ENTREVISTA

Jordi Évole: "No aspiro a cambiar el mundo con un programa de televisión"

El periodista habla del programa 'Salvados', que presenta y dirige en La Sexta

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Évole1 / CARLOS MONTAÑÉS

INÉS ÁLVAREZ / BARCELONA

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Jordi Évole y su equipo ya se han puesto manos a la obra para ofrecer una nueva temporada de 'Salvados'. El periodista se ha colocado su uniforme de trabajo –una de las muchas camisas de cuadros que tiene colgadas en la redacción– y ha viajado para darle un plus a los temas más candentes. En su ausencia, Pujol ya no es honorable; el Príncipe es Rey, el 9-N ya no habrá 9-N, un nuevo político asegura que Podemos y el ébola nos visita. El director del espacio de La Sexta que cada domingo busca pellizcar al telespectador para que sea un ciudadano crítico regresa con esa ilusión que nunca se debe perder.

–El primer programa de la temporada ha arrasado, pero temíamos que si tardaba más en volver, se quedara sin su trono dominical. Porque Risto Mejide y Ana Pastor han entrado pisando fuerte…. 

–Siempre ha habido una noche de domingo muy competitiva. Aunque igual ahora más que nunca. Que se emitan 'Viajando con Chester', 'El objetivo', '30 minuts' y 'Cachitos...' –en La 2, que me encanta– es una buena noticia para el telespectador.

–¿Le dará una vuelta de tuerca a 'Salvados'? Porque ya funciona... 

–Siempre intentamos buscarnos estímulos para no hacer siempre lo mismo. Y esta temporada me gustaría recuperar el espíritu de un programa que se hizo en TVE, y no entiendo por qué no sigue, 'Tengo una pregunta para usted', en el que los ciudadanos podían hablar directamente con políticos de primera fila. Me entusiasmaba, porque preguntaban mucho mejor de lo que lo hacemos nosotros. A veces, los periodistas nos olvidamos de cuál es la pregunta más sencilla, más directa, la que interesa.

–¿Por eso les piden a los telespectadores que propongan temas? 

–Sí, lo hemos hecho muchas veces. Esto nos ha facilitado mucho el trabajo. Sin la participación ciudadana no habríamos hecho el programa sobre el accidente del metro de Valencia, por ejemplo.

–Un gran programa del que se deben de sentir muy orgullosos. 

–Ese tipo de programas casi justifican haberse dedicado a esto. No pasa siempre, pero el día que pasa te alegras de haber pensado: «Voy a hacer periodismo».

–Mientras estaban de vacaciones, han brotado muchos temas. Se les acumula el trabajo… 

–Muchos. El primer programa de la temporada iba sobre la relación Catalunya-España. Y con esa voluntad de hacerlo de otra manera nos llevamos a Oriol Junqueras, presidente de ERC, a Sevilla, para que conviviera durante un día con una familia de allí . Porque da la sensación de que esos encuentros son imposibles. Yo estuve con él y no hubo problemas. En el aeropuerto, la gente miraba con sorpresa, pero nadie le increpó.

–Un diario daba otra versión. 

–Eso es mentira. O, al menos el tiempo que yo estuve con él en la terminal–solo nos separamos 10 minutos–nadie le increpó. Cuando dije que nos lo íbamos a llevar a Sevilla, hubo quien me preguntó: «¿No llevarás seguridad?». Y me lo planteé. Pero decidimos que no, y vimos que no era necesario. A nivel mediático, hay muchos intereses para que este tema se eternice, y cuanto más tensa esté la cuerda, mejor. Pero en la calle la gente tiene muy pocas ganas de pelearse.

–¿Y el segundo programa? 

–Hemos entrevistado a Pablo Iglesias en Ecuador, que es el plus que le puede dar 'Salvados'. Este es uno de esos países que pone como referente, por el Gobierno de Rafael Correa y su manera de entender la política. Tenemos un momento inédito del encuentro Iglesias-Correa. Nos colamos en el palacio presidencial y se oye de qué hablan. Es curioso.

–¿Pablo Iglesias, como Pedro Sánchez, son estrellas mediáticas de las que no se puede prescindir? 

–No lo sé. Lo que intentamos es acercar temas y personajes al telespectador de 'Salvados' que pensamos que le pueden interesar, porque nos interesan a nosotros.

–Dicen que en el espacio en el que habló con Jordi Pujol de corrupción tuvieron visión, pero no olfato. 

–Es que has estado delante de alguien que cuenta lo que ha contado Pujol y no le has preguntado nada sobre eso... No has entrado en el meollo que luego él mismo ha destapado... Evidentemente, no los sabíamos, si no, le habíamos preguntando. Pero me jode no haberlo sabido antes y haberlo hecho.

–¿Entonan un 'mea culpa'? 

