Puñetazos de humor feminista

La escritora y periodista Caitlin Moran rompe tabús como la masturbación femenina en la adolescencia y carga contra el amor romántico y el porno convencional en su novela 'Cómo se hace una chica'. «La revolución debería ser divertida», asegura esta mujer que asegura que no habrá cambio social sin chistes.

Caitlin Moran, boquiabiertaen Barcelona.

Caitlin Moran, boquiabiertaen Barcelona.

POR juan manuel freire

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La británica Caitlin Moran (Brighton, 1975) es una de las caras más visiblesde la llamada cuarta ola del feminismo. Sus columnas en la prensa británica y, sobre todo, la autobiografía-manifiesto Cómo ser mujer, editada en el 2011, hicieron de ella una referencia para mujeres (y hombres con empatía) alrededor del mundo: acumula 537.000 seguidores en Twitter, algo así como su segunda casa. O la primera.

Cazamos a Moran en Barcelona, aprovechando su visita al festival Primera Persona, celebrado días atrás. No es la primera vez que pisa la ciudad, pero según  dice, de las anteriores no recuerda nada: «Vine aquí a cubrir algunos conciertos -dice sonriendo- y creo que pasé bastante tiempo bebida».

 

Pequeña parte de una gran familia, Moran creció en una casa de protección oficial en Wolverhampton y dio sus primeros pasos profesionales como crítica musical. En todo ello coincide con Johanna, la heroína de Cómo se hace una chica (Anagrama), su nuevo libro; según insiste ella, su primera novela.

La vida de Moran en aquel barrio de protección oficial, autoeducada en casa desde los 11 a base de todos los libros, discos y películas a mano, ha sido inspiración no solo para este libro. También para una serie, Raisedbywolves, creada por ella junto a su hermana Caroline.

¿No se siente agradecida Moran, en cierto modo, por estos orígenes humildes en las Midlands occidentales? Le dieron tiempo para absorber toda la cultura pop que impregna sus textos. «Lo que hacía era devorar musicales clásicos, y en todos hay una chica  pobre que canta y cree que todo irá mejor, y todo acaba yendo mejor -afirma la periodista-. Luego descubrí a Björk, PJ Harvey o Courtney Love, mujeres que podían triunfar aunque fuesen raras. Todo lo que he necesitado en la vida lo he tomado de la cultura, no del Gobierno ni de la educación».

 

Por un momento, pensó que la mejor infancia que podía darle a sus hijas -que ahora cuentan con 12 y 14 años- era una infancia de mierda. En lugar de eso, las malcrió con una niñez en Londres, en una casa enorme, dinero, ropa, buena comida… «Y pensaba que saldrían unas chicas horribles, pero en realidad son amables y sociables».

 

Cómo se hace una chica es una historia de reinvención personal con moraleja. Tras algunas malas experiencias, su protagonista decide reinventarse, cambiar de nombre y buscar una salida a través de la vieja tríada del sexo, las drogas y el rock'rol. Por el camino, toma malas decisiones. Caitlin/Johanna se equivocó y gracias a ello, dice, quizá otras chicas ahora no lo hagan. «Empecé a escribir el libro pensando en mis hijas -admite-  o en las chicas que conozco cuando salgo de gira: chicas muy jodidas, autolesionadas, anoréxicas… Mi yo de 16 años habría adorado tener este libro; es toda la información que necesitaba conocer».

 

Como es de esperar, la narradora no se corta un pelo a la hora de hablar. Moran es adicta a romper tabús y aquí empieza fuerte: en la primera escena, la heroína de 14 años está masturbándose en la cama justo al lado de su hermano de 6. La masturbación adolescente solo está aceptada socialmente si viene de un hombre. Como recuerda Caitlin, «la película  American pie habla de un chico al que pillan follándose una tarta y ya tiene siete secuelas; en cambio, de la masturbación de las chicas no se habla en ningún sitio».

 

Cuando las mujeres son protagonistas, el sexo, sobre todo primerizo, es algo que se abalanza sobre ellas a través de un hombre. Caso flagrante de estudio: 50 sombras de Grey, casi uno de los principales motivos por los que Moran escribió su novela. «Me perturbaba haber escuchado a mujeres decir que querían salir con alguien como Christian Grey. Yo he salido con uno así. No es divertido. En el libro, Anastasia no está interesada en el sexo; no se masturba, nunca se ha acostado con nadie, es virgen. Cuando está con Christian solo se pone porque sabe que él se pone. Pero, ¿y su propia sexualidad? Las mujeres tenemos los mismos deseos».

 

 

En su libro, la heroína quiere perder la virginidad a toda costa. Y luego no piensa parar. Cometerá sus errores, pero al menos, insiste, quizá otras se inspiren en él para decir «no». «Yo quiero escribir libros útiles. Y de modo divertido, en plan 'déjame contarte esta historia genial de cuando me acosté con un tipo que tenía el pene demasiado grande'. Hagamos esto divertido».

 

Una de las frases a subrayar de Caitlin Moran dice: «Creo que la revolución debería ser divertida». A lo largo de la historia, la comedia ha sido observada como un género menor, y el humor, como un pasatiempo, pero en realidad, mantiene la periodista, es el mejor arma para hablar de todo. También de feminismo. «Un buen chiste es como un soplo. Todo el mundo quiere contarlo y todo el mundo quiere escucharlo», dice Caitlin. «Yo te puedo decir una gran verdad política, pero si te la digo de forma aburrida, nadie querrá contarla ni escucharla. Cuando intento escribir una columna seria, siempre acabo añadiendo un chiste para hacerla mejor. Y en el chiste, en una línea, he dicho lo mismo que en las mil palabras serias que iban junto antes».

