Análisis

Unos mandan, otros obedecen

XAVIER BRU DE SALA

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Cuando el Gobierno español se esforzaba en nadar a contracorriente, llevado río abajo por la indecisión, la improvisación, el anuncio de medidas seguido de la negación, llega un momento de la verdad y en muy pocas horas le da la vuelta a la imagen. Los ausentes, los que iban siempre a remolque, cogen las riendas de la crisis de los controladores con una firmeza inaudita. El indolente saca el látigo. El pasivo toma la iniciativa con todas las de ley, y quizá más. Veni, vidi, vici. Se acabó lo que se daba. A grandes males, grandes remedios.

Diligencia, celeridad, resultado óptimo. El colectivo que desafiaba el cinturón con el que le ponían cerco a los privilegios volvió al trabajo con el rabo entre las piernas. De eso se trataba. Es lo que quería la ciudadanía, tanto los centenares de miles de perjudicados como los millones de parientes y amigos de los rehenes. Dado que la práctica totalidad de la ciudadanía se encontraba en uno de estos dos grupos, la exigencia de soluciones era unánime. Unánime también el aplauso por la eficacia del Gobierno.

No había -no hay- margen para la discrepancia. La oposición, si quiere criticar, debería decir qué más se podía hacer, una vez declarada la huelga salvaje, para volver a la normalidad en el mismo plazo o uno más breve. A buen seguro que nadie es capaz de proponer medidas alternativas menos drásticas con idénticos resultados. Aun así, desde la izquierda del PSOE se critica el posible abuso interpretativo del ordenamiento jurídico, tanto de la Constitución como de la ley que la desarrolla en este punto. Supongamos que, técnicamente, tengan razón quienes piensan eso. ¿Y qué? Lo que pedía la gente era mano dura y el Gobierno la ha tenido.

Ganas de criticar del PP

Por su parte, y convencidos de que no pueden encontrar una grieta o un intersticio para meter el cuchillo y hacer sangre, el PP y Rajoy se han añadido a los que aplauden (con lo que desaparece el riesgo de considerar que el Consejo de Ministros abusó de la ley). Con todo, la derecha no ha sabido contener las ganas de criticar. Ya que no podía discrepar de la solución, hurga en el problema. El mensaje es muy sencillo: con ellos, esto no pasaría; dado que la mano dura del PP es de todos conocida y reconocida, los controladores no habrían osado enfrentarse al poder; pero como el PSOE es débil, se atrevieron. Pues no sé si alguien picará, pero es difícil que cuele esto de dar la culpa al Gobierno de unos privilegios históricos. Sin duda, el PP, cuando gobernaba, también contribuyó a la situación insólita de abuso. Precisamente, la huelga salvaje se deriva de un intento gubernamental, no el primero, de recortar privilegios. ¿Lo podía haber hecho más adelante? Claro que sí. Después viene Navidad, después Semana Santa, después otros puentes, después el verano.

Se pongan como se pongan las oposiciones, a los ojos de la ciudadanía Zapatero y Rubalcaba han sacado un diez sobre diez. El problema cara al futuro es que se acostumbren. Una vez se le encuentra gustito a esto de mandar, el peligro es convertirlo en vicio. A ver si en lugar del reivindicado concierto o un equivalente, los catalanes nos encontraremos también con estado de alarma.