INICIATIVA CONTRA LA EXCLUSIÓN SOCIAL

Submarino solidario

Salida 8 La voluntaria Meri (de granate) prepara material para las colonias con unos chicos en El Submarí.

Salida 8 La voluntaria Meri (de granate) prepara material para las colonias con unos chicos en El Submarí.

TONI SUST
BARCELONA

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Hay datos que por sí solos explican que enCatalunyay enBarcelonahay realidades muy distintas, varios países en el mismo, y no por la nacionalidad, sino por la calidad de vida de unos y de otros. Por algo en la capital catalana hay diferencias de esperanza de vida por barrios de hasta una década. Uno de esos datos ilustrativos es el del porcentaje de licenciados universitarios en el barrio deLa Marina del Prat Vermell, en la Zona Franca. Lo mejor para darse cuenta de que hay un problema es comparar. En Barcelona, un 24,9% tiene estudios universitarios. En Sants-Montjuïc, un 18,9%. En la Zona Franca, un 2,6%. En medio de esta realidad, el 'esplai'El Submarí, picando piedra en una escuela en desuso que la parroquia local les deja para ocuparse de los jóvenes del citado barrio, La Marina del Prat Vermell, y del colindante, La Marina de Port.

Círculo cerrado

Lo coordina Neus Cerdà y forma parte del Moviment de Centres d'Esplai Cristians Catalans de la Fundació Pere Tarrés. Meritxell Torres, del equipo, está acabando Educación Social. El Submarí tiene las características de un 'esplai' con alguna particularidad vinculada a la realidad de la zona. Hay ocio para menores yrefuerzo escolarpara niños de 8 a 12 años, algo habitual en otros centros de esta naturaleza. Pero también hay refuerzo parajóvenesde 16 a 25 años, con la idea de que afrontenestudios universitarioo completen un módulo de FP. El Submarí apuesta por jóvenes que no tienen a mucha más gente que lo haga. «Sus padres no tienen trabajo», explica Cerdà sobre el perfil de las familias de los que acuden al centro. Hace años, dice, se dieron cuenta de que había que ayudar a los jóvenes del barrio. Y el programa está dando frutos.

«Aquí sentí cariño. Me saqué la ESO. Ahora soy uno de losvoluntarios». Lo cuenta Yefry, de 20 años, uno de los que en El Submarí encarna el círculo cerrado: gente que recibió ayuda y ahora la presta. «Ellos aprenden conmigo y yo con ellos», añade. Les ayuda a hacer los deberes: «Van cogiendo constancia. Siempre vienen aquí. Incluso en festivo. Prefieren estar aquí que en casa».

Pilar Bielsa, de 57 años, acude voluntariamente a hacer clases. Es profesora de Matemáticas y Religión, y lo tiene claro: «Creo que lo haré toda la vida». Esta maestra ilumina la sala con su sonrisa. Y solo tiene palabras para mostrar la satisfacción que le da su voluntariado, que no es el único: también renuncia al sofá y la tele y sale a la calle en noches de festivo para ayudar a personas sin techo. «Me sirven para refrescar las matemáticas», dice sobre sus clases en El Submarí.

Ivó Valdivielso es otro voluntario. Ingeniero de caminos, presta una ayuda que no es solo académica. «Es más un acompañamiento que un refuerzo escolar». Él enseña inglés. «La gran motivación es que vienen voluntariamente. El objetivo es que pierdan el miedo y usen el inglés que saben». «Devuelvo parte de lo que la sociedad me ha dado», dice sobre su voluntariado.