ENTREVISTA CON IÑAKI MUR

"La popularidad es dura, pero lo es más picar piedra en una mina"

El joven actor hace balance de su paso por la serie de TV-3 'Merlí', que está a punto de despedir la primera temporada en La Sexta

OLGA LERÍN / BARCELONA

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Iñaki Mur es un joven polifacético: interpreta, baila, canta y hasta ha fundado una compañía de teatro. Y solo tiene 23 años. Pero, ante todo, es un muchacho muy inquieto y espontáneo, tanto como el personaje, Oliver, que construye en la serie de TV-3 'Merlí' y que ahora emite La Sexta. Durante seis años formó parte del grupo musical del Club Super 3, SP3. Ha trabajado a las órdenes de Álex de la Iglesia ('Messi') eÁlex de la Iglesia ('Messi') Icíar Bollaín ('El olivo')y debutó en la pequeña pantalla con 'Polseres vermelles' (TV-3 y Atresmedia) 'Polseres vermelles' . La serie del díscolo profesor de Filosofía le ha dado visibilidad. Poco antes de iniciar el rodaje de la segunda temporada, en la que Oliver tendrá una presencia absoluta, habló para 'Teletodo' sobre su paso por la serie de TVC y Veranda TV. 

Se hace llamar Iñaki Mur, pero en su DNI figura Iñaki Martínez Bertran... Al principio, tecleaba en Google mi nombre real y salían un arquitecto, un cocinero, un culturista... y, al final de muchas páginas, yo. Con mi representante de entonces decidimos cambiarlo. Escogí Mur porque es una palabra catalana, corta y me gusta cómo suena. Además, empieza también con M, lo que me permite mantener mis iniciales.

Fue de los últimos actores en aparecer en 'Merlí' y ha participado en poco más de dos episodios. ¿Eso es bueno o es malo? Fui de los últimos en entrar como personaje, pero comencé a ensayar desde el minuto cero con el resto. Estaba muy nervioso cuando Oliver apareció en emisión. Cuando una serie empieza, nadie juzga a los personajes al principio y todos comienzan el viaje juntos. Con Oliver podía pasar que gustase mucho, o no, y me daba miedo que fuese juzgado de entrada, porque es un personaje con mucho carácter, y la gente así o cae muy bien o cae fatal. Pero al final salió bien y gustó mucho.

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Usted tiene un amigo en la vida real que se llama Merlí Bergeron, como el protagonista de la serie, al que da vida Francesc Orella. Fue muy fuerte. Es un escritor americano que se llama así. Un día me escribió para preguntarme cómo estaba, porque hacía dos años que no hablábamos. Y pensé: "¡Qué coincidencia! La semana que viene tengo un 'casting' para una serie que lleva su nombre". Cuando me enviaron los cuatro primeros guiones, lo descubrí. Le pregunté a Héctor Lozano [creador de 'Merlí'] si conocía a mi amigo y me dijo que no, que la serie se titulaba así porque le hacía gracia, y Bergeron, por un colega que tiene en París. Pensé que era una señal.

¿Cree en las coincidencias? Sí, soy bastante propenso a que me pasen cosas de estas.

¿Le hubiese gustado intervenir en más episodios? Cuando te dicen que entras en el episodio 11, piensas: "Ostras, me gustaría salir más". Pero Oliver tiene un recorrido muy completo; a pesar de que solo sale en tres entregas, le pasan muchas cosas. Le cogí mucho cariño y pensé que era lo que tenía que ser. En la segunda temporada todo toma más sentido.

Oliver es un tipo sin tabús. Sí. Es su manera de afrontar las cosas. Cuando salió del armario debió de sufrir mucho y piensa que nadie le hará pasar por el aro ni le hará redimirse, que tiene derecho a ser lo que quiera. Por ello, tiene esa manera de actuar tan fuerte y está tan seguro de sí mismo, aunque, como todos, tiene también miedos e inseguridades.

Y sirve de revulsivo para Bruno (David Solans) Sí. Le acompaña. Es un sitio por el que Bruno no quería pasar e intenta hacerle las cosas más fáciles, porque Oliver ve que Bruno sufre. Al principio, yo tenía muchas dudas sobre cómo enfocar el personaje, porque es muy fácil etiquetarlo como el gay, y tiene muchas más lecturas. El 'coach' Isaac Alcayde me dijo: "No sabes a la de chicos que ayudarás con este personaje". Y pensé que era lo que tenía que hacer: hablar por toda esa gente que vive lo mismo que Bruno. Y he recibido muchos mensajes de jóvenes que han pasado por lo mismo. Me han dicho que Oliver les ha inspirado mucho y que les ha ayudado a tener una conversación con los padres.

Debe de sentirse muy orgulloso... Pienso que me dedico a la interpretación para esto: yo voy al cine para ver películas en las que hay actores que admiro y me inspiran, para sentir que, aunque no sea mi experiencia vital, me lleguen. Por eso, me siento supersatisfecho del trabajo que he hecho. El regalo es que me digan todo eso a mí.

