Tomates entre el asfalto

Joan Obon, en su parcela del huerto municipal de Can Cadena, en Sant Martí.

Joan Obon, en su parcela del huerto municipal de Can Cadena, en Sant Martí.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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A pocos metros de la plaza de Prim -uno de los rincones más encantadores de la ciudad-, tras una pequeña y frágil puerta, el Hort Indignat del Poblenou; uno de los huertos nacidos a partir de la fértil tierra del huerto que se plantó en la plaza de Catalunya durante la acampada del 15-M, que se distribuyó por toda la ciudad cuando se decidió llevar las asambleas a los barrios. El espaciookupado--propiedad de una entidad bancaria, según cuentan los vecinos—presenta estos días un aspecto radiante. En dos años, se ha convertido en uno de los referentes de la ciudad, donde se han plantado patatas, habas, lechugas berenjenas, tomates, pepinos, coles y guisantes, por citar algunos ejemplos de lo cultivado en este trozo de campo a dos pasos de la Vila Olímpica.

Este pedazo rural en medio de la urbe es solo uno de los cerca de medio millar de huertos plantados en la capital, entre los decenas de bancalesokupados,los 13 gestionados directamente por el Ayuntamiento de Barcelona a través de Parques y Jardines y de su programa de huertos urbanos; los más de 200 dentro de escuelas, a través del programa Agenda 21 Escolar, y los ocho a punto de caramelo gestionados por entidades sociales dentro del Pla Buits.

Producción ecológica

Cada huerto es un mundo, con una única característica en común: en todos ellos las lechugas crecen a escasos metros de una parada de metro. Y otra más: la gran mayoría son ecológicos. En los huertos del ayuntamiento, por obligación -no se permite a los usuarios utilizar ningún tipo de pesticidas—y en la mayoría de los autogestionados, por convicción. El Poblenou es el mejor ejemplo de la efervescencia del fenómeno de los huertos urbanos en la capital catalana, ya que en pocos metros se concentran cuatro huertos autogestionados.

Pepe es uno de los miembros de la comisión de huerto de la Assemblea Social del Poblenou, gestora del Hort Indignat. Explica que eligieron el terreno en el que están por su privilegiada ubicación y por los años que llevaba sin uso, desde 1978, cuando cerró la fábrica de jabones que históricamente se había levantado en el lugar. No es casualidad que el Poblenou sea uno de los barrios en los que hay más huertos, ya que es uno de los puntos en los que hay más solares vacíos. Los tiempos en los que el lugar era conocido como el Manchester catalán quedaron atrás, y donde otrora se erguían productivas fábricas ahora solo había escombros... hasta que los vecinos dijeron basta.

«Estas plantas están tan bonitas porque escuchan poesía. Aquí se ha recitado a Miguel Hernández», explica Pepe,neoagricultordel Poblenou. Y no es ningún farol. En el Hort Indignat, además de lechugas, se cultiva la mente. Organizan recitales, cinefórums ycalçotadesen las que se comen loscalçotsque ellos mismos plantan. Pep Ordónez, responsable del programa de huertos urbanos del Ayuntamiento de Barcelona, coincide con Pepe en eso de que las plantas «escuchan y agradecen». «Están tan bonitas porque las tratamos con cariño», señala. Habla del huerto de Can Cadena, en Sant Martí, uno de los 13 huertos de la red municipal que coordina, que funciona desde 1997 y que ofrece 343 parcelas donde cultivar y donde se entretienen los mayores de 65 años de la ciudad. Esa es una de las diferencias entre los huertos municipales y los autogestionados, que a los primeros, cuyas parcelas se asignan por sorteo, suele pueden optar las personas mayores. Otra diferencia, además de los horarios y las normas, es que las concesiones son para cinco años, sin opción a prórroga ni a volver a entrar en el sorteo: «Hay lista de espera y hay que darle la opción a cuanta más gente mejor. La solución es hacer más, y en eso estamos. Este año abriremos dos en Can Pujades y en Baró de Viver», concluye Ordónez.

La semilla del programa de huertos urbanos de la capital catalana la plantaron hace casi 20 años, en 1994, los vecinos de El Coll. Cuando se derribó la casa del guarda del parque Güell para evitarokupaciones, los vecinos pidieron los terrenos para cultivarlos, y allí siguen sus patatas. Aunque no fue hasta 1997 en el huerto de Can Mestres, en Sants, cuando la red empezó a coger forma.

Hasta azafrán

Joan Obon es uno de los payeses más expertos del huerto de Can Cadena. «Aquí hemos plantado hasta azafrán», alardea orgulloso el hombre, de 77 años, mientras enseña pepinos que crecen dentro de botellas de cristal. «Vamos experimentando. El otro día me compré la guía de huertos urbanos de EL PERIÓDICO. Cada día aprendo cosas nuevas. Se trata de ir probando siempre; en los libros y en la tierra», apunta el hombre, quien siempre había sido un gran amante de la montaña, pero que jamás, hasta que empezó en el huerto de Can Cadena había cogido una azada. «Me apunté al sorteo por casualidad. Un vecino se apuntó y me dijo que me apuntara también, así teníamos más opciones de que nos tocara», señala. Y le tocó y, como es un hombre formal, accedió al programa y hoy es uno de los más activos en el huerto, donde también trabajan los usuarios del centro de acogida residencial Can Planes.

Como Pepe, Úrsula es otra usuaria del Hort Indignat del Poblenou. Una de las cosas que más le gustan es la variedad de gentes que lo frecuentan. «Tenemos personas de todas las edades y de un montón de procedencias», explica la sonriente mujer, quien añade que veces lleva a su nieta al huerto. Uno de los últimos proyectos de este huerto es hacer un bancal en una mesa, para unos vecinos en silla de ruedas de acaban de sumarse al proyecto. Y no es el primer huerto urbano que cuenta con ellos, los municipales también disponen de bancales especiales adaptados para estas personas.

La última muestra de que los huertos urbanos están de moda está por llegar. Ocho de los 14 espacios que han sido asignados a entidades dentro del Pla Buits se cederán a entidades sin ánimo de lucro para integrar los terrenos en la ciudad creando huertos urbanos.

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