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El 'procés' de la reforma horaria

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Carlos Márquez Daniel

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El nuevo Govern de Quim Torra se ha forjado a base de reuniones nocturnas, plenos maratonianos y negociaciones sin tregua. Sin mirar el reloj y apaleando la conciliación. Malos tiempos para la reforma horaria, esa iniciativa solidaria que pretende modificar los hábitos ciudadanos modificando y europeizando las rutinas sociales. Con el río menos revuelto, el debate ha vuelto a emerger este viernes. La 'consellera' de Presidència, Elsa Artadi, ha prometido abrir una oficina para arrancar el tema. No es más que dar forma a una promesa de julio del año pasado. La reforma horaria también vive su propio 'procés'. Y como sucede con el auténtico, su futuro también es incierto. Con una diferencia, hay una fecha límite: el 2025. 

La iniciativa nace en enero del 2014 de la mano de un grupo de expertos. En marzo de ese mismo año, el Govern de Artur Mas le da su apoyo institucional. Empiezan a impulsarse pruebas piloto en pequeños municipios, con semanas en las que se simulan nuevos horarios en el ámbito público y, en menor medida, en la restauración y el comercio. Todo el mundo queda encantado. Pero la cosa no termina de cuajar. ¿El problema? Demasiados actores deben ponerse de acuerdo. La lista no es muy larga pero abarca a todos los ámbitos de la sociedad: la educación, la sanidad, los medios de comunicación, el mundo laboral, las Administraciones y el deporte. Todo lo que tiene que ver con la vida de cualquier ser humano.

Sin demasiada prisa

En julio del año pasado, el 'president' Carles Puigdemont estampó su firma en el pacto por la reforma horaria, el génesis del invento, el documento a través del cual debe construirse todo. Se sumaron un centenar de entidades, sindicatos, patronales y asociaciones. Ha pasado un año y todo sigue prácticamente igual. Lo lógico sería culpar a la situación política, a la ausencia de gobierno estable en Catalunya. Pero tampoco es que los ayuntamientos, las diputaciones, los consejos comarcales, las empresas, los sindicatos, las televisiones o los 'botiguers' se hayan volcado en la defensa de la causa.

El acto de este jueves ha rebosado optimismo. Porque la presencia de Artadi -su segundo acto como 'consellera'- muscula el proyecto de la reforma horaria. Más todavía después de que la diputada asumiera la promesa de impulsar esa oficina que coordine el cambio de hábitos. No ha concretado nada, pero los amigos de la cosa se encargarán de presionar para que salga adelante. No se sabe quién estará al frente, pero con seguridad será alguien cercano al PDeCAT. Está descartado que sea alguno de los 16 impulsores de la iniciativa, entre ellos, Fabián Mohedano, cercano a ERC, la cara más visible de este proyecto. El que fuera diputado de ERC se mantendrá como activista de la reforma horaria mientras preside el Consell Català de Formació Professional.

Los pasitos

Algo se ha avanzado. La nueva ley de comercio, por ejemplo, que pone como hora límite para cerrar las 21 horas, una menos que antes. Entró en vigor en octubre del año pasado. O el cambio de horario de la serie de moda de turno de TV3, que se pasó a las 22 horas. Lejos del 'prime time' que promulga la reforma horaria (a partir de las 21 horas y hasta las once de la noche). También algunos municipios han aplicado ajustes en la atención al ciudadano, en la programación de sus fiestas populares y en los horarios de los funcionarios. La idea es que en el 2025 se produzca el cambio de chip en cadena, ya que nada de esto funcionará sin el concurso de todos los agentes implicados. Es decir, no tendrá sentido cenar antes si el 'reality show' sigue empezando a las 22.00 horas. Será una tontería comer a la una si seguimos parando dos horas. Será una pérdida de tiempo avanzar las extraescolares si la cena se sirve a las nueve de la noche. Y así con todo. "El compromiso del Govern es absoluto", ha defendido Artadi.

El 'procés' de la reforma horaria vive un punto de inflexión. No tiene tantos días históricos como el 'procés' auténticos pero puede alardear de tener esa fecha límite. Como ha dicho Mohedano, "no se puede obligar a nadie, debe ser la gente la que vea la necesidad de cambiar su vida". ¿Y por qué arriesgarse a tanto lío? Porque, dicen los impulsores, el tiempo es el bien más escaso que tenemos. Y hay que aprovecharlo.