–Un poco, sí. Hay que hacer autocrítica. Le dije: «Cuando alguien mete la mano en la caja y coge dinero público, eso se ve. Usted tuvo que haberlo visto». Por eso decimos que tuvimos vista. Y él contestó: «La gracia es que no se vea». Por eso añadimos: nos faltó olfato. La frase te pasa desapercibida, pero, ahora piensas: ¿dónde tenía yo el olfato periodístico?

–Pujol también le dijo: «A algunos no se nos puede tentar». 

–Dijo muchas cosas. La lección que debemos sacar es que no debemos venerar a un líder político. Los periodistas debemos tratarlo de tú a tú.

–De jovencito, usted lo hizo. 

–Sí, tenía 20 años y trabajaba en la SER. Me gané algún «això, avui no toca»... Pero, insisto, a Pujol le hemos tenido en un pedestal. Le hemos hecho entrevistas de lucimiento. Incluida la mía. Porque hemos crecido en el pujolismo. Yo, con 10 años, veía en los Telenotícies a un señor que inauguraba cosas maravillosas. Hasta cierto punto es lógico que, pese a que yo haya intentado mantener el espíritu crítico en sus gobiernos, cuando lo dejó, le bailara también el agua. Nos engañó.

–En su ausencia, el Príncipe, al que anhela entrevistar, se convierte en Rey. Ahora lo tiene difícil. 

–No pierdo la esperanza. Porque tendría una muy buena entrevista. Mediría mucho las palabras, pero diría algo interesante. Luego, que se salga del guion es trabajo del periodista. Puedes ser monárquico o no, pero reconozcamos que este tío lleva toda su vida preparándose. Seguro que lo está más que su padre. Y a nivel comunicativo. Además, teniendo a quien tiene en casa, algo habrá aprendido de telegenia.

–La crisis del ébola les dará tema. 

–No lo tengo claro. No me entusiasma el tratamiento que a veces hacemos los medios de estas epidemias. Con la gripe A hubo semanas que parecía que el mundo se acababa. Y, ahora, el ébola lo convertimos en espectáculo. A mí me gustaría entrevistar a un misionero que está allí al pie del cañón para ayudar a esa gente. Descubrir al nuevo Casaldàliga.

–Qué disgustos nos dan los domingos. ¿Se vive mejor sin saber? 

–Yo prefiero estar informado. Hubiera estado bien que hace ocho años algún medio hubiese destapado que había un producto fraudulento que ponían los bancos a disposición de su clientela más vulnerable, las participaciones preferentes, y avisar de que no lo compraran. No hay que crear alarma, pero sí advertir de que nos engañan.

–De vez en cuando dan un respiro. 

–Sí. Programas como el de Pepe Múgica, donde se ve a un político diferente, que sigue en su casita pese a ser el presidente de Uruguay. Gente que no quiere renunciar a sus principios. Sigue habiendo ese tipo de ejemplos. No todo está podrido.

–Algunos de sus invitados se exponen mucho. ¿Demasiado? 

–Cuando una concejala de Sevilla te dice que rechazó seis millones de euros por votar a favor de una recalificación, porque le complicaría la vida... yo me quito el sombrero.

–Y qué me dice del empleado de telefonía rajando delante de su jefe. ¿No le preocupó su futuro? 

–Le llamé aquella misma semana para saber qué había pasado. Porque cuando acabo ese tipo de grabaciones, pienso: a ver si le dejan sin curro... Te quedas inquieto. Pero hay quien me insiste: «Ponlo. Si me pasa algo, ya te lo contaré, pero no tiene por qué. Hay que denunciarlo». Y agradezco a esos altos cargos que accedan a salir en el programa.

–Los hijos de sus entrevistados son sus grandes aliados, ¿no? 

–Sí, hay un tipo de alianza con la gente más joven. Igual el padre comenta que le han llamado de Salvados y su hijo dice: «¡Papá, ese programa mola!». Aunque igual luego confiesa: «Ya no mola tanto». Pero también nos hemos encontrado con el caso contrario. Wert ha reconocido que no ha venido a 'Salvados' porque su hijo no le ha dejado.

–'Salvados' y Jordi Évole se llevan todos los premios. Ese periodismo no tendría que ser excepcional. 

–Y no lo es. Lo que tenemos en 'Salvados' es una ventana muy potente. Yo he visto grandes reportajes en muchos medios. Nosotros tenemos más repercusión porque salimos en la tele, tenemos un prime time y nos ve mucha gente. Si no, nos echarían. Salvados ha sido un fallo del sistema. Si en el primero nos metemos con las eléctricas, no llegamos al segundo. Pero sí puedes cuando ya tienes una trayectoria y un margen de confianza de la gente y de tus jefes, que saben que por culpa del programa recibirán una llamada.

–¿No es falta de talento ni de motivación, sino de dinero? 

