ENTREVISTA

Carlos Cuevas: "Ya no quiero hacer más de niño bueno... al menos durante una temporada"

El joven actor interpreta a Pol en la serie de TV-3 'Merlí'

OLGA LERÍN / EL PERIÓDICO

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Carlos Cuevas (Montcada i Reixac, 1995), aquel chiquillo que interpretaba a Biel, el benjamín de la familia protagonista del serial de TV-3 'Ventdelplà', ha crecido. A pesar de que la audiencia de Catalunya le recuerda especialmente por ese papel en el que se enfundó durante seis años (de los 8 a los 14), hubo nuevos proyectos artísticos después de Biel, comenzando por un papelón en el teatro ('Madame Melville'), con solo 15 años. La tele ('Luna, el misterio de Calenda', A-3) y el cine ('Ahora o nunca') se han colado en esa fructífera trayectoria sobre los escenarios, que Cuevas comparte con la carrera universitaria de Estudios Literarios.

-Merlí dice cosas del estilo: "Os quiero despiertos, con las antenas puestas"; "Caminad mientras reflexionáis..." ¿Usted había tenido algún profesor así?

-No tan directamente. A Merlí le caracteriza la singularidad y la peculiaridad a la hora de decir las cosas, pero sí es verdad que he tenido profesores muy guays, que me han ayudado mucho, como uno de Filosofía en Bachillerato, Lluís Zabala, que era maravilloso. Me planteé estudiar la carrera de Filosofía porque él me la explicaba muy bien. Era un tipo muy comprometido, que nos trataba de tú a tú, que nos consideraba adultos.

-¿Personas como él le han ayudado a salir adelante en la vida?

-Creo que sí; al menos, me han ayudado a cómo pensar sobre las cosas. En la adolescencia estás entre el niño y el adulto. Que alguien que sabe mucho te trate de tú a tú, te coloca en un sitio en el que dices: "Ya no soy tan niño, ya puedo pensar por mí mismo". Y eso te libera de la imposición de crío y hace que tengas, libremente, tu discurso.

-¿Ha contactado con él?

-Alguna vez nos hemos escrito y me ha venido a ver al teatro. Hace tiempo le comenté que haría la serie, y le hizo mucha ilusión. Me ha dicho que estaba muy contento porque la filosofía se diera a conocer, que la recomendaba a sus alumnos y que le costaba reconocerme en mi personaje después de haberme tenido en clase, porque yo soy todo lo contrario por lo que respecta a mi relación con los estudios.

-Usted no tiene pinta de macarra ni de ser el chulito de la clase...

-No, he sido el empollón. Siempre he hecho de niño bueno y responsable y, de golpe, ser un crápula me apetecía.

-¿Merlí es el maestro ideal?

-Es complicado… Tiene todo lo que se le puede pedir a un profesor, pero, al mismo tiempo, posee una serie de defectos que salen a lo largo de los capítulos. A veces se pasa un poco de la raya del espacio personal, es un poco invasivo en este aspecto y se toma una serie de libertades que no se tendría que tomar.

-Parece que a usted la Filosofía no se le atraganta, como a Pol. ¿Tiene algún autor preferido?

-En la carrera de Estudios Literarios tenemos muchas asignaturas de Filosofía. Me interesan diferentes momentos y personas: Platón, por su teoría del conocimiento; Kant, porque supone un revulsivo tremendo; Descartes me aburre y Nietzsche me tiene fascinado.

-Pues el exministro José Ignacio Wert planeaba enviar esta materia al destierro...

-Es cobarde y contraproducente evitar que la gente joven se haga preguntas por miedo a encontrar respuestas reaccionarias. No es permisible que se fulmine la libertad de pensamiento y que se limiten los textos a los que pueden acceder los alumnos. No nos tendría que dar miedo la libertad de opinión; al contrario, enriquece la democracia. 

-Sus estudios le habrán ayudado para preparar el papel. ¿Ha revisado muchas cosas?

