tú y yo somos tres

Bestiario de tramposos y trileros

Ferran Monegal

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Es maravilloso advertir cómoSanti Acosta, este muchacho que Tele 5 acaba de reincorporar a su galería de presentadores, ha aprendido en un tiempo récord el arte de la trampa y de la martingala trilera. Es verdad queAcostaya tenía una notable experiencia de cuando hacíaSalsa rosa.Pero ahora, con este nuevo programa que le han puesto, llamadoEnemigos íntimos,ha perfeccionado la técnica de la tomadura de pelo. La madrugada de ayer nos decía, ladino, entusiasmado, y sonriente:«Hoy verán el primer cara a cara entre don Humberto y Belén. ¡Descubrirán por qué son enemigos íntimos!», y el programa remataba la excitación insertando repetidamente este rótulo:«¡Belén y don Humberto, frente a frente!». ¡Ah! Qué tramposos. Lo único que vimos en este programa fue un montaje, a pantalla partida, de viejos vídeos de uno y de otro, de laEstebany deHumberto, en platós diferentes, pero colocados juntos simulando que estaban frente a frente. O sea, que los que trabajan en la cocina de la tele contenedor han llegado al virtuosismo perfecto: no solo fabrican la pestilente papilla, sino que encima la trampean para que huela más intensamente. El único que esa noche/madrugada apareció por el plató del programa fue esa criatura, ese ser, esa especie de resto peripatético de la condición humana, llamado risiblemente«Don» Humberto Janeiro. Y aunque parezca mentira, o sea, aun a pesar de las infinitas veces que ha salido a evacuar a cambio de dinero, vimos con sorpresa que a este hombre todavía le quedaba materia orgánica en su aparato excretor. Le quedaba todavía, sí, una reserva de engrudo intestinal, una especie de bolsa de mala digestión, que esa noche lanzó al exterior. ¡Ah! La textura de esta última deposición fue particularmente olorosa: advirtió que su hijoJesulín–en los tiempos en que era novio deBelén– le decía, preocupado, que le faltaba dinero de una caja que tenía en su habitación. Cada fin de semana que aparecíaBelén, ¡patapam!, dinero volatilizado misteriosamente. ¡Ah! Qué historia más hermosa la que expulsó el abuelo esa noche. No obstante, cabe advertirle al alarmadoHumbertolo que le señaló una de las cotillas allí presentes: si el dinero deJesulíniba desapareciendo, sistemáticamente, de la caja (¿de zapatos?) de su habitación, una de dos: o lo afanabaBelén, ¡o lo hurtaba precisamente él, el abueloHumberto! ¡Ah! Qué delicia de familia. Qué bien puesto el nombre de la finca:Ambiciones.