¿Iñaki Mur carece de tabús? Para algunas cosas sí y en otras, no. La sociedad en la que hemos crecido nos contamina mucho y todos tenemos algún tabú escondido. Por ejemplo, soy muy celoso de mi intimidad. Es la primera vez que me he enfrentado a algo tan grande. 'Merlí' ha sido un fenómeno. Una vez un profesor me enseñó que el miedo no es algo negativo, sino energía, y que lo has de intentar canalizar hacia algo positivo y debes afrontarlo. Y como todos: habrá cosas a las que me costará enfrentarme más y otras, menos. Las primeras, seguramente, para mí serán un tabú.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Al principio, ten\u00eda\u00a0","text":"\"Al principio, ten\u00eda\u00a0muchas dudas sobre c\u00f3mo enfocar el personaje de Oliver, porque es muy f\u00e1cil etiquetarlo como el gay\""}}Protagoniza una de las escenas más vibrantes de la primera temporada, junto a David Solans, con música de La Casa Azul. ¿Cómo se gestó? Tanto el director, Eduard Cortés, como Héctor Lozano querían que fuese muy fresca, no una coreografía. Ensayamos tres o cuatro veces con música para probar qué salía. Con David nos ayudamos mucho mutuamente, porque él es un enamorado de la música y yo he estudiado danza muchos años. E hicimos un frente común: hubo mucha complicidad, por lo que fue más fácil. Pero la hicimos durante la ola de calor del pasado verano, con pantalones largos y después de comer. Resultó bastante incómodo.

Ha habido personas que no se identifican con lo que 'Merlí' muestra. Le reprochan, por ejemplo, que apenas aparecen inmigrantes en las clases. Creo que todos hemos tenido un profesor como Merlí. Pienso que es muy extremo, uno entre 200, pero los hay así. Yo hace cinco años que dejé el instituto y no he visto tantas diferencias, porque la época de la escuela es la selva: todos intentan encontrar su sitio y lo que piensa la gente y los roles importan mucho. Es una serie de ficción y explica una cosa. Si tuviese que tocar todos los temas de la educación, al final no podría contar nada. Y la apuesta de Héctor ha sido hacer la serie que él hubiera querido ver de joven.

¿Qué es lo que más le gusta de Oliver y lo que menos? A veces, no respeta el tempo de la gente, porque tiene una manera de actuar impulsiva para hacerles reaccionar que les coloca en un sitio incómodo. Y puede generar situaciones un poco violentas. En cambio, con espontaneidad, y siendo muy fiel a sí mismo, les ayuda. Pero por el hecho de ser gay no se le discrimina.

¿Se le daba bien la filosofía? No, y la tuve colgada hasta el último examen antes de la selectividad. Como Iñaki, siempre he sido un poco rotundo cuando hablo de las cosas y el profesor me decía que en la filosofía has de divagar y ser un poco ambiguo, porque pone en duda el pensamiento. Pero tuve una profe de Historia que me enseñó mucho sobre la vida, porque esta asignatura te explica un poco por dónde hemos pasado. Era una 'merlina'.

Usted se ha doblado al castellano en el pase de La Sexta. ¿Qué opinión le merece esta versión? Las versiones originales son mejores que las dobladas, pero entiendo que para el mercado de fuera de Catalunya se tenía que dar la opción de que estuviera doblada. Siempre puedes cambiarla en el mando y verla en VO con subtítulos. El espectador es muy crítico siempre con el doblaje, pero en Catalunya tenemos unas de las mejores escuelas.

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Estuvo seis años en el grupo musical del Club Super 3, el SP3. ¿Cómo llegó hasta allí? Siempre había querido hacer teatro, porque de pequeño tenía muchas inquietudes, pero mis padres tenían miedo. Cuando acabé la Primaria saqué muy buenas notas y me premiaron apuntándome a la escuela Memory. Tenía una profesora, Paca Portillo, que era coreógrafa del Super 3 y apostó por mí. Con el grupo tuve mi primer contacto con el público. Me dio muchas tablas. Llegamos a actuar ante 35.000 personas en la Festa dels Súpers. "¡Ni que fuésemos U2!", decíamos.

'Polseres vermelles', serie de TV-3 en la que usted debutó, fue un bombazo, pero algún actor joven no llevó bien la fama. ¿Ha tenido la misma sensación en 'Merli'? Personalmente, soy de los que lo lleva un poco peor. No eres consciente, hasta que no lo vives, de que tú entras cada semana en casa de la gente, que te ven como alguien muy próximo y tú no les conoces de nada. Esta pérdida de identidad me ha sorprendido mucho. La popularidad es dura, pero lo es más picar piedra en una mina. Me quejo, pero de manera prudente y relativa. Es incómodo, porque tienes que dejar de ir a discotecas o evitar aglomeraciones si no te quieres encontrar con según qué. Como todo en la vida, se aprende y se gestiona.

¿Lo ha logrado? Cuando salió el avance en TV-3 de mi entrada en la serie, yo estaba en Nueva York. No era consciente de que se había emitido. Conecté el móvil y me reventaron Twitter, Instagram, Whatsapp y Facebook. Me angustié muchísimo, porque la gente no había conocido aún al personaje y algunos ya me dijeron de todo, pero después entiendes que es lo que hay y que la gente opina. Has de construirte una mampara y ver que no puedes gustar a todos.

Y se acabó calmando... Sí, y la respuesta fue muy positiva. No he tenido prácticamente ningún comentario negativo.

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Y después de 'Merlí', ¿qué hay? A día de hoy, el vacío. Tengo cosas pendientes que me gustaría hacer, pero a nivel de trabajo no tengo ninguna oferta. Tampoco sé si la segunda temporada será la última. Ha llegado un momento en que eso ya no me asusta, porque es nuestro pan de cada día. Si me tuviera que angustiar por cada vacío que tendré cuando acabe un proyecto, no viviría tranquilo.

¿Qué le diría a la clase política? Que no olviden que la cultura es importante y que hay unos derechos fundamentales que todo el mundo debería tener, como techo, comida, sanidad pública y educación; que esto es una soberanía popular, que es la gente la que decide y no los despachos. No siento que los políticos me representen. Cada vez tenemos más precariedad, y no puede ser. Cuando era pequeño no había tanta gente durmiendo en la calle como ahora.