–Para hacer buen periodismo hacen falta dos cosas indispensables, y muy pragmáticas: tiempo y dinero. No puedes destapar un gran tema cada día, ni yéndote a una rueda de prensa. Necesitas picar piedra, perseguir a un personaje y, para ello, precisas tener un medio detrás que tenga el dinero suficiente para que tú te dediques a hacer ese trabajo. Yo me siento muy afortunado. Hay 30 personas aquí trabajando para hacer un programa de una hora. Eso actualmente es un lujazo. Pero hay medios pequeñitos que nos están pasando la mano por la cara. Están sustituyendo dinero por ilusión.

–¿Redacciones jóvenes? 

–Sí, aunque hay periodistas veteranos a los que no les falta ilusión. Uno de ellos es Emilio Pérez de Rozas. Yo le veo currar y se me caen las lágrimas de emoción. Es fantástico. Cuando pasen los años, quisiera verme con la misma ilusión. Si perdemos eso, perdemos mucho.

–¿Y qué me dice de su padre? 

–Él sigue teniéndola. Colabora en la revista del pueblo, que hacen dos amigos de toda la vida. Y aún vibra. Tiene mucho más olfato que yo.

–A usted, ese estilo tan peculiar de niño bueno le funciona. 

–No es nada muy premeditado. Prefiero tener una conversación en ese tono que en uno más agresivo.

–El de Ana Pastor es muy distinto. 

–Ya me gustaría a mí preguntar de manera tan directa como lo hace Ana. Y ser tan incisivo. Yo la veo y digo: qué búsqueda del titular más bien llevada. Yo me voy por las ramas, bajo, y cuando bajo encuentro, y a veces no. Se trata más de ir con una charla que te acaba dando sus frutos. Hay un guion detrás, pero cuando tienes que hacer la pregunta más puta, piensas: con lo a gustito que estábamos... Pero la haces.

–No alterna con entrevistados

–No me gusta comer con ellos, y cada vez me lo piden más. Hay un compadreo de la prensa y el poder que nos mata. Y no soy ajeno, porque empatizo mucho. A Florentino Pérez le dije: «No, porque hay el riesgo de que me caigas bien». Y quiero hacer preguntas incómodas.

–Cuando ve a algunos caer, ¿cree que por fin se ha hecho justicia? 

–¿Fabra, Matas, Cotino? En el caso de Cotino, los indicios que nos dieron las víctimas del metro de Valencia de lo mal que lo pasaron por los comentarios de ese señor me tienen que hacer sentir muy poco cuando él lo ha dejado, si es que afectó en algo aquel Salvados. Pero hacer justicia es llevar el caso a los tribunales. Aunque, al menos, las víctimas se sienten algo reconfortadas.

–Se espera que arregle las cosas. 

–Évole no va a arreglar nada. La solución pasa por una ciudadanía más crítica y para eso hace falta educación, algo en lo que no se quiere invertir. No aspiro a cambiar el mundo con un programa de televisión. Si ponemos un granito de arena para conseguir esa ciudadanía que señala con el dedo, bienvenido sea.

–¿Se arrepiente del programa en el que falseaban la teoría del 23-F? 

–Pudo haber errores, como que se emitiera en el horario de 'Salvados'. Pero es que el 23-F caía en domingo. No me arrepiento, no. Me lo pasé muy bien, aunque me cagué un poco. Porque cuando ves los editoriales, te das cuenta de que la liamos gorda.

–¿Lo volvería a hacer? 

–Sí. Ya sabía que nos traería problemas. Era un juego para el espectador y servía para decirle que los medios te pueden levantar la camisa. Pero no quiero dejar de hacer nada por el qué dirán. Me da mucha rabia estar pendiente de las críticas. A veces, me afectan y me gustaría que lo hicieran menos. Además, generó debate. El error, lo único raro, se ve, fue decir al final que era mentira.

–¿Reniega de El Follonero? 

–No. Si no fuera por hacer humor con ese personaje en el programa de Buenafuente, no estaría aquí. Empecé con el periodismo ortodoxo, luego pasé al entretenimiento, y ahora... Haré un símil con algo que consiguió mi madre. Como yo no quería comer jamón dulce, lo camuflaba tras el fuet y me acabó gustando. En 'Salvados' hemos logrado que el jamón dulce –temas que dan palo– te lo comas, escondido tras el fuet, que es el entretenimiento.

–¿Tiene planes tras 'Salvados'? 

–Montar una casa rural en el Pirineo de Huesca y escribir un artículo a la semana para EL PERIÓDICO.

–¿Cómo querría que recordara 'Salvados' la enciclopedia de la tele? 

–¡Buf, qué difícil! Programa que [se lo piensa] algún domingo... logró pellizcar a alguien a quien hacía tiempo que no habían pellizcado.

–¿Y a Jordi Évole? 

–Es lo de menos. Yo no podría hacer nada sin mi equipazo. Cuando llego al vestuario, allí están la camiseta y las botas limpitas. Y cuando salto al terreno de juego, el césped está cortado y casi solo debo rematar a puerta vacía. Me pasan la pelota y a quien se ve que mete el gol es a mí.