Opiniones enfrentadas

Todo no vale

Un regalo así es una trampa para tranquilizar conciencias

EMMA RIVEROLA

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Ah, qué bien… Sí, claro que me gusta… es muy… práctico… Sí, es cierto, así me compraré lo que me apetezca… aunque, bueno… De deportes… ¿crees que he engordado?... ¿un chándal?... ya… sí, es verdad, dije de comprar uno, pero era para la niña… no, pero está bien, cariño, sí, muy bien… De verdad… para andar por casa… ¿Abres tu regalo?.. No, lo mío no es un vale, ya verás, abre el sobre.

Y ahora, en este preciso instante, descubres qué es un regalo, no este triste recurso de última hora que me has entregado en un sobre del trabajo. Pues sí, ¡un fin de semana en un balneario! Exacto, qué casualidad, el mismo que tanto te llamó la atención en verano. «Aquí nos tenemos que escapar tú y yo», dijiste. No era tan difícil acertar con tu regalo. De hecho, bastaba con una cosa. No, mejor dos: escuchar y pensar. Qué horror, ¿verdad?

Al menos no me has regalado, de nuevo, otras bragas carísimas de la tienda de la esquina. Yo ya sé que me quieres, pero ¿te has fijado en el patético espectáculo de la celulitis atrapada en esos encajes asesinos? El tiempo pasa. Cambia los cuerpos y acrecienta la desidia.

¿Por qué no hiciste caso de las señales? Desde hace dos meses no dejo de repetir que necesito un abrigo. ¡Pero si te llevé hasta el escaparate y te mostré el que me gustaba! ¿Qué más tenía que hacer? ¿Simular un orgasmo PSC frente al aparador?

En tu vale regalo puedo leer toda la pereza que te dio adquirirlo. Pereza, agobio y precipitación. El vale es la chuleta del estudiante. La trampa para tranquilizar conciencias. Yo te seguiré el engaño, pero no sabes cómo me habría gustado que, además de tocarla, hubieras tratado de ponerte en mi piel.

Porque un regalo no es un trámite, como comprar el diario o unas costillas de cordero. Un regalo es el abrigo que nunca me compro porque antes hay mil prioridades. O ese perfume, mi perfume, el que tanto te gusta y que hace meses que no encuentro. O un fin de semana en la ciudad pendiente desde hace 20 años. Y todo eso lo sabes. Solo tienes que recordarlo. No te pido una demostración de amor eterno, tan solo una señal de que conoces mis caprichos… Y hasta mis sueños.

¿Sabes? Yo también odio los párkings completos y las colas infinitas y los codazos y las tallas que buscas y que nunca encuentras. Pero todo lo doy por bueno cuando me regalas tu rostro de sorpresa al descubrir que ese regalo, justo ese, era el que tanto deseabas. No necesito papel brillante, ni lazos, ni etiquetas de colores, solo un poco de magia. Ya estás soñando con el fin de semana, ¿verdad? En fin, bien pensado, ya he encontrado una utilidad para tu vale, me compraré un bañador para el balneario. Uno bien sexy. Porque seguro que no he engordado, ¿verdad?