 

 

Para Moran, las personas más divertidas sobre la Tierra son todas mujeres: Tina Fey, Amy Poehler, Sarah Silverman, Melissa McCarthy, las chicas de la telecomedia Broad City, Amy Schumer, Lena Dunham, creadora de la serie Girls… Gracias a esta última, respira un poco más tranquila en cuanto a los efectos de la pornografía sobre sus jóvenes hijas. «Cuando ves estadísticas del montón de adolescentes que ven pornografía y aprenden del sexo a través de ella, te asustas -asegura-Pero luego llega Lena y, en la primera temporada de su serie, su personaje intenta ser sexual al estilo del porno y se da cuenta de que no funciona. Creo que mis hijas han visto Girls antes que porno, así que tienen la visión divertida de una mujer sobre el porno. Y con suerte, pensarán que el porno es una chorrada».

 

Cambiada la comedia, queda cambiar las películas de superhéroes, criticadas por la forma sexista en la que tratan a los personajes femeninos. Por desgracia, según un correo filtrado recientemente, el presidente de Marvel no cree en superheroínas. «No creo que se puedan convertir las franquicias existentes en feministas -asegura Moran-. Tienen que hacer algo nuevo. Hacer algo nuevo y hacerlo mejor. Estoy cansada de ver a gente volando cosas». Sin embargo, se alegra cuando se le habla de tebeos -quizá la única parcela de cultura pop que no conoce a fondo- como la nueva encarnación de Ms. Marvel: una adolescente musulmana.

Según Moran, un mensaje siempre será más exitoso si es «divertido y corto». De ahí su pasión por Twitter. Y en general todas las formas de comunicación virtuales: cuando no había Twitter, Facebook ni Instagram, ella se pasaba media vida dejando mensajes en un foro. Haciéndose pasar por un hombre. «Todos me veían como un tipo divertido, uno de los suyos», dice. «Cuando revelé mi verdadero género, dos de las primeras palabras que me llegaron fueron: 'Puta gorda'. Así descubrí el lado oscuro de la red».

 

«Twitter puede ser increíblemente tóxico, porque los ánimos se caldean allí. Y cada pensamiento es como una bala que va directa a tu cabeza -admite la cronista-. Creo que en los dos próximos años habrá una nueva plataforma social más amable, menos agria, menos competitiva. Y yo me pasaré media vida allí».

 

La parte buena de Twitter es, según ella, «la rapidez con la que puedes transmitir ideas». Desde luego, las suyas se diseminan con una rapidez particular. Hace un mes escribió, en relación a las elecciones generales en el Reino Unido: «Nueve millones de mujeres no votaron en las pasadas elecciones. Regístrate y ARRASTREMOS a este país hacia el futuro». Resultado: 4934 retuits y 1722 favs. «En Inglaterra ha sido increíble para el feminismo -señala la periodista-. Es democrático. Si tuiteas algo divertido, te pueden retuitear un millón de veces. Si eres famoso o no, eso no importa. Eres tan poderoso como lo sean tus pensamientos».

 

Lo importante, señala la crítica cultural, es no ser emocional en exceso. «Han hecho estudios y se ha demostrado que internet baja las defensas como si llevaras tres copas. Cuando piensas en internet como un gran bar, todo empieza a encajar. Es de diez a once en un pub. Imagina eso y actúa de forma acorde».

 

Moran está a favor de todo lo que huela a progreso. Incluyendo una red vilipendiada por contribuir a la vanidad como Instagram: «A alguna gente no le gustan las selfis. Yo no me las hago, porque tengo 40 años, pero me gusta que la gente joven lo haga. Si eres joven y guapa, ¿por qué no vas a hacerlo? Mejor eso que unirse a las juventudes hitlerianas, si hablamos de hobbys».

 

E igual que Twitter democratiza la opinión, Instagram democratiza la visibilidad. «Sirve para que muchas personas, musulmanes, gays, gente cohibida por lo que sea, tenga visibilidad. Personas que no se ven representadas deciden subir fotos en las que parecen estrellas de cine. A mí me parece maravilloso, muy sano», afirma Moran.

Caitlin Moran llega a Barcelona todavía con jetlag provocado por los resultados electorales. «Es deprimente. En los próximos años, gente morirá: se recortará tanto el gasto público que muchos ciudadanos con pocos recursos sufrirán las consecuencias». Por otro lado, una situación así puede conseguir, según la autora, que «mucha gente antes sin compromiso ahora sí que lo tenga, y salgan algunos nuevos partidos». La situación suena a algo.

«No cambiemos a los laboristas ni a los conservadores, sino construyamos algo nuevo», propone ella. «Es más rápido y divertido. Ahora es un momento horrible. Pero si David Cameron puede ganar dos elecciones, está claro que cualquiera que forme un partido puede hacerlo», asevera. «Y yo quiero estar involucrada en eso». Cómo construir una chica es solo el primer libro de una trilogía. En el tercero, Johanna forma su propio partido político: ¿es ese el destino de Caitlin también? ¿Realidad y ficción serán una?