-No, porque lo tengo todo muy fresco. De 'Merlí' me gusta ese lado filosófico, pero lo que todavía me atrae más es que no cae en la pedantería o en un directismo exagerado que pueda conducir a que estés viendo una clase de Filosofía. Yo llegué al Bachillerato sin saber qué era: no tenía ni idea de lo que me iban a explicar. Con 'Merlí', los alumnos de ESO pueden asumir conocimientos de forma liviana, que van arraigando. Tiene unas frases brillantes en ciertos momentos que, si piensas un poco, te pueden hacer ir más allá. 

-¡Lástima que no le haya tocado ser el empollón! ¿No lo pidió?

-No, al contrario. No quiero hacer ya más de niño bueno. Se ha acabado, al menos, durante una temporada

-¿Cree que 'Merlí' consigue reflejar cómo son los jóvenes actuales?

-Los personajes están muy bien encontrados y reflejan de forma fenomenal todos los roles que puede haber en una clase, sin caer en el estereotipo. A pesar de que yo puedo ser el chulo y otro, el empollón, entiendes porqué somos así. El telespectador  puede sentirse identificado con alguno de los personajes o, al menos, podrá reconocer a un tercero en el que vea a un amigo o a un colega de clase. No se hace simplemente un dibujo de los personajes y punto, sino que se explica porqué son así y de dónde vienen. Y acabas empatizando con ellos.

-El actor David Solans [Bruno, en la serie] dice que los jóvenes aquí son personajes débiles, que intentan alejarse de los padres y mantener su espacio.

-Es que la adolescencia es una etapa de crisis y de autoconocimiento, de descubrimiento, en la que intentas ser alguien y no una copia de tus padres o de lo que ves. Estás en un debate sobre qué me gusta, cómo quiero vestir, qué quiero parecer, qué quiero proyectar… La mayoría de personajes de 'Merlí' tienen cosas adentro que les remueven y determinan su manera de actuar.

-Como Pol al que, a pesar de parecer un tipo duro, le pierde cierta sensibilidad...

-Pol es un tío chulo, frío y prepotente, porque tiene una añoranza de su madre que murió cuando él era pequeño, y no puede soportarlo. Su padre no tiene trabajo, su abuela también fallece... Se siente desamparado y busca apoyos fuera. 

-¿Qué ha aportado Carlos Cuevas a su personaje?

-Para hacerlo vas a buscar en lo más hondo de ti mismo y siempre salen cosas. A Héctor Lozano [el guionista] le interesaba mucho mostrar un lenguaje fiel al de los adolescentes, porque a veces ves la tele y piensas que los jóvenes no hablan así. Hemos incorporado cosas nuestras, como comentarios en argot. A nivel de lenguaje, la serie tiene mucha verdad. Toda mi trama con la familia es en castellano y está muy bien, porque representa que soy de una familia castellano-hablante. Soy de Montcada i Reixac y era el único que hablaba en castellano en mi casa. 

-Oír mucho castellano en la serie puede exaltar a más de uno...

-Me da lo mismo... Eso no quiere decir que no seamos catalanes, Queramos o no, hay gente que habla castellano en casa, a pesar de que luego se sienta muy catalana. La lengua va así. En 'Ventdelplà', la familia del bar hablaba castellano y no pasaba nada. Yo hablo mucho castellano en clase, pero es que los macarras que conozco hablan así.

-¿No le hubiera gustado ser más macarrilla en su vida personal, ahora que ha descubierto a Pol?

-Como estudiante, no tanto, pero en la vida personal, un poco más, sí, porque Pol tiene momentos divertidos, aunque a veces  hace putadas a la gente, y no está bien.

-¿No lo ha intentado?

-No, porque no se me da demasiado bien [ríe].

-¿Usted también era el centro de atención cuando estaba en el instituto?

-Sí, pero por otros motivos, no por intimidar al personal ni por crear un rol autoritario, sino porque he trabajado desde muy pequeño y la gente me conocía.

-Desde que acabó 'Ventdelplà' no había vuelto a TV-3.

-Yo querría estar en todos los sitios siempre: hacer teatro, tele y cine a la vez, pero no se puede. Tengo la suerte de que nunca he parado.

