LAS SECUELAS DE LAS VICTIMAS DEL PROFESOR DIEZ

Una víctima de pederastia en el colegio Valdeluz: "Quiero estar con chicos, pero no soy capaz"

El colegio madrileño Valdeluz

El colegio madrileño Valdeluz / Archivo

V.Lozano/L.Rendueles

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"No soporto que me toquen. Cuando alguien se acerca por detrás y me pone los brazos por encima de los hombros... me siento mal", explicó a la psicóloga una de las chicas que acusa de abusos sexuales a su profesor de música y ética Andrés Díez en el colegio Valdeluz de Madrid, dirigido por religiosos agustinos.

Su testimonio y el del resto de las 14 denunciantes, salvo el de dos, son "creíbles" o "altamente creíbles", según los informes de dos peritos de la clínica médico forense de Madrid que exploraron a las chicas. Este martes, ambas ratifican sus conclusiones ante el tribunal de la Audiencia Provincial, que juzga al profesor Díez por hechos cometidos con niñas de entre 7 y 17 años en el centro educativo y en la academia de música Melodía Siglo XXI, ubicada dentro del colegio, entre 2004 y 2014. La fiscalía pide 69 años de cárcel para el acusado, que está en libertad bajo fianza.

Estrés y fragilidad

Las psicólogas describen en sus informes graves secuelas derivadas de los presuntos abusos que años después, "condicionan el desarrollo normal" de las chicas, hoy mayores de edad: "síntomas de evitación, episodios de estrés, gran fragilidad y resonancia emocional". Destacan que, al menos cuatro de ellas, muestran "resistencia al simple contacto físico, con desconfianza e inseguridad en las interacciones sociales".

Una de las víctimas contó a la forense: "No sé cómo explicarlo, pero yo ahora mismo me toca alguien y como que hago así directamente (retira el brazo de forma brusca), o digo 'por favor, para, o ‘no me toques'". Algunas denunciantes, ya adolescentes, describieron que, desde que ocurrieron los abusos, sufren problemas para establecer relaciones íntimas con chicos.

Una chica confesó a la psicóloga que, cuando tenía 20 años, rompió con su novio porque él le pidió que tuvieran relaciones. Otra cría explicó: "No aguanto que me cojan de la mano. El resto ni te cuento, por ejemplo que se acerquen a la zona vaginal y todo eso…". La forense le preguntó si no sentía ganas de tener relaciones con chicos y entonces la víctima matizó: "Yo sí quería estar con chicos, me apetecía pero no era capaz, no podía y cortaba". La especialista apunta en su informe: "Ha salido con cuatro o cinco chicos, si bien nunca ha podido disfrutar de una interacción sexual mínimamente satisfactoria, viviendo como una situación insoportable que le toquen cualquier parte del cuerpo por debajo de la ropa, en tanto que le causa un rechazo insoportable".

"Pedía ayuda a Dios"

El sentimiento más frecuente entre las víctimas es el de culpabilidad, según las exploraciones psicológicas. Todas se arrepienten de no haber sacado antes a la luz los hechos o se sienten mal por haberlos denunciado. Una niña que denunció haber sufrido tocamientos en las clases de piano que daba el profesor Díez habló a la forense de sus convicciones religiosas y recordó: "Cuando comulgaba, yo siempre pedía perdón porque no estaba haciendo nada o lo que hacía era muy poco y le pedía a ayuda (a Dios) para que me quitara la confusión, para saber qué hacer. Sabía que tenía que decirlo, pero no me atrevía".

En este mismo sentido se pronunció otra denunciante que aseguró a la psicóloga que solo se atrevió a denunciar los abusos cuando supo que otras compañeras habían pasado por lo mismo que ella: "Me siento mal, no por lo que me ha hecho a mí, sino por lo que ha hecho a otras chicas, porque pienso que si yo lo hubiera dicho antes, podría haberlo parado".

"Era divertido"

Otros testimonios explican por qué algunas crías tardaron en comunicar lo que ocurría con su profesor, a quien muchas alumnas consideraban como "un padre o un amigo" y algunos padres definían como "un profesor ejemplar": "La primera vez que empezó a hacerme cosas en la boca me chocó mucho. Lo tenía como disociado, había una parte en el que era bueno porque me escuchaba y hablábamos y tal y era divertido y luego estaba la parte mala en la que me hacía esas cosas, pero no lo llegaba a juntar del todo".

Las peritos identificaron también "acusados sentimientos de estigmatización" en las víctimas, que, tras denunciar a Díez, tuvieron que cambiar de colegio, de profesores, de amigos, de barrio y algunas incluso de ciudad para empezar de nuevo. Y ahora se han visto obligadas a revivir todo durante el juicio, que se celebra a puerta cerrada.