Marxista de Karl y de Groucho

Nada hay más reconfortante para un magnate de medios de comunicación que ser entrevistado en su propia cadena de tele. ¡Ah! La satisfacción es enorme. Es el caso, en la madrugada de ayer, de Jaume Roures, monseñor de Mediapro, que recibió un hermoso masaje de Buenafuente en La Sexta. El único momento en el que el entrevistador enseñó su irónica mordiente fue cuando le preguntó: «Dígame, sigue usted manteniendo aquellos ideales marxistas de cuando empezó?» Y Roures, mirándole con una mezcla de ternura y cachondeo, respondió: «Sí, de aquellos ideales mantengo los dos, los de Karl y los de Groucho». ¡Ah! Fue un instante muy bien trabado, muy ingenioso, y de gran exactitud, concretamente en lo que a Groucho Marx se refiere. El resto consistió en ir poniéndole temas en bandeja para que el gran jefe fuera rebañando allí donde le apeteciera. Por ejemplo, esa pregunta tan hermosa, esa filigrana, que BF lanzó en los siguientes términos: «Si yo hago caso de los medios de Prisa, señor Roures, no debería acercarme a menos de 100 metros de usted. ¿Nota usted ese odio de Prisa?» ¡Ah! Un regalo de esa magnitud no se desaprovecha. Y efectivamente Roures no lo desaprovechó. Contestó: «Aquí hay un tema serio para reflexionar: el principal grupo de comunicación español va a acabar en manos de unos fondos de inversión americanos más o menos especuladores. La mayoría del capital -a Prisa se seguía refiriendo- va a ser de ahí, y eso puede tener consecuencias». Gancho perfecto al mentón de Cebrián, de los Polanco, a toda la cúpula de Prisa, sí señor, porque efectivamente este grupo está negociando una importante entrada de capital del fondo estadounidense Liberty Acquisition Holdings. No obstante, si Roures en lugar de ser entrevistado en su propia cadena hubiera estado en otra, seguramente el entrevistador hubiera repreguntado con delicadeza: «¿Y de dónde vienen los capitales que impulsan su imperio, señor Roures? Se ha publicado que las empresas matrices de Mediapro estan radicadas en Holanda. Quizá incluso en las Antillas Holandesas. ¿Qué hay de cierto en todo eso?» ¡Ah! Hubiera sido una repregunta interesante, que nos hubiera proporcionado respuestas tan apasionantes como luminosas. Pero comprendamos a Buenafuente: su sarcasmo y su mordiente son de primera, pero no le podemos pedir que se suicide delante de su jefe.