Gente corriente

Román Loverdos: «Consciente de lo que dice el islam, no mataré nunca»

El Corán despejó las dudas que trababan la vida de este barcelonés afincado en Marraquech.

«Consciente de lo que dice el islam, no mataré nunca»_MEDIA_1

«Consciente de lo que dice el islam, no mataré nunca»_MEDIA_1

CARME ESCALES

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Después de formarse en comunicación audiovisual en Madrid, documentales en Cuba y cine en París, este barcelonés nacido en 1973 y bisnieto del hermano de Santiago Rusiñol se propuso recorrer África con su cámara. «Quería saber qué adoran los hombres», dice. En una playa de Barcelona conoció a un argelino que le invitó a acompañarle a su país e iniciar allí su búsqueda. Fue un viaje directo al Corán. Román Loverdos se convirtió al islam y se casó con una mujer marroquí. Viven en Marraquech, tienen una niña y están construyendo su casa.

-¿Preguntándose qué adoraban los otros esperaba llenar algún vacío en su interior?

-Tal como le conté en la playa a aquel hombre con barba blanca, el argelino -en febrero del 2005-, yo estaba cansado de la vida que llevaba. Y él, que había montado inmobiliarias y discotecas, tampoco se sentía bien aquí. Yo ganaba dinero produciendo anuncios, películas y documentales. Desde los 17 años, cuando fui a estudiar a Irlanda, no he parado de viajar, Dios me metió en una familia con la que pude hacerlo, pero siempre me preguntaba: «¿Para qué todo eso? ¿Cuál es la finalidad de esta vida?». Por eso me dije: «Iré a ver qué adoran los hombres».

—Y la primera respuesta fue Mahoma. ¿Cómo llegó hasta él?

—En el viaje a Argelia, leíamos cada noche el Corán en castellano y yo encontraba muchas coincidencias con mi actitud ante la vida. La primera vez que entré en una mezquita, mi corazón estaba radiante de energía, y sentí que tenía que seguir aquel camino.

-¿En Catalunya creció en una familia católica, practicante, o agnóstica?

-Teóricamente, éramos católicos practicantes. Pero después de estudiar el Corán como lo he hecho -en Argelia, Túnez, Libia, Yemen, Egipto y Sudán-, ahora sé que aquello no era practicar. Para una buena práctica, hay que estudiar bien lo que Dios, Alá o Moisés explican. De todos modos, nada del catolicismo que aprendí me ayudó, como sí lo ha hecho el islam, a entender tres muertes que me dejaron mucha rabia en mi interior: la de mi padre, en accidente cuando yo tenía 8 años, la de mi abuelo, y la de un gran amigo. La muerte en Europa es un tabú. En África he aprendido que esta vida material es un examen. En función de lo que haces aquí, será tu vida después. El clic está ahí, después de la muerte.

-¿Puede el islam justificar una guerra?

-Eso solo lo puede hacer la ignorancia y la manipulación, igual que pasó tiempo atrás con el catolicismo. Si yo soy consciente de lo que dice el islam, no mataré nunca. Hoy se mata a inocentes por un bien material, el petróleo, no para dar a conocer la palabra de Dios. La guerra responde a poderes no religiosos, aunque quienes la causen se llamen musulmanes. La suya es la peor imagen que se le puede dar al islam.

-Antes de hacerse musulmán, ¿qué imagen tenía del islam y los musulmanes?

-Nunca pensé nada malo de ellos. Y me chocó mucho que, tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, se sacaran conclusiones tan rápido. Por eso no leo la prensa occidental. Se asocia demasiado fácilmente al musulmán con el terrorista.

-¿Qué es esa madera que trae consigo?

-Es una loha, una pizarra de madera de olivo donde copio versículos del Corán, en árabe clásico. Los memorizo por repetición y luego busco el significado.

-¿No interrumpe mucho la vida y el trabajo cotidiano rezar cinco veces al día?

-Se es musulmán las 24 horas del día. La oración es nuestro reloj.

-¿Cómo se gana la vida en Marraquech?

-Estoy montando una pequeña cooperativa agrícola de frutas, verduras, legumbres, y plantas que sanan, productos naturales de aquí y de otros países. En el mundo falta mediación entre el exceso y la falta.