 segundos? La euforia con la que nos lo cuentan parece esperar eso. Aunque en el Partido Popular aún no se hayan enterado, en los últimos años han cambiado muchas cosas en RTVE. Ya no ves los Telediarios calculando cuántas noticias han acabado entrando en la escaleta para agradar al gobernante de turno. En cambio, permanece el afán por presumir de cuota de pantalla para contentar a no se sabe qué anunciante. Como ejercicio de automasaje corporativo puede ser eficaz, pero como operación comercial resulta inútil. Y cansino. Adviértase a los responsables de la cadena estatal de que la plaga de agencias inmobiliarias que arrasó nuestras ciudades hace unos años ha sido ocupada ahora por una nueva plaga de locales de compra de oro. Se anuncian con mucho colorido, no tienen pérdida. Tal vez allí sus minutos dorados les rindan más que convertidos en noticias del Telediario.