-¿No le da pereza que la gente le vuelva a parar por la calle?

-No. La gente lo continúa haciendo. Algunos me recuerdan por Biel y otros, por 'Luna...' Pero cada vez más, y esto me hace mucha gracia, soy Carlos cuando me saludan. Ya no soy un personaje, sino que hay un actor detrás. Lo que me importa es que mi trabajo esté bien hecho, que guste y que se reconoza todo lo que implica. Y, después, si alguien me para, ya le saludaré. La ventaja que he tenido es que como lo he vivido desde pequeño, lo he visto como algo normal y me he ido acostumbrando. Y cuando he ido solo por la vida, he sabido cómo afrontar estas situaciones. Te afecta lo que quieres que te afecte.

-¿Ha seguido estudios de teatro?

-No. Mi formación es a base de trabajo. Hago cursos y un día a la semana tengo clase con una 'coach', Laura Jou. Es más un entrenamiento actoral que una formación teatral.

-¿De dónde le viene la vena artística? Debutó a los 8 años.

-Pues no lo sé. De pequeño me gustaba mucho el teatro. Recuerdo que mi abuelo me acompañaba a ver obras infantiles al teatro de Montcada cada domingo. Hice una prueba para una película, La dona de gel, y me cogieron. Y, a partir de ahí, fue todo rodado.

-En su cuenta de Twitter se define como "aprendiz de actor". ¡Pero si a los 15 años ya tuvo un papel protagonista en la obra 'Madame Melville'…! ¿Fue una osadía?

-Tal vez fui un inconsciente, porque no sabía dónde me metía. Me apetecía hacer teatro: tenía al lado a una actriz maravillosa, Clara Segura, y a un director, Angel Llàcer, que me apoyaba mucho. Pero no era consciente de lo que implica hacer teatro, de lo críticos que son los ojos que te vienen a ver... Sé que con 15 años es un poco precoz, pero fue maravilloso. Lo volvería a hacer...

-Después vino más teatro, la serie 'Luna...' y la película 'Ahora o nunca', con Dani Rovira.

-Este tío ahora mismo es la Coca-Cola. ¡Es lo más! Me hacía mucha gracia. De golpe, te das cuenta de que son figuras mediáticas. Dani tenía unos percales con los paparazis… Tú vienes del teatro, que es un ambiente más tranquilo y más de estar por casa... Me chocaron un poco los estilos de vida, muy diferentes al mío, pero fue interesante.

-¿No le gustaría tener también a los fotógrafos en la puerta?

-No es mi objetivo. Si hacer mi trabajo comporta esto, tendré que tragar y asimilarlo. Pero depende de lo que tú aceptes hacer o no.

-Es el precio de la fama.

-Sí, pero también depende del proyecto que escojas. Hay actores maravillosos a los que no les paran por la calle, y eso no quiere decir que no sean tan buenos. 

-¿Qué queda de Biel?

-¡Uy!, me hace mucha gracia. Es algo que me ha marcado mucho en la vida, porque fueron seis o siete años... En 'Ventdelplà' supe que quería ser actor y conocí a gente maravillosa. Aprendí mucho, porque partía de cero, y me marcó. Me enseñó cosas a nivel de disciplina, pero también de implicación laboral. La gente recuerda mucho a Biel, pero a mí me queda muy lejos. Acabé la serie a los 14 años y he hecho cosas después. Pero le debo mucho, sí.

-¿Y a aquellos viajes en coche con su madre al plató repasando guiones de la serie?

-Mi madre me ha ayudado mucho y me ha acompañado a los rodajes toda la vida. Ahora voy solo, pero sí que no he perdido detalles que me enseñó ella: todavía estudio los guiones con días de margen, salgo de casa con tiempo, no me porto mal en el rodaje… 

-Una curiosidad. ¿Por qué se hace llamar Carlos y no Carles?

-Mis padres me pusieron así y me he acostumbrado, aunque  soy más catalán que el palo de la bandera. De pequeño me daba rabia Carles, porque se parecía más a Carla, y era nombre de nena. Pero mucha gente me llama Carles y no protesto. No me crea ningún conflicto.