"He vivido una película de terror"

O. B. repasa los 18 meses de angustia que ha vivido apartada de su hijos preadoptivos

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TERESA PÉREZ / BARCELONA

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A O. B. (Barcelona, 1970), madre de T. y P., le avisaron un día de septiembre de que fuera con los niños a la entidad colaboradora de la Conselleria de Treball, Afers Socials i Familíes donde hacían el seguimiento de los menores desde que se los asignaron siete años atrás porque en todos los informes la consideraron una madre idónea para cuidarlos.

Para convencerla de que se pasara por la entidad, le comentaron a la madre que querían saludarlos a los niños. Los tres acababan de llegar de las que serían sus últimas vacaciones juntos.

Fue el principio de un fin que parece que ya está próximo a solucionarse. Era el 8 de septiembre del 2015. Lo recuerda con nitidez porque O. B. recibió una bofetada virtual que todavía le duele y de la que perduran las secuelas: "Mañana traes a los niños para que los ingresan en un centro". Lo oyó pero no asimiló el alcance de la decisión. "Yo en ese momento dejé de ser yo. Pasé una de tantas noches horrorosas que he tenido desde entonces, sabiendo que al día siguiente debía entregar a los niños", rememora. "Y comencé a vivir una película de terror que ha durado 18 meses", recuerda la madre acogedora y entonces en fase de preadopción.

LA CARA DE LOS NIÑOS

La mamá de los pequeños, una consultora de Recursos Humanos, echó una rápida mirada a la cara de los menores. La imagen está presente con toda la intensidad: "La niña sonreía y el niño tenía esa cara de susto, de angustia, esa de no entender nada porque le habían hecho elegir entre su madre y su hermana", dice. A ella, no le comentaron que evitara transmitir pesadumbre delante de los pequeños como se suele pedir, y denuncian las familias, a los progenitores cuando van a entregar a los menores que la dirección general de Atenció a la Infància i l'Adolescècia (DGAIA) ha dictaminado que están en situación de desamparo.

En el momento de la despedida a los niños trataron de desdramatizarles una situación que un menor no logra digerir por mucho que se la dulcifiquen: la separación de una madre. Fue con unos argumentos que 18 meses después todavía no se han cumplido: "No os preocupéis que en seguida os volveréis a ver". Todavía no han vuelto a reunirse los tres. 

El dolor de O. B. ha sido y sigue siendo tan intenso que le ha permitido entender y dar sentido a la expresión "sufrir como una madre". El pesar no le ha impedido pelear a brazo partido y tocar mil puertas para lograr que los tres vivan bajo el mismo techo. "Me he mantenido por el amor que me impulsa a recuperarlos", concluye. "He estado más de un año sin verlos", se lamenta. 

SIN ORDEN JUDICIAL

La angustia y la desazón materna se agrandaron a medida que transcurría el tiempo sin verlos. A los dos hermanos los llevaron a un centro de menores de Barcelona, pero la niña no tardó en fugarse. "Por lo menos se ha escapado cinco o seis veces", dice la mujer. Desde entonces no han vuelto a estar juntos los hermanos. Una de estas huidas fue un día que llevaron a 25 menores a la playa, y al centro solo regresaron 10, cuenta O. B. Una de las veces que la localizaron fue cuando estaba en casa de la madre recuperándose de una intervención. "Yo acababa de salir. Llamaron a la puerta y abrió ella y se la llevaron. No tenían ni orden judicial", explica. "Se la llevaron el 23 de diciembre pasado y el 30 ya se había vuelto a escapar", apunta.

Cuando fueron a vivir con O. B., la niña tenía casi 6 años y el pequeño no había celebrado el tercer aniversario. O. B. había roto con su pareja y había tomado y meditado una decisión trascendental: quería ser madre y optó por llegar por el camino de la adopción. "Quería asumir la maternidad, hacer deberes y explicarles quién era el Ratoncito Pérez". Siempre había soñado con ser madre de familia numerosa. "Quería tener al menos cuatro hijos".