CRÓNICA
'Litoral', odisea mayúscula
Raimon Molins pilota con agilidad e imaginación la pieza anterior a 'Incendis'
Lo mejor que se puede decir de Litoral es que sale bien parada, muy bien parada, de la comparación con Incendis, la otra obra de Wajdi Mouawad representada las dos últimas temporadas en el Romea, y convertida en un fenómeno teatral. Y la comparación solo se plantea porque las resonancias de Incendis son evidentes en esta pieza. Fue la que abrió la trilogía La sangre de las promesas, luego tetralogía, del autor de nacionalidad canadiense y libanés de cuna.
Todo lo apuntado en Litoral (1997) quedó consolidado años después en Incendis (2003). Porque Mouawad nunca se queda corto. Sus obras son más grandes que la vida; por ambición, complejidad, escritura deslumbrante, épica y aura poética. Es por ello que precisan de una puesta en escena muy fina para que toda su emoción inunde la platea. Y más cuando vivimos días en que lo que faltan son recursos, no talento.
DESENLACE PEREZOSO / Litoral no es tan redonda como la maravilla de Incendis, una bomba emotiva que hería el ánimo hasta provocar dolor en el espectador con un recorrido propio del mejor thriller. La odisea del joven Wilfrid en su viaje hacia el Líbano con el cadáver de su padre, en esa búsqueda de los orígenes que define la serie, desfallece en su segunda parte. Mouawad se recreó en exceso en los monólogos sobre el horror de la guerra y también en la carga poética que adorna una despedida del padre demasiado perezosa.
Pero, con ese material casi inabarcable, una pequeña productora como Atrium ha levantado un montaje sobresaliente en el Romea. La dirección de Raimon Molins merece iguales elogios con una puesta en escena imaginativa, dinámica y que solo decae en esa segunda parte, empujada por el texto. Molins dispone de una escenografía de Ricard Prat, a partir de dos contenedores, muy resolutiva para los distintos cambios de situación. Da realce, por ejemplo, a la gran escena del encuentro familiar, con la llegada de los tíos de Wilfrid, mezclada con su visita al tanatorio. Un pequeño juego metateatral, además, dispara el humor.
'TOUR DE FORCE' / El director tiene el soporte de un reparto entregado y creíble, empezando por el sabio Lluís Marco, enorme como el muerto viviente, y siguiendo por el protagonista de la odisea, un Marc Rodríguez que nunca defrauda y crece sin pausa en su carrera, pese a una dicción a veces atropellada. Son los únicos que no doblan personajes en el tour de force que viven David Verdaguer (un soberbio actor cada día más consolidado), el camaleónico Pepo Blasco y el efectivo Xavier Ruano, que ya estuvo en Incendis.
Mireia Trias y Patricia Mendoza, socias de Molins en Atrium, despachan sin titubeos los roles femeninos. A la primera, sobrina de Xavier Trias, la aplaudió con fuerza el alcalde, presente en un gran estreno al igual que el conseller Mascarell.
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